Cuando un niño pregunta «¿Esto, con qué cubiertos se come?» deberíamos preocuparnos.
Fíjense bien en la pregunta. El niño no se interesa por saber cuáles son los cubiertos, las herramientas, más adecuados, para la operación. Se preocupa por no subvertir la norma, por la convención social en lugar de por el saber. Sin darnos cuenta o dándonos, ya lo hemos metido en el sistema, en la convención, en los prejuicios. Ni bueno ni malo. Así.
La respuesta habitual es una instrucción de la que el niño no participa.
1.- Con los de pescado, con el tenedor más pequeño, con el cubierto de fuera…
Sin embargo, se me ocurren otras dos respuestas. Seguro que hay muchas más.
2.- Piensa, prueba y escoge el que te parezca que vaya mejor.
3.- ¿Quién te ha dicho que eso se come con cubiertos?
Los seres humanos, en general, nos conformamos con las instrucciones. Muchos, de hecho, las piden para llevar una vida ordenada en que cada instrucción permita despejar cada incógnita.
A los niños, seres salvajes, los domamos desde pequeños para introducirlos en las normas de la civilización, una convención entre adultos. Siempre me sorprende la cantidad de preguntas que se hacen los pequeños, algunas inteligentísimas, y las pocas pocas preguntas con esa agudeza que nos hacemos los mayores.
Fíjense la cantidad de prejuicios que encierra la pregunta. El niño da por supuesto que eso se come, da por supuesto que se come con cubiertos y da por supuesto que hay un cubierto establecido para trinchar y llevarse a la boca ese producto.
No es forma de pensar que estimule la creatividad. ¿Cómo podemos adaptar a nuestros descendientes a la civilización sin ahogar su creatividad, sus ganas de saber y su capacidad de pensar?
La inmensa mayoría de adultos que conozco está totalmente desacostumbrada a pensar. No es capaz de desenvolverse en situaciones nuevas sin un recetario. No son capaces de pensar soluciones para los problemas.
No sé a qué se debe esta carencia de los seres humanos. Pero creo que nos deberíamos preocupar seriamente por ella. El análisis y la resolución de problemas debiera ser un ejercicio diario de todos nosotros. El resto de actividades deberíamos dejarlo para las máquinas.
Quizás utiliza usted un caso particular para extraer una hipótesis general. Quizás sea cierto que los adultos ponemos el piloto automático y resolvemos situaciones tirando de modelo. Y yo también creo que no estamos entrenados para penar. No es que no seamos capaces, ni que no nos hayan enseñado. Yo creo que es más bien que nos acomodamos o en los peores casos, que nos han programado con sutileza.
La pregunta más inteligente que hace un niño a un adulto es,creo, ¿por qué? Un por qué anidado que suele llevar a muchos adultos a desesperarse en lugar de disfrutar de esa deliciosa etapa de los hijos. Bien enfocada, es una etapa que dura toda la vida.
No obstante, hay normas que se aprenden antes de que puedan entenderse. Tal vez el protocolo de los cubiertos tenga sentido. Puede que no. Si es lo primero, mejor enseñar la norma y poco a poco hacerla entender, que esperar a que el sujeto la invente por sí mismo. Los humanos hemos salido de las cuevas porque una nueva generación utilizaba lo ya inventado por la anterior sin necesidad de repetir todo el proceso de desarrollo. Aquello de caminar a hombros de gigantes. Si es lo segundo, habrá que cambiar la sociedad.
La plena libertad lleva oculta una trampa para el que no sabe cómo ejercitarla. Si los adultos somos vulnerables, cuánto más no lo serán los niños.
Esta «reflexión» me recuerda al comentario que Vd. ma ha aplicado a mi mismo en varias ocasiones: piensa esto de verdad o escribe por escrbir?.
Que hay muchos adultos que se ahogan en un vaso de agua (por resumir..) es cierto y creo que esta es su idea de fondo.
El hecho de que un niño, pregunte cómo se utiliza correctamente un cubierto y de ahí deducir «encorsetamiento intelectual» es una boutade.
Felicite de mi parte a los educadores del pequeño.
Leí un post de Varsavsky en el que hablaba de que la principal diferencia entre la educación que se recibe en España y la que se recibe en Estados Unidos era que en España se aprende a memorizar y en otros países se aprende a razonar.
Desde mi experiencia esa afirmación puede tener sentido, ya que estudié en España y en todos los centros educativos a los que asistí se hacía hincapié en la memorización de conceptos que, después, había que escribir de memoria en un examen por escrito.
Lo poco que pude aprender respecto a ser crítico lo aprendí inicialmente dentro de esos centros, en especial en la universidad, pero fuera de las asignaturas regladas. Por supuesto, ser crítico apenas tenía sentido para aprobarlas. Lo importante era recitar.
A la vista de estas mis experiencias, me parece lógica la postura del muchacho: el no quiere saber cuál hay que usar, quiere saber qué tiene que hacer para «aprobar» el acto de comer con educación. Como otras muchas cosas que no tienen sentido para él. Así nos va.
Ni reflexionar, ni explicar ni enseñar.
A los niños hay que domarlos. Limitar sus libertades. Someterlos a la sociedad. Esclavizarlos al sistema. Yoya va o no, en función de lo milindringuis que sea la legislación del lugar.
Tanto querubín, tanto querubín, tanta play tanta leche.
Al tajo, leche, al tajo.
Pinceladas…
Emilio, o De la educación (Rousseau)…
Para el tema de la «limitación en la creatividad» del individuo hay ejemplos mejores (no digo que no sea bueno) que el de la comida que en el fondo se puede llevar a la boca o con la mano o con una herramienta…
Cuando el 90% de nuestros jóvenes quieren ser funcionarios y no emprendedores te haces la pregunta de Mou… ¿por qué?. Ojo que «creatividad» es un término polisémico…
Si no hay «pensamiento creativo» en las universidades como pretende que exista en educación primaria por ejemplo.
Ser creativo implica: independencia de juicio, autonomía, pensamiento no convencional, tolerancia a la ambigüedad, interés por aspectos teóricos y estéticos… todo demasiado peligroso para The establishment.
«La inmensa mayoría de adultos que conozco está totalmente desacostumbrada a pensar. No es capaz de desenvolverse en situaciones nuevas sin un recetario. No son capaces de pensar soluciones para los problemas.»
Hay quien está acostumbrado a pensar sobre muchas chorradas y que tratan de inventar la rueda una y otra vez, una y otra vez.
Y no sólo lo piensas, sino que sueltan sus «ocurrencias del día» en su blog.
El día que un carpintero vaya a tomar medidas para un mueble en su casa, tendremos una reflexión sobre porqué los lápices se sujetan en las orejas.
Fijese usted, que el lápiz es un invento pensado para utilizarse con las manos (tacto), y para que el resultado de su uso se aprecie con los ojos (vista)… y sin embargo, ¡se sujeta con las orejas! (oido).
No se quejará… ahí le he dado tema para que usted filosofe un buen rato, ¿eh?
@6, y mientras bajas de la escalera lo sujetas (el lápiz) con la boca (gusto)… y cuando piensas como es la mejor opción para hacer el mueble te lo pones debajo de la nariz (tipo bigote) con rostro pensativo mientras exhalas y cierras los ojos (olfato)… hasta que viene tu mujer y te dice: ¿no me irás a cambiar los muebles de lugar ehhhh!? (sexto sentido).
El problema sobre pedir manuales hasta para leerse el manual no es tal, ni siquiera es el no saber leer, ni el no saber pensar, es simplemente el no tener la decencia ni siquiera de leer los manuales que se piden. Como mucho el cortar/pegar tan de moda hoy en día en la 2.0.
Un ejemplo personal: colaboro con un proyecto de software libre traduciendo la interface y los manuales de un programa al español. Este programa no es de uso masivo, pero entre la gente para la que está pensado sí se comienza a utilizar muchísimo en estos últimos dos años. Pues bien. En la última versión que liberamos se me quedó todo un punto sin traducir del inglés y no he tenido ni un solo reporte de tal error, a pesar de que la gente pide contínuamente manuales de manejo.
Directamente, pedimos los manuales para aprender a manejar cosas, para aprender las normas de lo que sean, pero luego de tenerlos en la mano, pretendemos que se nos metan en el cerebro por ciencia infusa o, con algo de suerte, a tener a un pringado a mano que nos diga en cada ocasión qué ha de hacerse, o como proceder en tal caso…
Con los niños lo mismo, pretendemos:
Que aprendan por que sí y por ciencia infusa y, si acaso, que los enseñen en la escuela. Pues sí, algo de que aprendan en la escuela hay,
pero desde luego a pensar, o les enseñamos en casa o lo llevamos crudo. Claro que el problema es que muchos padres no saben pensar tampoco; con lo cual: lo llevamos crudo de todos modos.
Ya saben: mi niño drogas no. Quizás algún tasio de esos. 🙂
En mi casa se comía con el cubierto que había, y punto. ¿Qué es eso del cuchillo de pescado, que ni siquiera corta? Ah, no, que se llama «pala».
Por aquí ponen en duda el sistema de memorizar. Y ciertamente, yo que trabajo en educación, creo que muchas cosas hay que razonarlas. Pero vamos, que hay otras que son de memoria, sí o sí. Porque no me digan que los nombres y la situación de las provincias españolas son de razonar… (hombre, se podría estudiar en la historia el porqué de cada provincia, pero se emplearía mucho tiempo en conseguir un resultado que es más fácil y rápido memorizándolo).
@ 6 y @ 7. Permítanme aplaudirles. (Me ha encantado lo del Sexto Sentido, me suena habitual…)