Probablemente haya sido la casual coincidencia de haber publicado hace menos de un mes una entrada sobre una maniobra ilegal (pero que considero inteligente), y la pasada semana la prueba del Renault Talisman con eje trasero direccional, la que me ha hecho asociar ambos conceptos, trayéndome a la memoria una situación ocurrida allá por 1987 (concretamente en otoño), en la que también coinciden los dos conceptos: un eje trasero direccional, y una maniobra (psicológica, no material) que no me atrevo a calificar de ilegal (ya juzgarán Vds), pero desde luego plena de la más rápida y aguda inteligencia.
Por aquel entonces los miembros españoles del COTY (Car Of The Year internacional, aunque básicamente europeo) éramos cuatro: el siempre muy recordado “comandante” Luis Fernando Medina (de “Velocidad”), Sergio Piccione (que en aquellas fechas creo que estaba en “Motor-16”), Eduardo Azpilicueta (director de “Autopista”) y un servidor (representando a “Automóvil”). Eran unos tiempos en los que a los integrantes de dicho Jurado se nos invitaba a las presentaciones de nuevos modelos con cierta antelación respecto al grueso de la prensa del motor; no para adelantarnos en la publicación del contacto, sino para presentarnos el coche con más detalle, con los técnicos y comerciales disponibles en “petit comité”.
Y en ocasiones, como ocurrió en este caso, incluso se segmentaba dicha presentación por grupos nacionales; para minimizar, en lo posible, el problema de la mezcla de idiomas. Por entonces, el inglés todavía no había adquirido el marchamo de “lingua franca” para todo, y era relativamente frecuente que una presentación de Fiat se hiciese en italiano, y una de Renault, en francés; con traducción simultánea a los demás idiomas más frecuentes para quien lo precisase. En el caso que nos ocupa, el coche que se presentaba era la 3ª generación del Honda Prelude, que ofrecía la gran novedad del eje trasero direccional. Como suele ser habitual, las unidades concretas puestas a nuestra disposición correspondían a la versión más potente y equipada, con un motor 2.0 doble árbol de 16 válvulas, y 140 o 150 CV (no recuerdo con exactitud).
Honda acababa de establecerse en el Reino Unido -exclusivamente como fabricante- en Swindon (donde siguen teniendo la fábrica); pero tanto la importación como la dirección comercial para Europa la manejaban desde Offenbach, en Alemania. Y a Offenbach estuvimos yendo durante algunos años para las presentaciones conjuntas a la prensa, cuando se trataba de modelos importados desde Japón. Pero reconociendo que sus habilidades para conectar con la mentalidad europea eran, al menos por entonces (y en la Fórmula 1 hemos visto que hasta mucho después) bastante limitadas, contrataron los servicios de una agencia de Relaciones Públicas del sector gestionada por el prestigioso, pero ya retirado del periodismo activo, Bernard Cahier. Pero si bien nuestro ex-colega Bernardo “Cuaderno” era francés, la agencia estaba domiciliada (quizás por motivos fiscales, o para dar una imagen más neutral) en Suiza; concretamente en Ginebra, junto a la frontera francesa.
La cuestión es que el programa incluía un día completo de pruebas en carretera, con dos coches para los cuatro periodistas españoles, más un tercero (también idéntico) en el que nos acompañaba un joven suizo (muy alto, 1,90 como mínimo) perteneciente a la agencia, que era el encargado de procurar que todo se desarrollase sin problemas. ¡Y vaya si le dimos trabajo!. Salimos de París en dirección Este, haciendo un recorrido por carreteras convencionales, para llegar a comer en Épernay.
Épernay está en pleno corazón de la región francesa de Champagne, y en dicha localidad está radicada, entre otras varias más, la famosa bodega Moët-Chandon (la del mítico “Dom Perignon”), donde íbamos a comer, tras de la reglamentaria visita a sus cavas. Visita en las que nos enseñaron botellas centenarias, telarañas de más o menos la misma edad, y el conocido (pero lento) sistema de, sobre unos “pupitres”, ir girando las botellas a mano (ahora ya a máquina) un octavo de vuelta y un poco más cabeza abajo cada vez, para que los sedimentos se vayan depositando junto al primer corcho, para luego proceder al “degüello” y posterior, segundo y definitivo encorchado. O sea, lo del también famoso (allí todo es famoso) “Méthode champenoise”, que está patentado y no se puede citar en las etiquetas de vinos espumosos similares, pero de distinta procedencia geográfica.
Cumplido el ritual de la visita a las cavas, pasamos al aperitivo y la comida, que ya se puede suponer con qué clase de líquido estaban ambos debidamente lubricados. En la comida, aparte de nuestro guía y protector, nos acompañaban una persona de la bodega y un matrimonio norteamericano (que daban toda la impresión de estar forrados) que también había realizado la visita, pero por separado; en total, ocho comensales. Como ya se puede suponer, la calidad de la comida estuvo más o menos al nivel de la bebida.
Y también de alto nivel fue la maniobra estratégica de Sergio, que se dedicó todo el rato, gracias a su muy fluido dominio del inglés, a darle “palique” a la norteamericana (que estaba de muy buen ver, y a mí me recordaba mucho a la actriz de cine Lee Remick). Mientras tanto, su marido escuchaba embelesado las explicaciones sobre el “Méthode champenoise” que le seguía dando el representante de la bodega. Pero el deber se impuso, y al acabar la larga sobremesa, salimos de retorno hacia París, cada cual por su lado. Nuestro itinerario buscó la autopista lo antes posible, pues de carretera ya habíamos hecho más que suficiente por la mañana; y después de la comida, no era cuestión de andar agitando demasiado el cuerpo con curva va y contracurva viene.
Así que, ya anochecido y en la autopista, nos pusimos a una marcha sin duda ilegal, pero tampoco excesiva, pues iríamos sobre 140 o como mucho 150 km/h, cuando el límite era de 120 (o quizás 130, no recuerdo). Íbamos primero los dos coches ocupados por los periodistas, y detrás nos seguía fielmente el larguirucho suizo. El caso es que, siguiendo la tradicional costumbre francesa de aquella época (y quizás sigue siendo actual; no tengo referencias directas), había un radar instalado unos pocos kilómetros antes de llegar a un peaje. Y ¿cómo no?, a la entrada del peaje estaba la pareja de motoristas de la Gendarmerie, junto a sus percheronas BMW bicilíndricas. Y también naturalmente, señal para que aparcásemos a un lado, comunicación de que nos habían pillado a no sé qué velocidad ilegal, y que había unas multas de no recuerdo cuantos francos. Multas a pagar al momento y al contado, puesto que todos los infractores éramos extranjeros, y la Hacienda francesa no estaba dispuesta a que nos esfumásemos sin pagar.
Y aquí viene el primer golpe de ágil e inteligente maniobra: el suizo les pidió a los gendarmes un momento de armisticio antes de que se pusiesen a escribir; se lo concedieron, y entonces sacó un teléfono (o quizás lo llevaba instalado en su coche) y se puso en contacto con su jefe Cahier. Le explicó el predicamento en el que nos encontrábamos, la “pasta” que le iba a costar a Honda pagar la multa (por supuesto nos había dicho que ellos –la agencia- se encargaban de todo), y el tiempo que íbamos a perder antes de llegar a la cena en París. Cena en la que íbamos a encontrarnos con nuestro bien conocido compadre Bernard Cahier, que iba a hacer de anfitrión al cierre de nuestra prueba.
Acabada la conversación telefónica, nuestro guardaespaldas se dirigió a los gendarmes, y los tres se apartaron unos metros para hablar a solas con mayor libertad. Intercambiaron unas tarjetas, apuntaron algo en ellas, y en cuestión de un par de minutos, el suizo volvió hacia donde nosotros cuatro esperábamos la sentencia, y nos dijo que nos podíamos montar en los coches, y salir de allí de inmediato; previo pago del peaje, claro está, puesto que todavía no lo habíamos cruzado. Cada pareja, dentro de nuestros respectivos coches, íbamos dándole vueltas al asunto de cómo se había podido resolver la situación tan fácilmente en apariencia, puesto que los gendarmes ni tan siquiera se habían puesto en contacto (por la radio de sus motos) con sus jefes más o menos directos. Así es como llegamos a París y, como es lógico tras los primeros saludos, le preguntamos a Bernardo (como habitualmente le llamábamos) por la mágica resolución del incidente.
Y aquí viene la segunda y todavía más astuta parte de la historia, tras de la idea del suizo de contactar con su resolutivo jefe. Y es que Cahier le dijo a su subordinado que, con mucha diplomacia, les dijese a los gendarmes que en el garaje de Honda en París había una moto 900 Bol d’Or (CB-900 F2) de las que en los días 19 y 20 de Septiembre acababan de participar (y ganando) en la competición de las 24 Horas en el circuito Paul Ricard en el Sur de Francia. Y que si tenían el detalle de pasar por alto el “ligero” exceso de velocidad y no enrarecer las relaciones de Francia y su Gendarmerie con la prensa internacional del motor, el próximo viernes a última hora de la tarde podían pasarse por el garaje para recogerla y devolverla bien el domingo por la noche, o bien el lunes siguiente a primera hora; y así tenían sábado y domingo para disfrutarla un día cada uno de ellos. Está claro que aceptaron, y asunto zanjado.
La versión F2 (Fórmula 2) de la CB-900 Bol d’Or era la de competición de Honda para pruebas de resistencia, estrechamente derivada (aunque muy bien “retocada”) de la de serie, que ya no se comercializaba desde un par de años antes. Pero para correr, se seguía utilizando la 900, mucho más ágil y ligera que la 1100 que le había sustituido en la venta al público. Tenia un motor, todavía de los refrigerados por aire, de doble árbol con cuatro carburadores Keihin y rendía 95 CV a 9.000 rpm (de serie, y algo más la F2); alcanzaba (también de serie) los 210 km/h. Sin duda, un bocado muy apetitoso para poderse dar un buen paseo por parte de unos aficionados.
Y aquí radica el afinado juicio que Cahier debió realizar en cuestión de unos pocos segundos cuando le comunicaron por teléfono lo que pasaba: el exceso de velocidad, el radar, la inminente multa, el pago “a tocateja”, el hecho de que los denunciantes eran una pareja de motoristas, y acordarse de la feliz coincidencia de que en el garaje tenían la 900 Bol d’Or. Pero la oferta era un arma de doble filo porque, al fin y al cabo, se trataba de la proposición de un soborno; no económico, ciertamente, pero sí en especie (aunque con devolución al cabo de dos días). Y de encontrarse con dos (o simplemente uno de los dos) con un concepto absolutamente estricto del cumplimiento del deber, el remedio pudo haber sido peor que la enfermedad.
Pero lo que sin duda Cahier tuvo en cuenta, y sopesó debidamente, es el carácter un tanto especial de los agentes motorizado sobre dos ruedas. Creo que, en casi todos los países, este destino se asigna a voluntarios que lo piden expresamente; y casi todos ellos son aficionados al mundillo de la moto, y a su primera derivada de competición. No tenemos más que recordar las habilidades acrobáticas que con motivo de las Vueltas Ciclistas, les vemos realizar a los motoristas de escolta (gendarmes y agentes de la Agrupación de la Guardia Civil) y a los pilotos que llevan a la grupa a los cámaras de televisión. De modo que don Bernardo hizo sus cálculos, se arriesgó y obtuvo un triunfo clamoroso; y la 900 Bol d’Or de aquel año no sólo sirvió para ganar las 24 Horas, sino también para salvar a su fabricante de pagar una sustanciosa multa.
Por otra parte, la pareja de gendarmes no tuvo por qué quedarse con muy mala conciencia; sabían perfectamente que el hecho de que unos coches nuevos, de alta tecnología, perfectamente revisados para una presentación internacional y manejados por periodistas especializados hubiesen superado en 20 km/h el límite legal en autopista no suponía el menor problema para la Seguridad Vial. Todos sabemos (y los agentes tanto como el que más) que los límites suben y bajan en función de qué partido (y de qué ideología) esté en el poder, y de circunstancias como la mayor o menor exacerbación del tema de la ecología, la economía de consumo o la contaminación. Pero la auténtica seguridad es algo muy distinto de una cifra de velocidad máxima genérica a cumplir por todo tipo de coche y en cualquier circunstancia.
Así que aquí tenemos otra vez dos actuaciones no muy legales pero francamente inteligentes, y sin el menor perjuicio para terceros. Por una parte, un discreto soborno a unos agentes de la ley, gracias al cual se evitó una multa; pero sabiendo que la infracción no suponía ningún problema ético de seguridad. Porque la misma velocidad, un par de cientos de kilómetros más hacia el Este, en una autobahn alemana, no supone infracción alguna. Y por parte de los gendarmes, también sabían exactamente lo mismo; y a cambio de hurtarle a la Hacienda francesa el ingreso de una multa, pudieron disfrutar durante un día cada uno de una moto muy especial. Eso sí, es de suponer que al volver a montarse en su BMW patrullera el lunes siguiente, sin duda echarían en falta la agilidad y las prestaciones de la Honda. Pero es que no se puede tener todo en esta vida; o al menos, fuera de algunos momentos mágicos y muy especiales, como los que sin duda disfrutaron al manillar de la 900 Bol d’Or.
Y lo de conducir tras inflarse a vino en la comida?
Sin embargo, se deja lo mejor: no nos comenta si al final el Sr. Piccione se amartillo a la americana de buen ver.
no lo iba a leer, pero tras el comentario de Slayer al menos le echaré un ojo a las batallitas.
Como tuvo tirón la otra aventura ilegal, repetimos.
Entretenida historia de un «Acto de corrupción por el cual el agente entrega dádivas a un funcionario o servidor público para que, fuera de los cauces legales, ejecute prestaciones en su beneficio», es decir ‘soborno’.
Ahora comprendo porqué se enfada tanto cuando le para un picoleto que no se deja impresionar por el «oiga, que yo no soy un cualquiera».
Y también, vaya manera de enmierdarse mas tonta por parte de Honda: cometer un delito de soborno a riesgo de que el gendarme le estampe la moto de carreras y acabe costándole mucho mas que las multas, en todo caso el chocolate del loro después de todo el montaje.
No se, no le veo ni pies ni cabeza a la historia. ¿La moto era de competición pero street-legal?¿No sería una VFR, en todo caso?¿Habían bebido vino pero no les había afectado, como en las pelis de cine negro en las que el prota chuma whisky sin parar pero sus habilidades no se resienten?¿Debería el millonario haber pasado de su charla para conjurar el riesgo de que su señora hablase con otro?¿Es frecuente que cuando uno deja a su señora hablar con desconocidos esta caiga seducida? En fin.
@4
https://www.youtube.com/watch?v=McS7w7jUgYQ
Hay cosas que solo pasan en la cabeza del que las cuenta.
Me llamo Bond, James Bond….
Bueno, en este caso sería Mon nom est Bond, James Bond…
@5.- Vale mas tomárselo a coña, si, porque pensándolo friamente lo que tenemos aquí es un señor afirmando desde una web respetable que la postura inteligente ante una multa es el soborno, y no contento con eso cuenta que Honda sobornó a unos gendarmes. Deben estar dando palmas con las orejas los de esa marca, los gendarmes no se enterarán.
Veo dos posibilidades: que esto solo lo leemos los cuatro que solemos comentar por aquí, o que esto va a traer cola.
La persona que llama al poderoso sabe que puede sacarle del problema. El poderoso tiene que demostrar el poder y porque está por encima de las demás clases sociales. Para ello utiliza todo a su alcance. Los multadores saben que pueden tener problemas si no aceptan y entonces se unen para aceptar.
Entonces se pone en realidad la practica de la teoría pública hace más de medio siglo por Jhon Forbes Nash. Llamada la teoría de los juegos y que sirvió y sirve para el capitalismo.
Bueno, esto ocurre a la orden del día….
Claaaaro. Te trinca el radar y hacen la vista gorda por la promesa de una vuelta en moto.
Esto pasa a la orden del día, en la rue 13 del percebe.
Jopé, lo llega a hacer Mario Garcés, lo cuenta en su twitter y se lía pardísima!!
Espero la segunda parte, con carreras pie a fondo tras el peaje y ulterior Bukkake a la americana, mientras el marido, maniatado, asiste lloroso a la escena.
Invent… ¡INVENT!
Como cantaban el el Xabarín Club: «pode ser que si, pode ser que non, pode ser que sexa, pode ser ou non…»
Si lo es es grave, tanto por el sobornador como por los sobornados, si no lo es también puede ser grave, a no ser que el delito (supuestamente cometido por sobornador y sobornados) haya prescrito.
De todas formas es un tipo de actuación, desgraciadamente, corriente y bien vista.
Verdad, Sra. Cifuentes? Verdad Sr. Álvarez Conde?
Los límites de velocidad no sólo tienen que ver con la seguridad vial, la ecología, o la balanza comercial, sino también con la vida útil del pavimento de las carreteras. No es lo mismo apoyar el peso de un vehículo sobre el pavimento de forma progresiva, que cargar y descargar dicho peso de forma brusca o «instantánea». Tomando como referencia una longitud de contacto de cada neumático con el pavimento L, el tiempo de carga y descarga t es inversamente proporcional a la velocidad (t30 = L/8,3 a 30 km/h; t50 = L/13,9 a 50 km/h; t90 = L/25 a 90 km/h; t120 = L/33,3 a 120 km/h; t150 = L/41,7 a 150 km/h;…), de modo que dicho tiempo de contacto decrece un 20% (t150/t120 = 33,3/41,7 = 0,8) al pasar de 120 a 150 km/h, y aumenta un 33% si bajamos de 120 a 90 km/h. Aunque estamos hablando de milésimas de segundos en todos los casos, la intensidad de los impactos se incrementa de forma muy notable a medida que aumenta la velocidad.
Por tanto, creo que el tema de las «sanciones» económicas por circular a más velocidad de la reglamentaria (siempre que no sea exagerada), ahora que parece que está cerca lo del «coche conectado» a las infraestructuras, podría solucionarse aplicando un baremo de tarifas o tasas, dependiendo tanto del peso y capacidad de carga de cada vehículo, como del nº de km recorridos con exceso de velocidad, y que la DGT nos pase la cuenta mensual o anualmente, a modo de indemnización por daños y perjuicios.
Saludos
Pues viendo que en 1988, el Prelude no ganó, pero quedó tercero, quizás AdeA debería explicar el reparto de puntos que dieron en la época los miembros Españoles del Coty ese año.
Curioso que Autopista y Automóvil tuviesen dos jueces, siendo del mismo grupo.
Nunca mejor dicho, época de vino y rosas en el periodismo del automóvil.
Ráfagas, GTO.
Los sancionadores están desprotegidos y a la hora de relacionarse con un poderoso que tiene protección total, se ven acabados. Pero el poderoso actúa con un regalo, es decir sin amenazar. Saben que es mejor aceptar, porque de lo contrario lo pasarían mal. Y aceptan el regalo, olvidándose de la sanción. Claro que para ello han tenido que pactar, teniendo al teléfono al poderoso que se lo estaba pasando en grande.
En muchos campos de la vida de hoy hay personal no preparado ocupando puestos que les viene grande. Pero lo hacen porque pueden, porque están protegidos y le dirán la píldora al poderoso.
Este es el caso del suizo que llamó al poderoso para que le quitará la sanción. Una vuelta en moto y todo resuelto.
@13, hay días que le daría un beso, otros no. Hoy si, seguro.
Es Vd. profesor universitario de matemática aplicada?
O eso o se dedica a la simulación, simulación por ordenador. Me parece estar leyendo a un compañero yéndose por los cerros de Úbeda.
Es broma, no se enfade.
A ver si consigue que aprueben su teoría y entonces me compró un GTI ligerito con ruedas muy gordas para que reparta la carga en los mismos CM2 que un Panamera de 2.000 kg y así me hacen descuento en los km conducidos a mayor velocidad gracias al poco desgaste que provoco en el asfalto.
Lo digo porque en esa ecuación no ha contemplado un factor de ancho de neumático. 🙂
sublime Don A de A, como siempre que cuenta anécdotas.
A los puritanos: Miren las pruebas de esos años en Automóvil y presten atención a las velocidades de crucero y las medias obtenidas. Lo de Francia es «peccata minuta».
«O tempora, o mores».
PD: Por ser que suspendía latín…., el cuerpo me pedía estas expresiones que encuentro son las mas adecuadas, para la idea que quería expresar. Es lo que tiene leer tantos Astérix.
@17,
Hola, Oscar de Lleida. Aqui Slayer, del 8o circulo del infierno, novena fosa.
Creo que aqui nadie ha criticado el exceso de velocidad. Se habla del alcohol, del soborno, de invents…
El que avisa no es traidor… y esto ya està degenerando. Eso pensarìa alguno de los puristas.
Mi parecer es que ya espero ansioso màs batallitas de D. Arturo, aunque el rigor va bajando a marchas forzadas … mira que no acordarse del lìmite de velocidad de 130 en las Autoruote.
Bueno, las cosas sucedieron en parte así… desde el punto de vista de los COTY, que venían con muchas ínfulas.
Si, la recepción fue en una bodega. Si, estuvimos comiendo y bebiendo vino. Y si, Piccione estuvo muy pesado con la señora americana. Su marido y servidor estuvimos riéndonos un rato de ese grupito de paletos, pensábamos que las películas de Paco Martínez Soria y Alfredo Landa ya habían pasado de moda, pero no era así.
La vuelta fue complicada. Estuve en contacto con mi jefe, Cahier. Yo le expuse mis dudas acerca de una tropa de españoles borrachos al volante del nuevo Prelude. Pero este me dijo que no me preocupase. Así que tiramos millas. Hasta que nos pararon los gendarmes.
La historia entonces difiere. Hablé con los gendarmes ya que querían hacer una prueba de alcoholemia al grupito. Desde luego que Honda no quiere esa publicidad, lo de la multa de velocidad era lo de menos. Así que llame a Cahier y acordamos llevar a los gendarmes a un sitio apartado y pasarle todos los datos de Honda Francia para que hicieran llegar las multas que creyesen oportunas directamente a nuestras oficinas. Por fortuna, los gendarmes se atuvieron a razones y así fue como acordamos.
Decidí entonces trolear un poquito al grupo, comandado por el autor de este blog, el que iba de listillo. Les conté lo de la moto (les vendí la moto, jejeje). Lo que no esperaba, por lo inverosímil, es que lo creyeran.
Siempre me han sorprendido las atenciones de algunos fabricantes -de lo que sea; teléfonos, ordenadores, electricidad, siderurgia,coches,…- para con los periodistas: viajes, hoteles, comidas,…
Y sobre todo, que los periodistas acepten encantados. Parece que, en algunos sectores, es práctica en declive. Algunos plumillas consideran que, de alguna forma, se les compra y, sobre todo, e inconscientemente, aunque traten de sobreponerse a ello, se les condiciona.
Supongo que en el 87, eso de sentirse un escogido por aquello de ser jurado del COTY (por cierto, su web apenas aporta información, desde luego, nada de la convocatoria del 87) de irse a París, utilizar coches deportivos para ir a una bodega, comer opíparamente,… y todo por cuenta de Honda, incluidas las multas, no era moco de pavo.
Multipliquemos lo de Honda por cada uno de los candidatos. No suena nada mal.
Eran otros tiempos.
Casi que lo de los gendarmes me parece lo de menos.
Eso sí, la anécdota, sin duda, escrita con buen pulso narrativo.
PS: o muy mal ha envejecido el señor Piccione o tiene sus encantos para con la americana bien ocultos….
Hoy en dia, cosas asi escandalizan bastante, en general con razon, pero en aquella epoca, no dire que era normal, ni mucho menos, pero si se miraba con otros ojos.., y este en concreto, al ser en «especie», lo hace menos descarado que si fuera con pasta de por medio; pero vamos, que el tipo se la jugo mucho, y bien le podria heber salido el tiro por la culata..
Prefiero quedarme con la batallita en si, la de un dia en la vida de un periodista de motor, y como tal, me ha hecho pasar un rato entretenido..
Por cierto, no estoy muy puesto en motos, pero diria que en aquella epoca, una Bol d’Or empezaba a ser una moto «vieja», pero supongo que su preparacion la podia hacer apetecible para los gendermanes en ese momento..
Parece mentira lo bien que ha aprendido el español el joven suizo. Tiene mérito. Pero ya no debe ser tan joven ¿Cuántos añitos tienes ya #20?
Pues vive dios que la «anéctoda» es real. Me la contó mi cunyado hace años, y ahora sale a la luz por otro lado, qué pequeño (petit, decimos en nuestro idioma) es le monde.
Lo que yo me pregunto es… el señor picchione, haciendo gala de su apeyido italiano, cortejó a la señora americana… estando ya casado? Sigue casado con la susodicha señora? En ese caso, ha llegado a orejas de la señora de Pichone el affaire en cuestión? Qué opina de ello? Podríamos estar hablando de que el señor Adeá ha puesto en un compromiso a su ex compañero de batallitas por el simple hecho de salir aquí a darse cuatro golpes en el pecho como un gorila en celo? Alguien tiene el teléfono de la señora de Pistone?
Ohlala, que diría mi Primo, estos españoles están locos. Me voy a comer un poco de fromaxh con xocolá.
Ya con la perla del primer párrafo se luce: «una maniobra (psicológica, no material) que no me atrevo a calificar de ilegal (ya juzgarán Vds), pero desde luego plena de la más rápida y aguda inteligencia.»
Muy inteligente sí, sobornar a la autoridad, que también fue muy inteligente, sí.
De este blog lo mejor, como siempre, los comentarios de la mayoría.
Saludos.
me reafirmo de #2: en estos posts offtopic de Adeá, mejor leer directamente los comentarios. Vaya ganas de poner en evidencia gratuitamente a Honda por chanchullera, además dando nombres y detalles, a la gendarmería francesa por aceptar sobornos, y al señor Piccione de rebote por tiracañas.
además, como Adeá no lee los comentarios (no debe entrar en el trato económico con km77, supongo) pues seguirá dándonos carnaza.
Parece una historia de Amador Rivas en La que se avecina.
Alucinante.
https://www.rodiautosport.es
Pues a mí me encantan estas anécdotas de Arturo. Los que hemos corrido cientos de miles, o quizá millones, de kilómetros hemos hecho de estas y mucho más, probablemente. Entre tanta y tanta prueba rigurosa, mediciones exactas de consumo en distintas circunstancias yo, al menos, le agradezco estas inserciones semihumoristicas que no afectan a que, en próximas entradas, nos vuelva a seguir enseñando y deleitando con sus concienzudas pruebas. Adelante, D. Arturo, que ladren los de siempre que muchísimos le seguimos. Un saludo a todos.
Los acertijos fomentan el uso racional tanto en los problemas del colegio, como en los problemas de la vida cotidiana, que nuestros hijos encontrarán cuando sean mayores.
Todos los acertijos de esta página pueden ser usado por profesores, padres y alumnos. Creemos que es buena idea, plantear cada uno de sus enunciados en los colegios, para desarrollar su lógica, al mismo tiempo que su imaginación.
Resulta importante, no ceder rápido a mirar la respuesta.
Los niños deberían aprender a pensar un rato por sí mismos antes de rendirse. Cuando la respuesta coincide con la respuesta del alumno, la satisfacción es enorme, y la motivación aumenta increíblemente.
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