Amigas y amigos,

Qué tal todo? Ya ha empezado el veranito. Estoy muy contento (no).

Hoy y nuevamente incidiendo en mi vocación de servicio público, vengo a aconsejarles que se alejen de una serie llamada Eric en Netflix. A primera vista podría parecer interesante porque sale Benedict Cumberbatch y la trama tiene cierta intriga (un niño de 9 años desaparece un día camino del colegio), pero la cosa resulta ser una enorme fumada de alguien que ha estado consumiendo demasiada hierba demasiado fuerte. En serio.

Hay momentos de esta serie que harían que Ghandi y Martin Luther King quisieran partirte la cara. Especialmente, todas esas escenas en las que aparece una marioneta gigante de color azul que habla con el protagonista. Bueno, no sé si la marioneta habla con el protagonista, pero seguro que el protagonista habla con la marioneta.

Terrible.

En cambio, lo que si les voy a aconsejar con brío es la docuserie llamada Bailar para el diablo. El título es más largo, pero con eso ya les saldrá en Netflix y yo me ahorro buscar el resto de las palabras, que tampoco son necesarias porque yo ahora voy a proceder a explicarles exactamente la trama de Bailar para el diablo.

La cosa arranca con dos hermanas a las que les gusta mucho el baile y que cuelgan sus coreografías en Tik Tok. Una de ellas decide en un momento dado y aprovechando la fama que les da la plataforma (en la que tienen millones de seguidores) marcharse a Los Ángeles para tratar de iniciar una carrera como bailarina profesional. Sus padres y su hermana la apoyan.

Ella llama cada día, les informa de sus progresos y todo parece ir relativamente bien. Hasta que un día conoce a otro bailarín, se enamoran y el citado bailarín le presenta a su manager, un señor que maneja una agencia llamada 7M, que además de agencia es una iglesia. Ya, la cosa pinta turbia.

Como se pueden imaginar, el predicador le come la cabeza a la bailarina, la bailarina deja de hablar con su familia y la familia empieza a preocuparse cosa mala.

Luego se descubre que el truquito de pescar gente en Tik Tok con la excusa de representarles es el modus operandi del señor Shinn, que es el predicador, manager, estafador, mamarracho y truhan que en realidad dirige una secta que explota a un montón de chavales vendiendo sus servicios a un montón de marcas y luego se queda la pasta. Así, sin más.

Bailar para el diablo tiene tres capítulos de cincuenta minutos y es una docuserie excelente, que empieza como una historia bastante simple que hemos oído mil veces y que se va complicando hasta convertirse en algo más interesante que consiste en dibujar el retrato del (falso) profeta moderno a través de sus nuevas caras. Todo es más viejo que el tiempo y se ha contado en cines, libros y hasta canciones, pero la gracia de Bailar para el diablo es la manera en que consigue perfilar a ese tipo que ha encontrado una manera nueva de seguir haciendo lo mismo. En cierto modo, eso de camuflar una secta en una agencia de management y buscar a tus víctimas a través de una red social aparentemente inofensiva tiene algo de genialidad si no fuera porque hay ser un hijo de puta muy perverso para alejar a un chaval de sus padres, robarle todo lo que tiene y convertirlo en una oveja.

Muy recomendable, en serio.

Es cierto que me dejó mal cuerpo porque no hay final feliz, pero así es la vida.

Abrazos,

TGR