En un lapso de 43 días, del 3 de Noviembre al 17 de Diciembre, he recibido un bombardeo de siete comunicados relativos a una misma encuesta, troceada en capítulos y enviada al cronométrico ritmo de uno cada semana. Cuando comprendí que ya había acabado el diluvio, pasé a unificarlos y preparar esta entrada sobre el tema en cuestión. Porque, a diferencia de otras encuestas, banales en su temática y poco fiables en su realización, la que ahora nos ocupa tiene, al menos, un elevado interés en cuanto a su tema central: el papel, peso y responsabilidad de los padres en la educación que reciben sus hijos para el aprendizaje de la conducción de vehículos a motor (automóviles, en la inmensa mayoría de los casos).
La encuesta es una más de las muchas que, con singular dedicación, patrocina GoodYear-Dunlop sobre diversos temas relacionados con la automoción y, muy específicamente, con la Seguridad Vial. El ámbito de la encuesta abarca 19 países europeos, y también de África y Próximo Oriente, habiendo sido consultados 6.805 domicilios: básicamente los padres, aunque parece que también, al menos en algunos temas, sus hijos; pero es posible que las respuestas de éstos estén sacadas de anteriores encuestas. En la tabulación que nos facilitan, y como viene siendo habitual, se entremezclan los porcentajes atribuidos al total de los consultados, al de los europeos y al de los españoles; me centraré básicamente en estos últimos, tomando también cifras europeas en ocasiones. En el fondo, creo que la relativa oscilación de los porcentajes importa menos que el asunto en sí mismo.
Un problema de esta encuesta es que su fiabilidad está condicionada por el hecho de que un colectivo (los padres) opine sobre sí mismo; es muy difícil que su opinión sea, no ya científica y ni siquiera neutral, sino mínimamente objetiva. Y tampoco serviría de mucho, aunque sí hubiese sido más interesante, la opinión de los hijos, al estar también sesgada por enfoques subjetivos. Complicado, pero de mayor interés, hubiese sido que un elevado número de profesores de autoescuela hubiese preguntado a sus alumnos acerca de lo que habían ido aprendiendo al observar o escuchar a sus padres; la impresión recogida por esos profesionales, neutrales respecto a la relación paternofilial, sí que habría sido de mayor interés.
Por otra parte, y como también viene siendo habitual en estas encuestas, nos encontramos con incongruencias en los porcentajes obtenidos en respuestas a temas muy similares; incongruencias que podrían provenir tanto de la opinión sesgada que los encuestados tienen de sí mismos, como de que las preguntas estuviesen planteadas de un modo insuficientemente claro. Así mismo, hay diferencias bastante notables en las respuestas a una misma pregunta entre diversas nacionalidades, incluso vecinas entre sí; sin duda la encuestación, aunque sobre un temario común, no se realizó en unos países exactamente igual que en otros, o bien sobre un campo de encuestados similares en sus condicionamientos sociológicas.
En los domicilios encuestados había hijos que podríamos considerar novatos, con edades comprendidas entre los 16 y los 24 años; lo cual no significa que todos hubiesen obtenido el permiso de conducir a los 16 o 18 años de edad, pudiendo haberlo sacado a edades más avanzadas. Pero lo que de verdad interesa es el tema en sí, las preguntas concretas, las respuestas aunque el porcentaje no sea muy fiable; y sobre todo, el hecho de tomar conciencia de que, durante un tiempo que puede oscilar entre 10 y 15 años, los padres son la influencia prioritaria, aunque quizás no única, que tiene un futuro conductor antes de pasar por la autoescuela.
Un primer aspecto, que confirma lo dicho en el párrafo anterior, es que un 62% de los padres españoles encuestados (y un 55% de los europeos), reconocen que conducen con más cuidado cuando llevan a sus hijos dentro del coche. Lo cual se refuerza con que el 50% de los españoles (51% de los europeos) creen que sus hijos les vigilan mientras conducen; no sé si la traducción por “vigilan” es correcta, aunque es seguro que se refieren a que les observan, quizás con la intención de imitarles en un futuro. En todo caso, el 31% cree que esta observación ya influye a partir de entre los 6 a 10 años de edad. Se me hace raro que un 20% crea que les observan, pero que esto no llega a producir influencia, o al menos hasta que tengan más de 10 años de edad. Pero lo que está claro es que al menos la mitad reconoce que cambia de actitud al volante al transportar a sus hijos; falta por saber si algunos también cambian aunque prefieran no reconocerlo, o incluso algunos lo hacen sin darse cuenta.
En cuanto a su comportamiento básico al volante, un 26% de los europeos admite tener malos hábitos, aunque todo depende de lo que entiendan por ello; pero cuando ellos mismos lo dicen, algo habrá. Y en este mismo sentido, un 32% de los españoles reconoce haberlos adquirido a lo largo de los años de práctica. Es decir, que al ir cogiendo soltura, alguna de los buenos comportamientos que observaban en un principio los han ido abandonando. A este respecto, justo es decir que algunos meticulosos comportamientos de un novato se deben más a inseguridad que a convicción, y tienen como consecuencia entorpecer el tráfico; y luego empiezan a hacer lo que todo el mundo, bordeando o saltándose en ocasiones la norma (con o sin peligro, esa es otra cuestión) en beneficio de la rapidez y la fluidez.
Pero volviendo a la interrelación entre padres e hijos, hay una mayoría que creen que sus hijos les consideran buenos conductores; aquí hay una doble asunción de hipótesis: ellos creen que sus hijos les consideran buenos conductores (y a lo mejor es sólo coba que les dan los niños, vaya Vd a saber), y en segundo lugar, es concederles a sus hijos la capacidad de distinguir entre buenos y malos conductores. En todo caso, el 51% del total de encuestados (de tres continentes, no lo olvidemos) cree estar bien considerado como conductor por sus hijos; porcentaje que sube al 76% en España y al 77% en el conjunto europeo. Así que una de dos: o los europeos conducen efectivamente mejor, o sus hijos son mucho más tolerantes con sus padres que en África y Próximo Oriente. Aunque a juzgar por las filmaciones del tráfico en El Cairo que solemos ver, no es de extrañar tal disparidad.
Una última reflexión sobre esta cuestión de los malos hábitos y su transmisión es que el 65% de los profesores de autoescuela creen que los malos hábitos de los padres al volante influyen en los hijos; quizás un tercio de los profesores (el resto) es demasiado optimista al creer que no influye. Curiosamente, y quizás para descargar su conciencia, sólo el 17% de los padres (no hay forma de saber si españoles, europeos o totales) admite que los malos hábitos de sus hijos sean heredados. Aunque ello podría interpretarse como que el resto (un 83%, nada menos) considera que sus hijos tienen muchos más malos hábitos que los simplemente heredados, y no se hacen responsables del conjunto de todos ellos.
Todo lo anterior sólo nos da una pincelada, sin duda interesante, respecto a la indudable influencia de los padres sobre los hijos; influencia que existe en casi todos los demás ámbitos de la vida diaria. Pero ahora vamos a pasar a analizar los aspectos más prácticos de la encuesta, aquellos de los que podríamos sacar conclusiones con una posible aplicación tanto al comportamiento de los padres como a eventuales mejoras en los sistemas de aprendizaje. Lo cual nos llevará irremediablemente al siempre espinoso tema de las autoescuelas, de sus sistemas de enseñanza y de lo que esperamos de ellas, y a cambio de cuanto dinero.
No ha sido fácil decidir un orden más o menos lógico en el que comentar los diversos temas tratados en la encuesta, que llegaron en un orden que no lo era demasiado. Así que he elegido el que voy a desarrollar a continuación; con la relativa tranquilidad de creer que, en el fondo, lo que interesa es tocar todos esos temas, aunque el orden resulte caprichoso o incluso anárquico.
Un primer problema con el que se enfrentan los padres –en el caso más frecuente, pero no exclusivo, de ser ellos quienes pagan y eligen la autoescuela- es que no tienen datos sobre los criterios de calidad para elegirla. Quiero entender que dichos padres consideran que deben existir unos baremos por lo que poder enjuiciar externamente la calidad de la autoescuela; cosa que yo no veo tan clara, excepto el porcentaje de aprobados que consigan en el primer, segundo o tercer intento de sus alumnos. Un 48% de los padres españoles considera difícil dicha elección de autoescuela, y el resultado final es que un 62% se acaba decantando por la proximidad a su domicilio; un 41% por recomendación de conocidos o parientes (lo que depende de la experiencia del recomendante, cuando a lo mejor no conoce más que una); un 40% lo hace en función del precio; y un 25%, por la cualificación de los profesores (ya me gustaría saber cómo la determinan).
Pero en lo que sí hay casi unanimidad es en considerar que son muy caras, ya que un 82% de los padres españoles coinciden en ello. Con lo cual no se hace sino seguir la tradicional pauta de considerar caro todo lo que debemos pagar, y una miseria lo que nos pagan por nuestro trabajo. También hay unanimidad en estar a favor de más enseñanza de Seguridad Vial en la escuela desde la más tierna infancia: así lo cree el 84% de los padres europeos, y el 72% de los españoles. En plan tal vez un poco pesimista, un 62% de los europeos cree que se está fracasando en este aspecto; quizás tengan razón. Lo que creo debería aclararse un poco mejor es si esta enseñanza se ciñe exclusivamente al comportamiento como peatón, que es lo que serán los alumnos durante cerca de diez años, o se hace extensiva a la participación activa en la circulación rodada: porque bicicletas, patines, ciclomotores e incluso microcoches (y éstos por parte de adultos) se pueden manejar sin haber pasado examen alguno.
Un aspecto concreto muy interesante es que a un 73% de padres les gustaría que se diesen más clases sobre conducción en condiciones climatológicas adversas; y un 70% opina igual respecto a resolver situaciones de emergencia, que más o menos viene a ser casi lo mismo. Aquí no se dice si se estaría dispuesto a pagar todavía más por una enseñanza que ya se considera cara; ya que estas clases prácticas exigirían, además de mucho más tiempo, unas instalaciones y equipamiento muy superiores a colocar cuatro palitroques para aprender a aparcar.
En paralelo con este asunto, la encuesta plantea una pregunta muy interesante, y de largo alcance: ¿estarían los padres de futuros conductores novatos a favor de recibir ellos mismos cursos de repaso sobre conducción (no se especifica si teóricos o prácticos)? Porque en respuesta a dicha pregunta, muchos padres lo considerarían oportuno, en función de los problemas a los que se enfrentan cuando se los plantean sus hijos, que ahora están aprendiendo. De hecho, sólo un 60% de los españoles (baja al 54% para los europeos) creen que aprobarían el examen si tuviesen que repetirlo en la actualidad (no se clarifica si se refiere al teórico o al práctico). Viene luego la cuestión de si estos cursillos “de refresco” (similares a los que son obligatorios cuando se pierden todos los puntos del permiso) deberían a su vez ser o no obligatorios cada cierto tiempo (seas padre de futuro novato o no, supongo).
Con lo cual volvemos a enfrentarnos al eterno dilema económico: el 64% estaría a favor, si bien a condición de que a cambio te rebajasen la prima del seguro. Porque un 68% de europeos y un 74% de españoles no estaría dispuesto a acudir a dichos cursillos, si no es a cambio de una contraprestación económica. Por lo visto, y teniendo en cuenta que se supone que los profesores (unos profesionales que viven de su trabajo) deben cobrar tanto si dan clases a novatos o a “repetidores”, esa condición previa parte del planteamiento de que las clases se las paguemos el resto de los ciudadanos, a base de que las clases a los novatos sean todavía más caras, o que a los demás nos cobren el seguro más alto (y a ellos más barato). Por ese camino no vamos a ir muy lejos.
Pasemos a otra cuestión: el control de los novatos. Y empezaremos por la dichosa “caja negra”, esa que ya llevan los vehículos de transporte pesado, y que registra los horarios, velocidades y, si incluye GPS, el itinerario realizado. Pues bien, el 46% de los europeos y el 44% de los españoles estarían a favor de su instalación en el coche de sus hijos, o el único de la familia si es para utilización compartida. Por cierto, en este aspecto, los padres italianos son más desconfiados, y el porcentaje de los partidarios de la “caja negra” sube hasta un 73%. Como es lógico, de su instalación (se supone que pagada al 100% por los padres) se esperan los lógicos beneficios, ya que el 57% de los padres españoles cree que el comportamiento al volante de sus hijos mejoraría al saberse controlados.
También aquí hay un aspecto espinoso: su obligatoriedad. La cual se refiere a la aceptación voluntaria por parte del hijo, ya que imponerla legalmente para todo novato, además de la “L” verde en la luneta, sería demasiado fuerte. El propio presidente de la Asociación Europea de Autoescuelas opina que la instalación de dicho aparato debería ser voluntariamente aceptada por el conductor novato, pues de lo contrario tendría demasiada similitud con la historia del “Gran Hermano” de la que ya hemos tratado repetidas veces en este blog. Claro que, de ser voluntaria, cabe la fundada sospecha de que los que más la necesitasen serían los que se opondrían a ser controlados. Así que la gran duda sería: ¿instalación voluntaria por parte del padre, o del hijo?
Un paso más en esta cuestión del control es la del permiso de conducir por grados, que pueden establecerse con distintos baremos. Pero sean del tipo que sean, un 42% de europeos y un 43% de españoles está de acuerdo con ello. No obstante, aquí la dispersión es notable, por no decir preocupante: en Rumania y Polonia, los partidarios suben hasta el 72% en ambos casos, mientras que descienden hasta un escaso 15% en Suecia y un despreciable 6% en el Reino Unido. ¿Todo el mundo entiende lo mismo en eso de “por grados”, o es que el nivel de confianza en los hijos tiene semejantes variaciones de un país a otro?
Otros sistemas de control incluirían la posibilidad de recibir unos informes periódicos de los progresos del alumno en la autoescuela, como en los colegios: un 53% de europeos y un 62% de españoles estaría a favor. Por pedir que no quede; pero esto supondría un encarecimiento, puesto que dicha evaluación supondría un trabajo extra para el profesorado, y eso habría que pagarlo. Claro que hay una solución más radical, pero quizás poco aceptable para dichos profesores: un 40% de europeos y un 44% de españoles querría poder acompañar en alguna ocasión a su hijo en el coche de la autoescuela, para verificar en vivo y en directo los progresos de su retoño. El peligro de interferencias con la labor del profesor es evidente, si el padre no se conforma con ir siempre callado. Más sugerencias: restringir el uso nocturno, o la circulación por autopista (mayor velocidad), o el número y edad de los acompañantes, o exigir la presencia a bordo de al menos un adulto de más de cierta edad. El problema es que todo ello exigiría un control unitario, sobrecargando la labor de las policías de tráfico.
Y ahora viene la asunción de responsabilidades por parte de los propios padres: en condiciones climatológicas adversas, sólo un 24% de los padres europeos y un 18% de los españoles se sienten seguros conduciendo; porcentaje que baja aterradoramente a unos 13% y 5% en el caso de las madres, según sean europeas o españolas. Así que, por lo tanto, nada tiene de extraño que los propios jóvenes, en un 42%, no se consideren preparados para enfrentarse al fenómeno concreto del “aquaplaning”; ¿y quien puede garantizar que sí lo está? Yo mismo me salí una vez de la carretera, y eso con un excelente tracción integral (Delta Integrale), al pisar un charco enorme en una curva a izquierdas, creado y oculto por la pared de la mediana, cuando el resto de la carretera ya estaba totalmente seco. Porque el problema no es sólo la pérdida de adherencia, sino la posible sorpresa.
Y ya como colofón, aunque no tiene demasiado que ver con la temática de esta encuesta, en ella se añade el dato de que tanto a nivel europeo como español, el 56% de los padres coincide en considerar que los límites de velocidad actuales son demasiado bajos. Es decir, que la problemática de falta de control y seguridad al volante, incluso admitiéndola como propia, no se relaciona directamente con la velocidad en valor absoluto, sino más bien con falta de técnica de conducción, sea a la velocidad que sea, y tanto más cuanto peores sean las condiciones, aunque la velocidad entonces sea evidentemente mucho más baja.
En plan de conclusiones hay que partir de una realidad que ya no depende de la opinión de padres, hijos o profesores: el accidente de tráfico es la causa número uno de mortalidad entre los jóvenes de 16 a 24 años de edad; su factor de riesgo es de dos a tres veces mayor que en el caso de los adultos. Y ahora ya según los propios padres, las causas de los accidentes de tráfico de los jóvenes son: para un 62%, el desprecio (supongo que en el sentido de minusvaloración) de las consecuencias del accidente; para un idéntico 62%, el conjunto de drogas/alcohol; y para un 49%, la inexperiencia. Lo cual no impide que las tres o cuatro causas puedan ir mezcladas, e incluso todas a la vez.
A pesar de ello, un 70% de los padres españoles y un 84% de los europeos creen que sus hijos conducen de forma responsable; y un 39% afirma que los jóvenes, en general, son más responsables que tiempo atrás, se supone que cuando ellos eran jóvenes a su vez. Es posible que algo de verdad haya en ello, a causa del continuo machaqueo sobre los accidentes de tráfico que hay en los medios de comunicación, y también porque para muchos de esos jóvenes, el automóvil ha perdido, en todo o en parte, el aura de fascinación que tenía para casi cualquier joven hace tres o más décadas.
Estas eran algunas de las conclusiones que se obtienen según los realizadores de la encuesta; ahora vamos a ver las que podemos sacar nosotros, a efectos prácticos. ¿Y qué es lo que, básicamente, acaban por pedir los padres entrevistados? Pues, en mayor o menor porcentaje, casi lo mismo que en este blog (y por mi parte, desde mucho antes): cursillos de perfeccionamiento de conducción para ellos mismos, bajo el manto de clases “de refresco”, poniendo el énfasis en la resolución de situaciones de emergencia, aspecto concreto que también se exige –quizás de forma un tanto prematura- para los propios novatos; y la aplicación de un permiso de conducción por grados, que ellos plantean en función de la edad, pero que podría e incluso debería hacerse extensivo a todo el colectivo de conductores, implantando un escalonamiento en función de la potencia o, quizás con mayor precisión, de la relación potencia/peso del vehículo que vamos a manejar. Si cualquiera no puede ponerse al volante de un camión articulado, aunque tenga permiso para turismos, tampoco debería poder hacerlo, y menos con 18 años, cuando se trate de un turismo de 600 CV.
D.Arturo usted no aprende, eh?. Este tipo de artículos no interesa. Lo que usted cuenta lo hay en miles de páginas en internet. Queremos artículos técnicos puros y duros. Datos que no se encuentren. Queremos que nos hable de lo que realmente usted sabe, diámetro, carrera, compresión, desarrollos, EA211, etc.
Oiga 1 @José Antonio, casi que hable por usted no?
Pues a mi si que me parece interesante la encuesta, sobre todo para los que tenemos hijos.
Yo tambien opino que en general se conduce con mas cuidado con los hijos dentro del coche… pero lo que no dice la encuesta es que hasta que se va a recoger a los niños al cole se conduce con mucho menos cuidado: llegas tarde del trabajo, con el atasco no llegas a por ellos… aceleras y adelantas alocadamente a los demas coches para llegar… cuando llegas aparcas de cualquier manera o directamente encima de la acera del cole… etc
(No hay mas que acercarse a un cole en el momento en el que salen los peques y veras una especie de caos automovilistico entre coches, padres, hijos y algun policia local intentanto poner orden)
En mi opinión lo que falta, en la conducción y en otros órdenes de la vida, es educación y respeto por los demás. Sé que esto suena un poco a abuelo cascarrabias (uno empieza ya a peinar canas) pero buena parte de los comportamientos que aprecio en las carreteras son debidos al exceso de confianza y sobre todo a la falta de respeto por el resto de conductores. Y esto me temo que no se pueden enseñar en las exiguas clases teóricoprácticas de autoescuela.
Suelen decir los profesores que la enseñanza se produce en las escuelas, pero la educación tiene que venir mamada de casa. Y creo que la conducción no un tema muy distinto.
Lo que no acabo de entender es porque la educación vial no es obligatoria en la escuela.
Ningún partido político se lo toma realmente en serio en su programa. Debería ser una asignatura obligatoria, mucho mas importante (te juegas la vida y la de otros) que muchas chorradas de las que ahora se estilan.
Sinceramente no sé cuánto dinero se gasta hoy en día en encuestas y más encuestas cuyos resultados son o bien imprecisos o bien totalmente previsibles.
@1 José Antonio:
¡Qué barbaridad! ¿Qué sensación tan frustrante creer que ya he dejado algunos temas meridianamente claros, y recibir comentarios como el suyo! No sé cuántas veces he dicho ya que lo único en lo que el titular del blog (o sea yo) tiene ventaja sobre los comentaristas es en elegir el tema o «topic» de la entrada. Y también que doy por hecho que no todos los temas van a gustarle a todo el mundo; se le agradece, no obstante, su intento de contribuir a encarrilar la elección del tema hacia donde haya más coincidencia. Ahora bien, si lo hace atribuyéndose la representación de todo el colectivo no ya de comentaristas, sino incluso de lectores que no comentan, ¿no le parece a Vd un tanto excesivo? Y claro, recibe Vd contra-comentarios como el de @2 Juan.
Por otra parte, ¿por qué cree Vd que yo entiendo más de técnica «pura y dura» que del fenómeno del tráfico y de la conducción a carretera abierta? Porque siendo la tercera generación de profesionales del motor, e hijo de alguien que se sacó el carnet de «1ª Especial» en 1919, y que desde entonces hasta su tardío fallecimiento había conducido desde turismos hasta camiones con remolque, y a cuyo lado eché los dientes en este campo, más luego mi propio trabajo profesional, más haber realizado la gran mayoría de cursillos de conducción de la gran mayoría de grandes marcas, algo entenderé del asunto, ¿no cree?
Y en Internet viene absolutamente todo de todo; es cuestión echarle tiempo (perdido en muchos casos) y saber buscar. Hay tanto técnica como tráfico, circulación, legislación y lo que Vd pueda e incluso ni se le ocurra soñar. La cuestión es separar el grano de la paja, y la fiabilidad que tengan unos y otros datos, y quienes los introducen.
@3, 4 y 5:
Totalmente de acuerdo con todos Vds. En todo caso, me parece a mí que muchas situaciones de peligro (que no todas) no se deben tanto a exceso de confianza, como a grueso error de apreciación, por no tener ni idea de los límite de adherencia ni del cálculo de distancias, tiempos y velocidades. Y si se juntan confianza, desconocimiento e impericia, pasa lo que pasa.
@6 Elisa:
Separo la respuesta a su comentario, por ser muy divergente de los anteriores. Estoy de acuerdo con Vd, y ya lo he comentado así en varias ocasiones. Lo que ocurre es que estas encuentas y estadísticas nos dan pie para comentar entre nosotros sobre temas que son, en sí mismos, muy interesantes; y ello sin necesidad de porcentajes bastante dudosos, ya que con un poco de sentido común y conocimiento del fenómeno en cuestión se puede llegar a tan buenas o mejores conclusiones que la encuesta.
Pero también he comentado en ocasiones que en el actual mundo mediático, esta es una forma de que tanto grandes corporaciones, como empresas de encuestación y agencias de noticias consigan la atención de los medios de comunicación (sobre todo los de información general) que reproducen fielmente los comunicados. Y así consiguen un protagonismo y una buena imagen: la de preocuparse por esos temas que sí son de gran interés, aunque el resultado final nos deje (al menos a los que algo sabemos del asunto) igual de fríos que antes de leerlo. Aunque quizás para el gran público no está de más recordar cuestiones que no dejan de ser evidencias y obviedades (los padres influyen en los hijos), pero subrayando aspectos concretos en los que quizás no habían pensado.
Estoy con 5Joaquín, es imperdonable.
@8 A. de A.: Era un comentario al margen, obviamente no le critico que lo use como punto de partida para una discusión sobre temas que sí son interesantes.
Lo que pasa y a mí me enerva (bastante) es que todos estos ‘estudios’ han adquirido un protagonismo brutal, y así, cuando buscamos información sobre temas de tráfico (o cualquier otro tema) lo primero que nos encontramos es una montaña de ‘encuestas’ realizadas por gente que no és la que tiene más conocimiento ni experiencia en la materia pero que pasan a ser como ‘la voz autorizada’, pasando muchas veces por delante de la gente que debería ser realmente escuchada.
A mi esta encuesta me hace gracia, viendo lo mal que conducen muchos no se que validez puede tener su opinión al respecto, sean sus hijos o no. Además que cuando nos hacen una encuesta de estas, todos nos ponemos el disfraz hipócrita de conductor super-concienciado y prudente para el que «todo es poco por la seguridad», pero si después hay que pagar mas por obtener el carnet la cosa cambia. Y después esta el tema de que los padres no tienen ni idea de lo que hacen los hijos, como el típico de «no, si mi Lucas es muy formal y no bebe», y resulta que Lucas llega los sábados con unos ciegos del quince, pero disimula muy bien. O al revés, el que tiene un hijo normal y por algún motivo cree que es un macarra. Vamos, que como para fiarse.
Con lo que mas de acuerdo estoy es con el tema de que ahora los nobeles son mas responsables con los aspectos velocísticos, porque a la mayoría no les gusta especialmente conducir en si. Aunque después vayan a la velocidad marcada por las señales, pero cantando y bailando desfasadísimos de la vida porque se aburren, o mirando de soslayo el wassap.
También creo que es muy influyente la forma de conducir de los padres, no tanto en los aspectos técnicos de conducción, sino en cuestiones de actitud como ser un energúmeno cuando los demás meten la pata (o incluso sin que la hayan metido), o tener la sana actitud de que cuando se conduce la actividad principal y casi única es esa, y no hablar mirando a los ojos al pasajero o comer ganchitos y beber cocacolas.
Personalmente yo aprendí mucho de mi padre, de lo que me enseño y de lo que observé, pero si este hubiese sido un conductor mediocre pues quizás hubiera aprendido menos, o lo que no debía.
No cabe duda que la influencia de los padres es grande,que se tiende a imitar sus comportamiento,pero no es menos cierto que en algunos incluso muchos casos hay modelos mejores de conductores,bien sea por su mayor aptitud,o por su mayor profesionalidad.
En mi caso tengo mucho que agradecerles,aprendí a respetar a los demás,a conducir suave sin forzar el vehículo ni al pasajero,a mantener adecuadamente el vehículo por mi seguridad y la de los demás, a no ir siempre por el mismo recorrido,a controlar los consumos de combustible y también a no dejar caer demasiado de vueltas el motor en marchas largas,a no ahorrar ninguna reducción cuando hace falta toda la potencia, a saber exprimir el motor y el chasis mucho si hace falta o a veces por el puro placer de hacerlo,saber hacerlo considero que es una seguridad.
Me hacen cierta gracia los estudios basados en encuestas.
Me recuerda un episodio de una magnífica serie: «Sí primer ministro» (aunque era mejor su predecesora, Sí ministro, con los mismos protagonistas). Una serie de finales de los años 70, de la BBC, altísimamente recomendable.
Sobre las encuestas… (en el episodio hablaban sobre unas encuestas para recuperar el servicio militar obligatorio, conversación entre Sir Humphrey y el Sr. Bernard Wooley):
Sir Humphrey: “ya sabe usted cómo funciona… una bonita joven se acerca a usted. Obviamente, usted quiere crear una buena impresión, no quiere parecer un estúpido, ¿verdad?, por tanto, ella empieza haciendo algunas preguntas: Sr. Woolley, ¿está usted preocupado sobre el número de jóvenes sin empleo?
Bernard: “Sí”
Sir Humphrey: “Está usted preocupado por el aumento de la violencia entre los adolescentes?
Bernard: “Sí”
Sir Humphrey: “cree que hay falta de disciplina entre nuestros jóvenes?
Bernard: “Sí”
Sir Humphrey: “Cree que los jóvenes necesitarían cierta autoridad y liderazgo en sus vidas?
Bernard: “Sí”
Sir Humphrey: “Cree que deberían asumir retos?”
Bernard: “Sí”
Sir Humphrey : “Estaría a favor de reintroducir el Servicio Militar obligatorio?
Bernard: “Oh, bueno… supongo que sí”
Sir Humphrey: “Sí o no, Bernard?”
Bernard: “Sí”
Sir Humphrey: “Por supuesto, Bernard… no puede decir que no tras las preguntas anteriores… después no se menciona las primeras preguntas, se publica sólo la última, y ya está.”
Bernard: “Entonces, es eso lo que hacen en las encuestas?”
Sir Humphrey: ”Bueno, en las respetables no, pero, hay tan pocas de esas… Y bueno, la chica puede conseguir la respuesta contraria”
Bernard: “Y como?”
Sir Humphrey: “Mr. Woolley, le preocupan los peligros de la guerra?”
Bernard: “Sí”
Sir Humphrey: “le preocupa el aumento del número de armas en el mundo?
Bernard: “Sí”
Sir Humphrey: “Cree que es peligroso dar a los jóvenes armas, y enseñarles a usarlas?”
Bernard: “Sí”
Sir Humphrey: “cree que es erróneo obligar a la gente a utilizar armas contra su voluntad?”
Bernard: “Sí”
Sir Humphrey: ¿Se opondría a la reintroducción del Servicio Militar Obligatorio?
Bernard: “Sí!”
Sir Humphrey: “ahí lo tienes, Bernard. Una encuesta perfectamente equilibrada.
Muy bueno @13,
Se parece a esa técnica que hay de venta dirigida, en la que al atribulado e invadido comprador le van quitando opciones de respuesta y réplica, y como que finalmente se ve obligado a comprar para no caer en una supuesta autocontradicción.
En mi caso, cuando voy con mis hijos, conduzco prácticamente igual que sin ellos, a saber, intencionadamente al menos por principios, de manera educada, indicativa (me molesta bastante ese conductor para el que la palanca de intermitencias no existe), ágil (incluidas subidas de rpm a mi criterio si el tráfico lo permite, no cambio por defecto «a 2000 rpm») y si también a mi criterio veo algo que está mal o tengo que poner a caldo en voz alta a uno :-)) aunque no se oiga fuera del coche, por una impericia manifiesta, conducción de calzonazos, o falta de educación, lo hago igualmente.
@11 Valmhö: Muy de acuerdo..
@14 Wilfredo: Comparto el mismo proceder que usted..
@13, me encantaba «Si Ministro». Espero que Rajoy la viera, parecían gallegos todos, aunque con un toque ingles algo mas civilizado.
Estimado don Arturo y compañeros de este foro, sé que llego tarde con el presente comentario, lo siento y me disculpo, pero les aseguro que fueron causas muy imperativas las que me alejaron de este sitio durante varias semanas. Las aguas van volviendo a su cauce, y desde luego, sobre este interesante artículo creo que algo puedo decir y siento que debo hacerlo. Lo que diga será todo lo subjetivo, personal y acientífico que ustedes quieran, no lo discutiré, pero está basado en mi observación directa durante algo más de tres décadas enseñando a conducir, y siempre que tengo ocasión (que no son muchas, pero a lo largo de los años creo que más que suficientes, contrastadas con cuantos colegas y examinadores he podido hacerlo), también les puedo asegurar que están muy meditadas (otra cosa es lo que me cunda tanto pensar) porque en mi oficio algunos no desconectamos nunca, siempre tienes a los alumnos pululando por la mente, cuando no es uno es otro, sobre cómo demonios puedes ayudarles a que lleve el coche recto, a que se detenga sin que me zarandeen el cuello y un largo etcétera, hasta el punto de que no es raro que siga dando clases en voz alta y durmiendo. Esto no tiene nada que ver con enseñar en un aula a 20 o 40 personas; vamos en un sitio muy pequeño, codo con codo (literalmente), en una situación de estrés constante donde afloran con fuerza emociones y sentimientos de todo tipo ante situaciones que se suceden en una fracción de segundo, y normalmente sin ninguna sincronización: uno puede estar aterrado y el otro riéndose a carcajada limpia.
Bien, metiéndome en faena y en base a lo anterior, digo y sostengo que, en general, a los padres les importa un pimiento que sus hijos aprendan a conducir. Lo cual me indigna, enfada y apena a partes iguales, es de una irresponsabilidad intolerable y supina. Sus hijos, o ya saben conducir o aprenderán después, como todos, dicen, porque en la autoescuela “sólo se enseña a aprobar”. Y se quedan tan anchos. De ahí, que a la mayoría le resulte tan caro el paso por la autoescuela; no ven que reciban nada a cambio, luego es lógico que les resulte caro no, carísimo. En mi barrio cortar el pelo oscila entre 10 y 12 euros; conmigo, a lo sumo están 15 minutos, no pido ninguna floritura, sólo cortar y peinar, la hora del peluquero cuesta más que la de cualquier autoescuela, que en mi barrio y donde vivo no pasa de 20 €, hace pocos días tuve que coger un taxi en Bilbao: 10 minutos de carrera 23 €, sólo son dos ejemplos, pero casi todo el mundo paga eso más a gusto que una clase de coche a mitad de ese precio, o menos, porque simplemente en los casos expuestos perciben un servicio a cambio, con la autoescuela no.
¿Que los padres ejercen influencia prioritaria sobre sus hijos? Por supuesto, y también, que cuando tienen otra referencia tanto a mejor como a peor, la notan, se dan cuenta, incluso a muy corta edad. Hay niños que, curiosamente, con su padre se marean y con su tío no, por ejemplo; que una vez conocen a otro conductor que perciben como mejor prefieren ir con él siempre que coincida, también lo he visto. Que incluso con 4 años te pregunten porqué vas en quinta sin que nadie les hubiese enseñado, también. Los niños son esponjas extraordinarias. Pero no me creo que sus padres cambien de actitud cuando les transportan, en general no; la mayoría de los conductores no tiene varias maneras de conducir, sólo tiene una, y mala; es una de las razones por las que tanto se incumple con una cuestión básica de seguridad: adaptarse a las circunstancias tan cambiantes que se pueden encontrar en la vía. Van a piñón fijo. Esto en vías urbanas puede pasar bastante desapercibido, pero en carretera se nota mucho. Supongo que consideran “cambiar” a poner a los niños en sus sillitas, reprimirse algo más a la hora de soltar improperios contra otros, de tomar alcohol y poco o nada más. Creo que todos podemos ver cada día a personas que llevan a sus hijos y sin embargo realizan peligrosas estupideces. Les puede la inercia.
Ese 76% (nada menos) de conductores españoles que se cree bien considerado como conductor por sus hijos… Francamente, o mienten como bellacos o están fuera de la realidad. La mayoría conducen mal y sus hijos lo perciben así, no son tontos, se dan cuenta; otra cosa es que lo digan o no, o simplemente se resignen porque no les queda otra. En esto sí que es casi unánime la opinión de los alumnos y expresada espontáneamente cuando están en la autoescuela, especialmente cuando tienen ocasión de vernos conducir a nosotros. Y hablo de todo tipo de alumnos, no sólo chavales, también las mujeres de mediana edad dicen lo mismo respecto a sus maridos. Así que nuestra labor de “Pepito Grillo” se traslada a los hogares incendiando discusiones que suelen acabar con la sentencia “pero yo tengo el carnet y tú no”. ¡Bravo por el argumento, sí señor!
Sobre la elección de la autoescuela, en lo que yo sé, los jóvenes suelen ir a la que van sus amigos, excepto cuando los criterios de precio y proximidad (por este orden) resultan dominantes. A la mayoría de padres y alumnos no les preocupa la calidad de la enseñanza, dan por supuesto que todos hacemos lo mismo y que da igual; por cierto, esta misma opinión la mantienen asociaciones de consumidores cuando publican esos famosos “estudios” cíclicos sobre el precio del carnet y así me lo han expresado por escrito en contestación a reiteradas críticas que les hice pero que nunca publicaron. Las excepciones en este apartado las valoro mucho y suelen darse cuando un padre estuvo aprendiendo con uno, quedó muy contento (generalmente nace una buena amistad) y luego te trae a su novia, hijos, esposa… Hay casos de familias enteras que han ido a determinada autoescuela, cuando esta situación tan ideal ocurre los padres ni preguntan por el precio, jamás ponen una pega por número de clases ni suspensos, los alumnos tampoco y, curiosamente, el 90% de este grupo logra el carnet en la primera convocatoria, el 10% restante, a lo sumo suspende una vez pero nunca tiene que renovar el expediente. Este dato me parece sumamente significativo.
Ciertamente, si no se dispone de referencias fiables es muy difícil valorar la calidad de enseñanza de autoescuelas y profesores, aunque algunos basta con verles cómo van sentados cuando les vemos por la calle para tener muy claro a qué autoescuela no se debería ir. El porcentaje de aptos, en principio, parece un buen baremo pero es muy sesgado, por ejemplo, en un periodo de uno o dos años, tendrá un porcentaje más alto una autoescuela grande que una pequeña, aunque esta trabaje mejor, por la sencilla razón de que es muy, muy raro que un examinador suspenda a 20 alumnos que un día presenta la grande, y si la pequeña lleva sólo uno y resulta no apto ese día ya ha tenido un 100% de suspensos. También sucede una cosa muy curiosa con estos datos, no sé si ocurre en toda España aunque imagino que sí, pero en Vizcaya, hubo un tiempo en que la Jefatura de Bilbao entregaba a todas las autoescuelas los resultados estadísticos de los exámenes de todas las autoescuelas de la provincia, pero a raíz de un suceso que sería largo de explicar ahora, decidieron dar los datos de la autoescuela “X” a la autoescuela “X”, y nada más, de modo que nunca se pueden comparar. También se hace mucha publicidad engañosa que nadie denuncia, en Internet se pueden ver autoescuelas que afirman tener el 100% de aptos, cuando esto sólo puede ser algo circunstancial en un período concreto y normalmente corto. Por muy bien que alumno y profesor hagan su trabajo, es el primero quien conduce en el examen y nadie está libre de tomar una mala decisión en una fracción de segundo que le cueste el suspenso.
¿Clases para condiciones climatológicas adversas, resolver situaciones de emergencia, conducción nocturna, adelantamientos con doble sentido, etcétera? Salvo contadas excepciones, pura hipocresía. Supongo que la mayoría de mis colegas aceptarían clases “a la carta”, yo lo he ofrecido siempre y con un resultado puramente simbólico, eso que ajustaba el precio al máximo, casi nadie está dispuesto a pagar por ello y naturalmente cuesta un dinero, y es una inversión excelente sin duda alguna, pero…
Acompañar a los hijos en las clases, informes periódicos sobre los alumnos y demás, pienso que se dice para aparentar que uno se preocupa; y desde luego interfiere en la clase negativamente, yo cedí alguna vez a esas peticiones (muy raras, por cierto), en ocasiones invité a ello, y el resultado es que el acompañante pasa miedo, no repite y hace perder el tiempo a su hijo malográndole la clase. Establecer más carnets de forma gradual por relación potencia/peso, en principio parece razonable, pero dudo mucho que sea significativamente efectivo, si ya ahora no pocos conducen sin carnet o sin puntos (para el caso es lo mismo), más fácil será hacerlo con un coche que no corresponde pero que por fuera y a simple vista es igual a uno que sí, por otra parte obligaría a las autoescuelas a comprar coches de bastante precio que difícilmente se amortizarían, encarecerían el precio de las clases… No sé, pero no lo veo factible. Además los límites de velocidad son los que son, mal que nos pesen, y muy pocas personas van a ver más allá. Quizá fuese más viable homologar e imponer obligatoriamente cursos de conducción en circuito para quienes pretendan conducir coches de calibres altos (sean noveles o no) igual hasta los fabricantes los financiaban. Pero aun así…
Ese famoso porcentaje que regularmente se desvela sobre los conductores que consideran que volverían a aprobar un examen de conducir, es una cuestión que siempre sale a relucir en la autoescuela cuando se tiene ocasión de hablar con los padres, y por lo que ellos dicen, siempre se refieren mayoritariamente al examen teórico; el práctico casi todos dan por hecho que lo aprobarían.
Los datos sobre la “caja negra” los había leído, me llamó mucho la atención. Desde luego a mí no me gusta nada, ni veo que sea necesario. Es curioso que les parezca bien a tantos, partiendo de la base, claro, de que no se aplicaría a ellos. Pero no es muy difícil, digo yo, pensar que eso es como abrir la caja de Pandora, porque se podría aplicar a todos, llevar a poner multas con carácter retroactivo, no harían falta radares… Cruzo los dedos porque eso no se haga.
Creo que me he extendido demasiado, y eso que dejo muchas cosas en el tintero, no obstante, quiero hacer constar que en esto de las encuestas, creo que todos sabemos de sobra que se miente muchísimo, de cara a la galería tendemos a decir lo que creemos que el otro quiere oír, a dejarnos llevar por la corriente dominante, a decantarnos con entusiasmo a favor de duras sanciones convencidos de que a nosotros nunca nos va a pasar. Somos muy puñeteros, permítanme la expresión, y lo digo muy suavemente. También nos deja un claro ejemplo de manipulación en encuestas @13 emprendeitor.
Considero muy revelador, que estando tantos padres a favor de la conducción acompañada (porque creen que ahorrarán mucho dinero, craso error), tan convencidos de que la autoescuela no sirve para nada (es un negocio, una mafia, están confabuladas con Tráfico…) y de que ellos enseñarían mucho mejor y de verdad a sus hijos, cuando estos tienen el carnet y pudiendo hacerlo de un modo perfectamente legal, ¡no lo hacen! Como mucho lo intentan una o dos veces pero el asunto suele acabar en fuertes discusiones y como el rosario de la aurora, así que ninguna de las partes está por la labor de repetir la experiencia, desde luego, en mi opinión, esto no es ninguna amenaza para la economía de las autoescuelas, más bien al contrario: los padres (con esa experiencia igual sí) animarían a sus hijos con entusiasmo y convencimiento a ir a ellas. Y lo olvidaba: el carnet se puede sacar por libre, sin embargo y paradójicamente -dadas las quejas- es totalmente simbólico el número de personas que lo obtienen así ¿Por qué?
También he visto, que a pesar del generalizado pésimo ejemplo de los padres como conductores, sus hijos se dan cuenta y lo perciben hasta con miedo y preocupación, lo que les lleva a bastantes a desechar la conducta de sus progenitores. Un servidor ha ido con unos cuantos alumnos recién obtenido el permiso y en su coche como pasajero, en ocasiones en viajes en el día de hasta unos 250 km (ida y vuelta), sintiéndome muy a gusto. Con muy pocos padres me ha pasado lo mismo.
¡Saludos a todos!
@ Esteban: es justo lo que yo percibo cuando veo el comportamiento y aptitud de una parte importante de la gente que conduce.
@18 Abies pinsapo
Me alegra la coincidencia y que me la señale. Muchas gracias.
Un saludo.
Aquí les traigo una selección con los mejores acertijos matemáticos simples.
Se trata de ejercicios en los que se deben aplicar conceptos matemáticos, por lo que quizás sea necesario la utilización de lápiz y papel para poder escribir las ecuaciones correspondientes.
Que se trate de acertijos simples, no significa que sean fáciles de resolver sin apenas pensar. Algunos de ellos necesitan ser leídos varias veces hasta entender en profundidad lo que el enunciado requiere.
Esperamos que os gusten y que resulten entretenidos.
No miréis demasiado rápido la respuesta, que la satisfacción reside en encontrar la solución por nosotros mismos.
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