Buenas noches, amigos y amigas,
¿Qué tal están?
No les voy a hablar de mí, ya tienen bastante con lo suyo. Solo digamos que estos días no soy la mejor versión de mí mismo. Ojalá pudiera ir en la dirección correcta, pero me empuja eso que Dylan llamaba ‘el viento idiota’. Esa corriente que te arrastra, te empuja a tomar malas decisiones y te deja siempre a merced de los elementos. Una versión perversa del azar, por así decirlo.
Espero que un día deje de soplar. Igual entonces empiezo a funcionar un poco mejor.
En fin, vayamos al lío. Seguro que no han venido ustedes/as a oír mi turra.
Sigo mirando El último baile, la seriaza sobre los Bulls de Jordan. Parece mentira que cada capítulo sea mejor que el anterior, pero así es: cada capítulo es mejor que el anterior. Tremendo el capítulo de las zapatillas e impresionante el último que se ha podido ver en Netflix donde se habla de la (presunta) adicción al juego de Michael Jordan. Si esta no es la mejor serie/documental deportivo/a de la historia, yo soy sacerdote.
(Spoiler: no soy sacerdote)
También he visto más pelis (hasta siete) del festival DA en Filmin. Y hasta aquí mi información del festival DA en Filmin.
De lo que les voy a hablar ahora es de una de mis series favoritas de este año: Gangs of London, de Gareth Evans. Evans es el director de las dos entregas de The raid, una de las sagas de acción más salvajes, divertidas e indescriptiblemente locas de la historia.
Ojo, porque Gangs of London no está aún disponible en España. No, no estoy diciendo que se la bajen, ni nada por el estilo. Yo solo les informo para que cuando llegue el momento recuerden que deben verla. No me culpen si se embarcan ustedes en actividades ilegales, que luego todo son problemas y no quiero sentirme culpable.
Gangs of London es una serie de Sky que explica la historia de la tremenda guerra entre bandas de chiflados (rollo Promesas del Este, la obra maestra de David Cronenberg) cuando el rey de los gansters de la ciudad la palma en circunstancias que no se puede desvelar. La cosa es un desmadre absoluto, con tanto gore y tanta violencia que a veces uno no puede creerse que esté viendo eso por la tele.
Las escenas de acción también llevan la firma del director y los actores son cojonudos, del primero al último, tipos con dicción de Dickens y maneras de Mad max. Es lo que pasa con los actores ingleses: es difícil encontrar uno malo.
La serie arranca con un tipo colgando de los pies en un tejado y desde ahí vamos ya cuesta abajo y sin frenos. No miento si digo que viendo esa escena ya se puede suponer que no estamos ante una serie del montón. Como cuando te presentan a alguien y sabes –inmediatamente- que te va a caer bien.
Ya me he comido media temporada y sé que mañana me la habré acabado. Me gustaría dosificarla, pero me resulta imposible.
Échenle un ojo cuando toque. O cuando decidan ustedes.
Lo dejo en sus manos.
También estrenan dos documentales que me han interesado.
El de Natalie Wood en HBO. Muy clásico, muy interesante, muy bien hecho. Sobre una de las actrices más legendarias del Hollywood (cuasi) clásico.
El de Michelle Obama en Netflix. Perfecto para entender el gran circo que es la política estadounidense y el papel de la Primera dama en ese circo.
Nada más. Voy a seguir combatiendo al viento idiota. A ver si me da tregua.
Abrazos/as y mucha salud,
T.G.
Recomendación para las próximas semanas, «Encuentros en la 3ª fase», peliculón.
Querido T.G. Estoy de acuerdo en que «el último baile» es una gran serie documental, pero… al igual que otras de las que he visto y en mi modesta opinión peca de algo que ya he encontrado en otras producciones de Netflix.
En doblaje a castellano se gastan 2 duros, en esta serie en concreto el narrador principal y los doblajes de los personajes principales son cutres. El acento es un castellano neutro, perfecto. Pero quien hizo el doblaje no tiene puñetera idea de términos deportivos y menos aún de términos baloncestísticos (si esa palabra existe). Ni contables tampoco.
Me ocurrió lo mismo en una serie sobre la 2ª guerra mundial doblada para Sudamérica. No me importó el acento ni la diferencia de expresiones castellano-latinoamericanas. El problema era que el traductor del doblaje no tenía puñetera idea de términos ni bélicos, ni técnico-mecánicos ni leches.
Y en Wild Wild Country flojeando mucho.
Si tiene Vd. amigos españoles en Netflix siéntelos a ver la de Jordan, y a la octava vez que escuchen «juego» por partido en un castellano neutro entenderán a que me refiero.
Por no mencionar en el capítulo 2 un «estar en sus zapatos» que rechina por todos lados. Será que no tenemos un dicho como «estar en su pellejo» castellano. Y así todo el rato.
Besos!!
Fase 0 en la aldea, puesta de sol mirando al mar. Cerveza en mano (cerveza de la nevera de casa). Yo y la parienta solos.
Caminando hacía la fase 1 , lo mismo (pero con la cerveza comprada en el bar de toda la vida), el de mi aldea va a poner una nevera cruzada en la puerta como mostrador y el que quiera una cerveza se la toma fuera mirando al mar. Cuidando la distancia y con mascarilla opcional.
Bares, que lugares tan gratos para…
Rectifico mi comentario anterior, a partir del tercer capítulo el lenguaje es mas «baloncestístico» y además el ajuste entre el doblaje y el sonido original mejora muchísimo.
Saludos