Después de cena, bebida y mimos y voces de todos con todos. Salimos casi a las cinco del bar de las copas.
En la acera un chica que he visto dentro está sola sentada en su silla de ruedas. Inválida, me duele preguntarle si puedo ayudarla porque sé que me va a decir que no, pero soy incapaz de no intentar acompañarla a un taxi o de llevarla a casa. No entiendo que esté completamente sola y me inquieto. Mira hacia un grupo en el que supongo que están sus amigos. Cara de no me dejéis sola y no necesito ayuda. En el grupo hacia el que mira, una pareja se besa con entusiasmo y otros alrededor hablan y parecen divertirse. Probablemente espera a que la vengan a buscar en coche y sólo mira hacia ese grupo para distraerse. Quizá no va con ellos y alguien la recogerá inmediatamente.
Los brazos le caen verticales y las manos le quedan en el centro de la rueda. Busco mis piernas con el cerebro. Me hago sentirlas. Piernas que hacen algo aparentemente tan sencillo como sostener mi cuerpo, moverse una detrás de la otra. Piernas que me llevan a casa, por el Madrid antiguo. Piernas que me gustaría compartir y que no tiene ningún sentido que sean para mí solo.
La chica desaparece y no advierto en qué momento, unos minutos después. En la puerta arrastramos la conversación que sacamos del interior, todavía a voces, sobre periodismo de calidad, portadas, entrevistas, dolor y miseria.
Las piernas, las piernas, tengo piernas. Siento cada paso mientras nos alejamos del bar. Doy un paso y termino de puntillas el pie que dejo atrás para notar cómo los dedos se separan lentamente del suelo antes de llevar la pierna por delante hasta apoyar el talón. En la Cava Baja grabo cada paso. Puerta Cerrada y la Plaza Mayor. Hemos dicho chocolate con churros y nos ha apetecido a todos. Quiero que esté abierta la cafetería de Esparteros. Lo quiero demasiado pronto. Hacia Sol, las piernas, Arenal, las piernas, y Chocolatería de San Ginés.
Ya que la tienes abierta a estas horas, ya que tienes el local lleno. Ya que estás en un lugar único, que tienes un nombre unsustituible. Pon unos churros buenos, por favor. Ya que está abarrotada de gente, ya que lo tienes todo, hazlo bien. Te va a costar lo mismo.
Acabamos los churros mientras hablamos de ETA, de las elecciones vascas, de Sortu, de las exigencias legales. De qué exigimos y por qué a Sortu para que pueda presentarse a las elecciones. Les exigimos que piensen de acuerdo con la ley o únicamente que actúen de acuerdo con la ley. Les exigimos que pidan perdón por el pasado de violencia execrable o basta con que cumplan la ley.
De vuelta a casa, camino por encima de las piernas. Quiero sentir las piernas, los cerebros, los principios, las venganza y las ideas de los demás. Entrar en sus cuerpos e historias. Saber por qué no nos ponemos de acuerdo. Quiero que las piernas de los demás funcionen si mi cerebro quiere que funcionen. Quiero que lo que parece fácil lo sea.
En el portal, utilizo la llave para abrir la puerta.
Menuda tajada llevaba, Sr. Moltó.
Eso que cuenta es como cuando se encuentra uno a un ciego solo ante un semáforo con su bastón. Le ayudas? Te va a despreciar la ayuda? Se va a creer que le quieres robar?
A mi me ha pasado de todo, pero ante la duda, creo que es mejor pasarse que faltar.
Pero si, uno piensa en sus ojos, o en sus piernas. y se le pasan todos los males.
A mí también me sale la vena de ayudar, pero pienso que igual se incomodan porque varias personas les digan lo mismo 20 veces al día.
¡Ójala seamos siempre varias personas, Chandler!.
ok Jefe!
Ve como no hace falta irse a Libia?
Sea, que se agarra una curda y nos suelta una resaca de figuras literarias de todo a cien.