Ya sé que este es un blog de cine, y que por tanto de eso es de lo que debería hablar, pero –sin dejar de hablar de cine- me temo que tengo que meterme (otra vez) con eso tan jodido de la crisis. Aunque algunos vean brotes verdes yo sigo sin ver un pimiento.
¿Y esto a cuento de que? Pues a cuento de que este fin de semana, por motivos puramente profesionales (es lo que tiene dedicarse a esto) he tenido que ir a zamparme los estrenos de turno. No es sólo que todos y cada uno de los productos con los que me he topado sean infumables (empezando por Ángeles y demonios, aberrante engendro fílmico –uno de sus productores decía, supongo que en declaraciones directamente venidas de las profundidades de su subconsciente, que “vimos que en El codigo Da Vinci cuando los protagonistas hablaban parados no funcionaba, así que en esta película los hacemos hablar corriendo”) sino que juntando a todas las personas de todas las salas que he visitado no tendría a más de un centenar de espectadores.
Del centenar, una treintena eran niñatos/as a los que la película importaba un pito y que no se molestaban en disimularlo (a los que vivan en Barcelona les aconsejo que si quieren vivir una experiencia post-apocalíptica se acerquen un viernes tarde, cuanto más tarde mejor, a unos cines en la parte alta de Barcelona, cerca de la Illa Diagonal y traten de ver una película. Después, por favor, no olvidéis contarlo aquí). Y los otros, sufridos miembros de una audiencia atónita, con cara de “¿qué coño estoy haciendo yo aquí?”.
De esto ya hemos hablado, los cines son zona de combate: combates de palomitas, melodías compuestas de sorbidos a la Coca-Cola de turno, móviles, gritos. Pero la combinación de la crisis (menos espectadores), el vacío que llega de Hollywood ( películas insustanciales, como mínimo) y las pocas ganas que tenemos de movernos de casa con la que está cayendo van a acabar con el séptimo arte en un abrir y cerrar de ojos. Al menos con el fresco, con el inteligente, con el no-teledirigido, prefabricado y manufacturado para dar pasta.
No puede ser que cada semana estrenen seis o siete pelis (hemos tenido fines de semana hasta con 12 estrenos) y que nadie se preocupe de frenarlo…perdonadme el fatalismo pero esto se acaba chavales/as: estamos viendo el final de un modelo de explotación que va a dejar el sector como los Monegros. Es insostenible un sistema que le da a una película tres días para funcionar (algo que sólo funciona con las películas acompañadas de gigantescas campañas de marketing) y que si no se la carga: de esta manera en España nunca habríamos visto Sospechosos habituales, El marido de la peluquera o Nueve reinas, porque este tipo de filmes funcionan a medio plazo, gracias al boca/oreja.
Sí, seguro que Terminator 4 i Transformers 2 hacen montañas de dinero, pero tampoco en el cine hay ya clase media y desde luego los pequeños hace días que han muerto aplastados. Como cinéfilo y como periodista que ha trabajado en este ámbito desde los 24 o 25 años, y de eso hace unos cuantos lustros, puedo decir que jamás había visto un panorama tan negro.
Por cierto el otro día fui a comprarme un dvd (original. Lo sé, soy un raro) y pretendían cobrarme 22 euros . En amazon, por el mismo precio, me compre ese y otro. Gastos de envío incluidos. Si esta es su manera de incentivar el consumo de cultura mucho me temo que no cuela.
En fin, siempre nos quedará París…
T.G.
No se preocupe hombre, anímese, ¡que hoy Almodóvar ha dicho que está barajando hacer una peli sobre la Guerra Civil! 🙂
… en serio, no se qué decirle, porque coincido con usted al 100% en su reflexión. Me parece que al margen de que esto agoniza, nos hacemos viejos o algo así y no alcanzamos a comprender ciertos comportamientos juveniles. En fin, el día que le cierren la última sala de proyección independiente procure haberse hecho ya con su Play 3 (o lo que haya en ese momento) y su proyector Full HD (por ejemplo un JVC D-ILA) y móntese el cine en casa. Al menos Ud. es un «enchufao» de las proyecciones de prensa y mal que quiera alguna cosa buena le lanzan de vez en cuando.
Y a las salas de proyección, si es que todavía nadie las ha reinventado, a ver cosas en 3D y demás fastos visuales. Al menos Pixar no quiebra.
PD: Yo también he ido a ver Ángeles y Demonios. Horroroso.
Sin duda Hollywood está atravesando una crisis que pone muchos obstáculos a los nuevos talentos que ofrecen propuestas de riesgo más allá de la mediocridad predominante. Pero yo creo, o al menos, quiero creer, que la situación puede remediarse a corto/medio plazo, cuando la economía remonte de nuevo. El dinero es muy cobarde.
Mientras tanto, nos queda el consuelo de poder seguir disfrutanto de las nuevas obras de genios ya establecidos como David Cronenberg y David Fincher, los hermanos Coen, Quentin Tarantino y James Gray (autor de pequeñas joyas como Cuestión de Sangre y La Otra Cara del Crimen), que siempre tendrán un lugar reservado en las carteleras.
Además no todo es Hollywood. Está el cine europeo (los hermanos Dardenne, Michael Haneke, Claude Chabrol…) y también el asiático (Takeshi Kitano, Wong Kar Wai…).
En el peor de los casos, siempre podremos dedicarnos a echar la vista atrás y descubrir así a los maestros del pasado.
La mitad de las pelis que he visto últimamente son clásicos en blanco y negro como Anatomía de un Asesinato, Senderos de Gloria y La Noche del Cazador, de las cuales mi pereza (¡con lo accesible que es el cine hoy en día gracias a Internet!) y mis prejuicios contra el cine anterior a los 70 me tenían alejado.
sospechosos habituales… qué gran peli
La industria cinematográfica y la discográfica van de la mano… se trata de hacer un producto de consumo masivo y de poca, poquísima calidad. El arte (o la artesanía) nada tienen que ver con esto, solo es marketing, publicidad y promoción…
A pesar del idiotizamiento general (en el que me incluyo) la gente empieza a aburrirse de lo mismo un día tras otro, da igual que estrenen 100 peliculas o discos en un fin de semana, la atención se diluye día a día.
En el cine lo veo más difícil, pero en la música, hay músicos de verdad que hace tiempo que olvidaron los discos, emepetreses y demás zarandajas y se dedican al directo, a los bolos, a la música sin trampa ni cartón, un trabajo duro de verdad, donde no se ganan millonadas tocándose la barriga.