Hará cosa de dos o tres décadas, casi el único deporte que yo recuerde en el que se presentaba el fenómeno de precocidad era la natación; y tenía una explicación fisiológica totalmente lógica. Según aumenta la edad, los huesos se van calcificando y cada vez pesan más; bueno, a partir de cierta edad, ya pasada la madurez, puede presentarse el proceso inverso, la descalcificación ósea u osteoporosis, causante de la tan conocida como temida fractura de cadera con una edad avanzada. Cuando todavía no han llegado al máximo de calcificación, los huesos pesan algo menos, y a igual musculatura (que se puede conseguir a base de gimnasio y entrenamiento) un nadador más joven flota algo más en el agua que otro de más edad, lo cual le da ventaja, pues tiene un poco menos superficie de piel en contacto con el agua, y lo que frena el avance es la viscosidad de ésta. Pero en el resto de los deporte, siempre había (y sigue habiendo) toda una sarta de categorías iniciáticas: infantiles, alevines, juveniles, juniors, y “sub” (que, según los deportes y las épocas, han tenido o tienen la frontera por debajo de 16, 17, 18, 19, 20, 21 o incluso 23 años).
Cuestión aparte es que, cuando aparecía algún fenómeno precoz, pudiese saltar a competir en categoría absoluta, además de en la suya: en el fútbol llamó mucho la atención, en el Mundial de Suecia de 1958, la presencia estelar de Pelé, que con 17 años era el “crack” del equipo. El fenómeno ha ido a más, y concretamente en el fútbol (casos Messi, De Gea o Canales, como ejemplos actuales), con menos de 20 años, no ya sólo juegan en Primera División, sino que se cuenta con ellos para la selección nacional. Pero en los deportes del motor, hay un par de características muy especiales (puede haber más, pero yo me he fijado en éstas): son deportes de alto riesgo y, a partir de cierto nivel, obligan a llevar un ritmo de vida muy disparatado, tanto por desplazamientos como por ambiente, ya que una escudería suele tener dos o, como mucho, tres pilotos (lo de Aspar es un caso aparte, y más parece una cooperativa), mientras que un equipo de fútbol tiene una infraestructura mucho más amplia, que arropa mucho más a sus integrantes.
Caso similar al del motor es el tenis, con la diferencia de que no es de riesgo (lesiones al margen); y por ello resulta tan excepcional el equilibrio emocional y vital de un Rafael Nadal, capaz de superar lesiones y problemas familiares, bien es cierto que con la sombra de su tío Toni siempre próxima. Pero en muchos otros casos te encuentras con adolescentes desarraigados, que han abandonado sus estudios, pero con unos ingresos económicos totalmente desorbitados, sobre todo para su edad.
Todo esto viene a cuento de que acabo de leer una noticia interesante en una web deportiva: la FIM (Federación Motociclista Internacional) y Dorna (la empresa española organizadora del Mundial) están estudiando no aceptar en los campeonatos mundiales de motociclismo a los menores de 18 años, en ninguna de sus categorías. Sospecho que la trágica muerte de Shoya Tomizawa, con 19 años de edad, ha tenido mucho que ver con esto. Se aducen como razones la problemática de los accidentes (sin necesidad de que sean mortales), incluso aunque medien autorizaciones paternas o de tutores, y el abandono de los estudios, incluso de grado medio. Y desde un enfoque puramente deportivo también, porque se están devaluando los campeonatos nacionales, ya que las auténticas “estrellas” dan inmediatamente el salto al Mundial, quitándole vistosidad al nacional. A este respecto, en España tenemos suerte, porque la conjunción de la gran cantidad de circuitos que por fin tenemos, junto a una buena planificación del CEV (Campeonato de España de Velocidad) ha dado lugar a que muchas jóvenes (deberíamos decir jovencísimas) promesas extranjeras vengan a correr aquí. Gente de fuera que está ya en los Mundiales de 125 y Moto2 ha pasado previamente por nuestras pistas; los nombres de Stefan Bradl, Bradley Smith, Scott Redding, Randy Krummenacher y algunos más nos dan testimonio de ello.
Ahora bien, ¿es razonable que chavales de 14 y 15 años salgan de su país, fuera de su familia, para tentar la suerte de llegar a algo en un deporte cada día más competitivo, arriesgando el cuello mientras lo hacen? Por lo menos, que se nos permita ponerlo en duda, aunque es un tema que han de resolver ellos y sus familias. Pero como el chaval empiece a despuntar, pronto se produce el fenómeno inverso: es la familia la que se pone a la estela del potencial futuro Campeón del Mundo, y tenemos los “boxes” a rebosar de padres, madres, hermanos, novietas y demás allegados. No sé, ni tiene por qué importarme, en qué trabaja o estudia toda esa gente, pero asistir a un montón de Grandes Premios, aunque sólo sean los europeos, no es nada fácil de compatibilizar con una actividad profesional o estudiantil normal y corriente. Y por supuesto, con frecuencia emerge la figura del “padre protector”, en muchos casos un frustrado aspirante a piloto, que se proyecta en su hijo y piensa que todo el mundo quiere aprovecharse de él.
No cito nombres por ser sobradamente conocidos, pero son frecuentes los casos de enfrentamientos con los directores de equipo; cuando no con el vástago, como le ocurrió hace ya un año a Lewis Hamilton con su padre, hasta que éste acabó dejando de hacer de “manager” de su retoño. Resulta significativo que cuando los padres ya han tenido una ejecutoria deportiva de nivel (casos Elías y Alguersuari) son los que no dan problemas; los que sí los dan son los externos al mundo del motor, o los que nunca pasaron de ser una medianía, y eso a nivel local. Es curiosa, y pienso que nefasta, la inversión de papeles que se produce en estos casos; a una edad en la que el chico, bien por debajo de los 20 años, debería estar todavía arropado por el entorno familiar, se convierte en epicentro de la familia, que depende de él para el calendario de actividades familiares, para los viajes y, en cuanto consigue un buen contrato publicitario, incluso económicamente.
Ya sé que actualmente es fundamental empezar muy joven en cualquier actividad deportiva; la capacidad de aprendizaje, tanto teórico como sobre todo práctico, es muy superior. El que a los doce años no es ya un figura en kart o mini-motos, es muy difícil que a los 20 años esté montado en un buen aparato de competición, si no oficial, al menos de un equipo privado de los buenos. Pero lo que da miedo es el proceso de aceleración en la fase de aprendizaje, mucho más que el empezar muy joven. Porque lo que se busca es quemar etapas, y ello es una de las causa que puede llevar a esa decisión de la FIM y de Dorna, que me parece de lo más sensata. Porque está muy bien empezar joven en una competición monomarca o incluso el campeonato oficial, pero de cada federación nacional, al menos hasta los 18 años. Pero Marc Márquez tiene todavía 17 años, y viene ya sonando, en el Mundial de 125, desde hace tres temporadas; y Scott Redding está destacando, con la misma edad, en las últimas pruebas de Moto2, tras de haber estado un par de años, si mal no recuerdo, en 125. En cualquier caso, todo esto es un infanticidio, agravado por el citado afán de quemar etapas.
Porque esos chavales no quieren llegar al Mundial para estar tres o cuatro temporadas en 125, y si las cosas se dan bien, pasar otras dos o tres en Moto2, y con suerte llegar luego a MotoGP, si encuentran moto oficial (que ya es la bomba) o escudería con la que poder competir. No; lo que quieren es estar en MotoGP antes de cumplir los 20 años si es posible. Las categorías intermedias se consideran meros y simples trampolines para llegar a lo más alto. Pero la dura y terca realidad es que la parrilla de salida de MotoGP, este año, no llega ni de lejos a 20 participantes, mientras que la de Moto2 supera los 40. Y tampoco tiene mucha lógica que en MotoGP esté participando (y no digo que lo esté haciendo nada mal) nuestro paisano Aleix Espargaró, que me parece que no ha vencido en ningún Gran premio en ninguna categoría inferior, mientras que Moto2 está trufada de antiguos, que no viejos, campeones del mundo, por no hablar de que más de la mitad de la extensa parrilla ha ganado algún Gran Premio.
Ya, ya sé que donde está el dinero contante y sonante es en MotoGP, pero también todos sabemos que sin moto oficial, o al menos oficial encubierta en una escudería satélite, no hay forma de ganar; podría ser el caso de Ben Spies este mismo año, pero tiene 26 años y viene bien curtido de Superbikes y de haber ganado varios campeonatos americanos. Subir a Moto GP, y correr con una moto sin posibilidades de ganar, para luego tener que bajar de categoría, tiene que ser frustrante; es el caso de Toni Elías este año, y ya está pensando en volver, como sea, a MotoGP. Ojalá tenga suerte, porque se la merece, pero no dejo de pensar en aquellos campeones del mundo a los que vi correr en los años 50 y 60, que se acoplaban a su cilindrada, cosechando título tras título, y se jubilaban en la misma en la que habían empezado. Claro que entonces había mucho menos dinero en juego, las motos no llevaban prácticamente publicidad, y una marca te pagaba igual por correr en una categoría u otra, con tal de que les hicieses ganar. Pero ahora todo es MotoGP, o nada.
Y lo que más gracia me hace es que, en este ambiente en el que se masca la máxima tensión, se ha puesto de moda una frasecita que, o ellos están locos o yo estoy tonto, pero que no consigo creerme: “lo importante es salir a la pista a divertirse”. Hombre, depende de lo que entendamos por divertirse; y me lo puedo creer si te da igual (bueno, igual no le da a nadie) entrar primero que decimocuarto, pero con toda es presión familiar, económica y de aspiración deportiva de la que venimos hablando, me parece muy difícil encima divertirse. Disfrutar es posible, porque competir te gusta, y la descarga de adrenalina te hace olvidar que estás bordeando el límite; pero tanto como divertirse, cuando vas echando las muelas y ves que no le rebajas ni una décima, vuelta tras vuelta, al tío que llevas delante, y que es el que te puede pisar el salto a la siguiente categoría el año que viene, no creo que sea muy divertido. Me suena a esas frases que, como loritos, repetían en tiempos las folklóricas (“este público que tanto me quiere y al que tanto debo”) y los novilleros con aspiraciones a matadores de tronío (“tengo que ocupar en el escalafón el puesto que me corresponde”; ¿corresponde, dónde está escrito?).
En fin, me parece que la decisión de la que vengo hablando, si finalmente tanto la FIM como Dorna (con nuestro antiguo conocido “el Pelotari” al frente) tienen el valor de ponerla en marcha, sería una contribución a poner un poco de sentido común en un deporte que se está desmadrando. Y es por el dinero, no nos dejemos engañar; porque en los viejos tiempos, cuando gente muy joven como Nieto, Santi Herrero u otros se arriesgaban por esos circuitos de Dios, lo hacían básicamente por afición. Con lo cual no quiero decir que los actuales chavales no la tengan, pero esa obsesión por llegar a MotoGP, como sea, resulta sospechosa. Actualmente, y dado el plantel de una y otra categoría, si descuentas ganar a los seis primeros de MotoGP, totalmente inalcanzables para un recién llegado, tiene más mérito conseguir un buen resultado en Moto2. En fin, todo esto no pasa de ser una opinión muy personal y subjetiva; ya sé que hay quienes piensan lo diametralmente opuesto, pero esto es lo que pienso yo.
Yo coincido casi totalmente.
Cuanto más dinero, menos deporte.
Tiene gracia, además, que se vea mal que los niños (de cierta edad, no bebés) ayuden en tareas agrícolas, pero se vea como lo más normal del mundo que sean vendidos por sus padres en otras actividades mucho más nocivas pero que dan mucho más dinero (moda, motor…).
Hace relativamente poco salió en la tele un deportista famoso (ni me acuerdo quién era ni cuál era el deporte que practicaba) que iba a la clase de un colegio a contestar preguntas de los chavales. La primera pregunta que le hicieron fue: ¿cuánto dinero ganas?
La sociedad actual es una sociedad de valores…
Se que es, o puede parecer poco elegante enlazar a otro blog, pero les recomiendo una lectura a este artículo de Chicho Lorenzo:
http://chicholorenzo.dailymotos.com/39026-un-final-anunciado
Don Angel y demas aficionados al motociclismo:
La decisión de Dorna, si es que se produce, creo que es un grave error.
No queremos (y aquí pluralizo, porque no estoy solo) que nos priven de Rossi (ni de Crivillé ni de Elías ni de Pedrosa ni de ….) ni de sus tempranas actuaciones estelares en 125.
El genio de Crivi en 125, rebelándose contra las órdenes de equipo, le llevaron a donde llegó, a campeon mundial de 500. Un piloto mayor y mas experto, se hubiese doblegado.
Yo creo que el problema es muy otro, y Vd. lo ha tocado:
La parrilla de Moto GP es un desastre y las carreras son un cognazo cuando uno como Pedrosa o el australiano ese (como tengo hoy el disco….) se escapan y tenemos que tragarnos una procesión en donde la emoción se juega en los puestos intermedios.
Creo que sería mucho mas interesante organizar un campeonato que sin llegar a la locura de Moto2 (20 pilotos en un segundo) fuera mucho mas barato y al menos con 7 o 8 marcas oficiales a 4 motos cada una, para intentar conseguir una parrilla de 25 a 30 motos mas o menos competitivas. El que solo puedan ganar 3, resulta aburrido hasta comparado con la F1, en la que este año pueden ganar muchos. Pero aquí el problema es otro, no es que no se pueda adelantar, como en la F1, es que la diferencia de nivel entre las motos pata negra y las otras es excesiva.
Moto2 ha resultado un éxito. Hay que aprender de esa fórmula y mejorarla. No tengo la receta mágica, pero hay muchos a los que les pagan para tenerla. Que piensen y consigan el espectáculo, si no moto GP se muere y nunca calará en los EEUU sin dar espectáculo. Y no lo da. Y si quita Vd. a los jóvenes leones, menos aún.
Estoy de acuerdo en lo fundamental, aunque creo que 4 Joaquín también tiene su parte de razón, en cuanto a que la solución de los 18 años no me parece la mejor. Eso sí, reconozco que es una solución rápida, y posiblemente la mejor mientras se desarrolla una más elaborada.
Más que a los 18 años, creo que la solución final debería ir encaminada a exigir que quienes salgan a la pista con las edades actuales se hayan preocupado de resolver los problemas que cuando cumplan los 18 esta ley espera que tengan ya resueltos: El de los estudios mínimos y el del pilotaje a golpe de talón.
Y por aportar algo creo que se podría, por ejemplo, impedir participar en las competiciones a quien, no habiendo superado los correspondientes exámenes de la enseñanza obligatoria, presente además un determinado número de faltas de asistencia. Es decir, que podríamos entender que a un chaval se le resista alguna materia, pero no que su inasistencia a las clases haya sido el motivo.
En cuanto al pilotaje, aparte de las medidas en busca de la equidad que señala Joaquín, y que me parecen excelentes, se podría pensar en que la obtención de la licencia de una categoría implicara determinados resultados en la anterior. Resultados -número de podiums, etc.- que podrían ser distintos según la licencia de la categoría a conseguir.
Dice Arturo:
«Y lo que más gracia me hace es que, en este ambiente en el que se masca la máxima tensión, se ha puesto de moda una frasecita que, o ellos están locos o yo estoy tonto, pero que no consigo creerme: “lo importante es salir a la pista a divertirse”. «.
Y no puedo estar más de acuerdo, porque es imposible estarlo. Una cosa es que la frase pueda estar en boca de algún piloto, más por quedar bien, o incluso descargar tensión que otra cosa, y otra que sea cierta. Aún en el caso de un piloto que, con el mismo coche, les sacara medio segundo a todos los demás, sabemos a día de hoy las diferencias de motor, neumáticos, puesta a punto, etc., son suficientes para permitir que, en muchas ocasiones, uno claramente más lento le resulte infranqueable. Y no creo que tenga nada de divertido decir: «me equivoqué con los neumáticos… tenemos que mejorar la aerodinámica… no tenemos tracción en las zonas lentas…».
Y no digo nada de esa mitad de la parrilla que tras una carrera ha resultado ser más lenta que su pareja en el equipo. Tiene que ser muy divertido ir «a muerte» durante diez, veinte o más vueltas, y que tu compañero te esté sacando dos décimas en cada una, y que en esa tanda en que decides dar todavía un paso más arriesgando la duración de los neumáticos, va y te saca tres…
Bueno, al menos al terminar la carrera llega la entrevista. Ese momento de fama en el que por favor no debes olvidar que los cinco primeros argumentos -muchas veces los auténticos motivos- que tienes para justificar tu comportamiento en la carrera, los tienes prohibidos por contrato. Y contestar a la siguiente pregunta cuando sabes que tu respuesta a la anterior te va a costar un riñón, y parte del otro… debería puntuar para el campeonato, ¿o no?.
Realmente esta es una más de las manifestaciones del sistema que impera ,donde lo que importa es llegar cuanto antes a cuaquier precio,y que en el fondo es jaleado por gran parte de la sociedad y apoyado por los medios de comunicación,muchos de los cuales igual que encumbran a ciertas figuras los pueden condenar al ostracismo en cuanto no ocupan continuamente las primeras posiciones o no supone interés económico; no suele valer una trayectoria seria y constante,lo que vende es el puro espectáculo y el resultado inmediato,y aunque siempre habrá fenómenos en cualquier disciplina serían la excepción a la regla,no la norma que todos puedan seguir.
Parece que la escala de edades en el motociclismo de velocidad es más baja que en monoplazas. Imagino que lo ideal es abaddonar el karting a los 15 años para subirse a alguna fórmula promocional, ascender a la Fórmula 3 a los 17 años, a la Fórmula Renault 3.5 a los 19, a la GP2 a los 21 y a la Fórmula 1 a los 23. Pero Schumacher debutó mucho antes que eso, entonces uno imagina que se puede llegar a la Fórmula 1 con 18 años y días y convertirse en campeón.
Además está el tema de que el Mundial de 125cc es un campeonato mundial, que exige cruzar de contiennte varias veces al año. No es lo mismo para un joven de 16 ó 18 años correr en un campeonato nacional o contiental que en un mundial. Debutar a los 18 años en 125cc, a los 20 en Moto2 y a los 22 en MotoGP me parece razonable.
Un licenciado universitario empieza a formarse en las escuelas hasta llegar a la universidad donde se gradúan con 23 o 24 años. Salvo que necesiten trabajar para pagarse los estudios (cosa recomendable) lo normal es que el primer contacto laboral de un graduado tenga lugar con 24 años, casi un cuarto de vida transcurrida.
Un piloto es algo muy distinto. En cierta forma hereda la tradición de los artesanos de otros tiempos que aprenden sus oficios desde la infancia, herreros, curtidores. etc. El piloto, a diferencia de un graduado que típicamente se pasa 24 años de su vida sin trabajar, comienza a trabajar desde antes de haber sumado dos dígitos a su edad, Arturo. Aprende a lidiar con la búsqueda de patrocinadores, a la falta de recursos, al sacrificio físico, a gestionar un presupuesto y decidir sobre el mismo. Muchos al tiempo hacen los estudios de los del párrafo de arriba, pero ellos han iniciado su profesión a los 9 años, no a los 24. Maduran antes, conocen lo que es el sacrificio, tienen una vida esforzada y ninguna garantía de éxito.
Las carreras no son los mundos de Yupi que son para los telespectadores y muchos periodistas, llevan las manos sucias y se juegan la vida desde niños. Acumulan muchos golpes, viven con ello. Sin haber sumado dos dígitos son más adultos que muchos adultos.
Ellos saben lo que hacen, lo llevan haciendo desde niños. Y ahora resulta que unos papanatas deciden cortar la progresión a la que han dedicado su vida porque nos resulta feo y desagradable que el riesgo que asumen voluntariamente pueda materializarse en un accidente grave.
Se les debe un respeto. Mucho. Merecen más respeto que los tontos que han decidido que sus riesgos nos gustan unas veces sí, y otras no.
La infantilización no está en el deporte, Arturo, está en la sociedad, lo ha entendido mal. A la sociedad no le gusta afrontar que vivir enferma y mata. La sociedad quiere azúcar en todo lo que se le presente, todos quieren cuentos y princesas, finales felices y soñar despiertos.
Los pilotos son un contrapunto a la estupidez colectiva y cuando esparcen los sesos en la pista, nos deja de gustar lo que veíamos porque nunca hemos valorado el riesgo que asumían, sólo valorábamos que nos resultaba simpático.
El mundo es un parque de atracciones para unos adultos que quieren seguir jugando a ser niños mientras los pilotos son adultos desde antes de abandonar la infancia.
Un respeto. Merecen un respeto.
JM
Lo que yo no entiendo es que un niño de 14 años pueda firmar un contrato con un equipo de 125 (por ejemplo) y, sin embargo, no puedan contratarlo de reponedor en un supermercado.
JM entiendo según su exposición que esos niños, por que a pesar de lo que usted diga lo son, serían justamente imputables penalmente y deberían estar emancipados. Por supuesto tendrían plena capacidad para intervenir sin tutela alguna en cualesquiera actos jurídicos ya que su voluntad está plenamente formada.
Interesantes consecuencias las que estimo derivan de su romántica concepción del piloto de carreras.
Opino muy al contrario que usted. Puede, seguro, que esos niños desarrollan precozmente algunos aspectos de su personalidad pero eso no quita que otros aspectos queden, no solo por detrás sino que más adelante en su vida tengan graves deficiencias en su personalidad. El crecimiento de esta última está íntimamente ligada al desarrollo físico y forzar la maquinaria no creo que sea lo más adecuado. Todo llega a su tiempo.
Es más, sería interesante estudiar la posible responsabilidad penal de unos padres que por un posible comportamiento negligente, como permitir o incluso fomentar que un niño de 13 años compita sobre un vehículo a 180 km/h, han contribuido por acción u omisión al fallecimiento de este en una competición. Sería un artículo interesante. Podemos hacerlo a medias mostrando y desarrollando doctrinas contrapuestas.
A 9 JotaEme:
Me encanta su defensa del piloto que se forja a sí mismo desde niño JotaEme. Breve y brillante. Y creo que estamos completamente de acuerdo en el cuidado y respeto que se merecen los pilotos, pero no acabo de entenderle del todo.
Creo que la ley de los dieciocho años pretende que puedan afrontar mejor todos esos retos que tan bién describe usted . No sé qué porcentaje de los pilotos lidiará con la búsqueda de patrocinadores, gestionará su presupuesto y decidirá sobre el mismo, antes de llegar a los quince. Pero creo que un mínimo de formación obligatoria (cual sería ese mínimo sería otra historia) tan sólo les ayudaría a desempeñar esas tareas, o a tener ese mínimo de criterio necesario para saber en quién delegarlas, disminuyendo así el riesgo de que alguien externo se «aproveche» de ese pilotaje, que como muy bien cita usted tanto les ha supuesto.
La ley de los 18 no es perfecta, pero creo que podría ser un paso en esa dirección. La cuestión es: si no se aprueba esa ley -pensemos que mientras se elabora otra mejor- quién levanta la mano y asume las secuelas o muertes de los accidentes que se produzcan, y que esta ley de los 18 quizás hubiese evitado.
Sí estoy muy de acuerdo con usted -aunque no creo que sean papanatas- en que no deberían ser sólo otros quienes tomen esa decisión. Quizás cualquier solución fuera más fácil de entender si los padres o tutores de los pilotos (e incluso ellos mismos, o al menos en su presencia) participasen mayoritariamente en ella.
Y también estoy totalmente de acuerdo en que esa ley, ahora, a bocajarro, seguramente no respete ni las ilusiones ni las expectativas laborales de esos jóvenes que llevan «jugándosela» toda la vida, esa que a muchos ha hecho adultos.
Hace muchos años que el ser humano habita el planeta. Hasta el siglo XX era habitual también en occidente que los niños trabajaran los campos, las minas, luchaban en las guerras, aprendían los oficios y se ganaban el jornal que compartían en casa. El niño no es una subespecie del ser humano. Es un ser humano.
El siglo XX ha traído muchas cosas buenas y una infantilización progresiva y creciente. Ser niño no implica ser lo estúpidos y retrasados que acostumbran a ser los niños del opulento occidente.
Los niños, en muchos lugares del planeta siguen trabajando. Y los opulentos occidentales con la vida fácil y resuelta hemos decidido que no nos gusta, y prohibimos el trabajo infantil y les decimos a los demás cómo tienen que hacer las cosas. Vamos con nuestras oenegés y los sacamos del campo. Resulta que la familia necesita del jornal de todos y condenamos a la miseria a los hogares en los que antes había supervivencia. Pero ahí ya no miramos.
Occidente le dice al mundo lo que tiene que hacer sin derecho alguno a hacerlo, porque es lo que entendemos que es lo civilizado. Nuestras intervenciones ocasionan más miseria de la que tratan de prevenir en muchas ocasiones, pero nos complacen estéticamente.
Los niños de los países ricos no saben lo que es trabajar, ni ganarse el pan, ni tener una vida esforzada. Y pretendemos que jueguen con muñecas y videoconsolas hasta los 40.
Muchos de los que hablan de los niños piloto como si fuesen sus propios niños no tienen idea de lo que hablan. Esos niños pueden darles lecciones a muchos de ustedes, porque, como los que trabajan en el campo sin velos de almíbar y ñoñería universalizante, saben lo que es tener una vida dura y jodida.
Los superprotectores que tratan de ahormar el mundo a su visión beatífica y procurarse rizos de oro, miradas brillantes y sonrisas de anuncio no han viajado por países en los que la vida huele a polvo y esfuerzo. Eso lo ven desde sus televisores comiéndose un cartucho de helado de Haagen Dazs.
Salgan de sus cómodas butacas antes de decidir cómo tienen que ser las cosas, conozcan las realidades más allá de los países industrializados y conozcan lo que ha sucedido hasta el siglo XX.
JM
Y hablando e Dorna y de su actual punto de vista conservador y burgués, todavía recuerdo a su CEO (o como quieran llamarlo) Carmelo Ezpeleta en el naciente Campeonato de España de rallyes sobre tierra.
Iba de coche cero con un Talbot Horizon (recuerdan lo que era eso?) equipado de «mataburros», y formaba parte del espectáculo.
A los que irrumpían en el trazado poco antes de que pasara el coche cero, los sacaba del mismo ipso facto empujándoles sin contemplaciones por detrás, encajándolos en las cunetas.
¿Se acuerda, D. Carmelo de sus años mozos?
No creo que Ezpeleta lea este Blog (aunque puede que si), pero alo que llamo es a la reflexión sobre el exceso de conservadurismo y a la falta de esfuerzo.
Y si, apoyo lo que dice JotaEme al respecto.
Y casi si me apuran, EEUU y las carreras de dirt track son tambien una escuela de esfuerzo para los jóvenes, en donde se forman familias enteras casi en plan troupe circense. Menos sobreproteccionismo y mas iniciativas, por favor.
JM usted ha hecho una exposición que parece dirigida a estúpidos e idiotas. Yo no lo soy.
Usted equipara torticeramente a un niño que no tiene otra opción que la de trabajar, con la vida de un niño que es piloto por su propia voluntad. Usted dice que «Ser niño no implica ser lo estúpidos y retrasados que acostumbran a ser los niños del opulento occidente.» Efectivamente, no lo implica, pero condenar a un niño a trabajar a una muy temprana edad si que probablemente le convierta en estúpido y retrasado en un país en desarrollo.
Me sorprende que jactándose de conocer lo que hay fuera del mundo industrializado y de conocer la historia del siglo XX, equipare tan burdamente la realidad de los niños en el tercer mundo con la de los niños occidentales que corren en moto. Hay que tener valor.
Además, en su exposición parte de una serie de afirmaciones acerca de el comportamiento de los niños occidentales que son una exageración. Puede que muchas familias no crean en el trabajo y esfuerzo duro, pero hay muchas otras que sí y que educan a sus hijos en esos valores. Puede que usted no las conozca, yo sí. No se que conocimiento tiene usted de lo que es la responsabilidad de ser padre, y de como es conocer la infancia a un palmo de distancia a diario, aunque le leo y lo hago con incredulidad.
EJ25MT5 yo no he afirmado aquello con lo que usted ha decidido fustigarse, no he hablado de usted, sino de otra realidad de contraste, de otra realidad de cómo son los niños fuera de nuestra burbuja. Nuestros niños son proveedores de abrazos y cariños, son infantiles porque nos gusta que resulten tiernos, y blandos, los cosificamos. Y luego ponemos a las niñas de quince años a anunciarnos cremas antiarrugas para delirio de adultos babosos. Nuestros niños son más mercancía que ahí fuera, señor mío.
Los niños de ahí fuera son seres humanos. Comparo los niños de fuera de la burbuja con la vida de los pilotos. Yo he estado delante de un camión con niños armados con fusiles y no he visto la estúpida mirada de los nuestros. Tenían la misma ternura en su mirada que usted o yo, ninguna. Los niños soldado matan igual que los adultos, no resultan menos temibles.
No sé en cuanto tiempo, volveremos a tener un conflicto armado, y si no disparamos misiles y volvemos a la edad de piedra, volveremos a llamar a filas a nuestros niños y comprobaremos que son hombres y no cosas cariñosas. Matan igual de bien.
Y no me vuelva a apelar al derecho como si el derecho fuese algo. El derecho no es más que el manual de instrucciones de la máquina que usamos aquí y esa máquina no es universal; lo que sucede es que en occidente nos creemos que nuestra máquina y nuestro libreto debe ser adoptado por todos. Pero ahí fuera hay otros manuales de instrucciones. Si usted viviese en otros países, aplicaría otros derechos. Occidente es ombligocéntrica y tiene una pretensión universalizadora de lo más cansina. No darse cuenta es también ombligocéntrico.
Yo hablo de niños como seres capaces, no como cosas incapaces criadas para darnos abrazos y ternura, eso sí que es irrespetuoso. Los niños del primer mundo están perdidos y emborrachados de artículos de consumo. De los suyos, si los tiene, no hablo, supongo que los educará para valerse por sí mismos, y para eso hace falta poco, muy poco; basta con techo alimento y aprendizaje, no hacen falta consolas.
JM
JotaEme,
¿Cuánto whisky ha bebido? Pruebe con un poco más. Es imprescindible encontrar el límite.
Salvo detalles sin importancia (no veo diferencias entre la mirada de los pilotos y la del resto de niños y tampoco entre sus palabras) estoy con usted. Bueno, no lo estoy, pero me gustaría. Ese whisky me sentaría muy bien.
Javier, no me he logrado enterar de lo que me cuenta, es demasiado «si pero no, no pero sí» para mí.
Le pongo un trago.
JM
JM, estoy de acuerdo con su análisis acerca de la incapacidad de los niños de occidente para afrontar situaciones que habitualmente fuera de la burbuja. Pero la decadencia no es por la cosificación de los niños, es por la falta de conocimiento de los principios en los que se asienta nuestra cómoda sociedad.
En el periodo de entreguerras mundiales los niños eran también blanditos en occidente, con juguetes y amplias y brillantes sonrisas, pero sus sociedades eran conscientes de que para proteger su forma de vida había que realizar extraordinarios sacrificios.
Ahora la sociedad es blanda en formas y repugnantemente relativista en los principios morales que se aplican.
No hay capacidad de respuesta ante un enemigo que sabe que es lo que quiere, aquí tenemos un pacifismo patológico, es la negación de la autodefensa. La ignorancia de la historia y la creencia de que los de fuera tienen los mismos principios es la razón por la que occidente libra hoy sus guerras en suelo enemigo y no en casa. Sabemos que nuestra sociedad está corrompida por el batido de fresa y no tiene arrestos para enfrentarse a la realidad de la guerra.
Pero esto no es lo que plantea A de A, lo que plantea es acerca de unos niños que están dentro de la burbuja no fuera y los espectadores y organizadores son occidentales y los cánones que se aplican son los nuestros, al i
gual que los de fuera aplican los suyos.
Tuve un compañero de trabajo en los USA que tiene un hijo y una hija, ambos en aquel momento de muy corta edad, cinco o seis años tendrían. Una vez cenando en su casa me explicó que en cuanto su hijo tuviera fuerza para sostener un arma le enseñaría a dispararla. Lo tenía tan claro como cualquier otra faceta de la enseñanza de sus hijos.
Con todos sus defectos ellos saben que lo suyo ha de defenderse y no solo con palabras.
Pero lo que usted ha visto, niños soldado, no significa que un ser humano no de más de sí. Nuestra sociedad ha logrado que esos niños den mucho mas cuando son adultos, sobre todo en tiempos pasados, ahora existe un claro adocenamiento que nos ha retrasado.
JotaEme, me río de la expresión «estoy con usted».
Gracias por el trago.
Hola a todos.
Si las crías de 16 años pueden consumar con sus parejas a tutiplén y luego tomarse la píldora del día despues o abortar a discreción, no veo por qué un crío no pueda dedicarse a pilotar o a cantar en un reality. Ahora en general, no sólo en el deporte, se comienza todo antes: se fuma, se bebe, se fornica, se salta a la élite o a la fama cada vez a edad más temprana. Es la infantilización de la vida en toda su extensión.
También su popularidad o sus motivaciones se desgastan antes porque con 24 años ya son veteranos o han caído en otros problemas.
Saludos desde Zgz.
Altro, entre usted y yo: eso de «consumar» le queda un poco carca, ¿eh?. Con la de cosas que podría haber dicho, ha usado lo más canónico de todo, ¿pero se imagina usted a una apuesta chavala y un fornido macarrilla diciendo «Qué, chata, ¿consumamos?». No, ¿verdad?. Dirían otras cosas; si no sabe qué se podrían decir, me lo dice y le pongo unos ejemplos que ahora omito por respeto a Asunción Bandrés.
Croq.
Creo que estais errando el tiro. No se trata de que los guajetes no puedan competir. La lectura que yo saco es que no deberían obtener resultados a tan corto plazo, por que esto les obliga a profesionalizarse demasiado pronto. La competición es dura, requiere sufrimiento, constancia, abnegación… pero qué pasa con los que han sacrificado mas de la mitad de su vida para conseguir algo que después no consiguen. Suponiendo que sean de buena familia, que creo que es lo habitual, encontrarán colocación de uno u otro modo, pero tal vez sean analfabetos funcionales. Habrán condicionado totalmente el resto de su vida, que es mucha, a algo que comenzó como un divertimento y que puede salir bien o no.
Cambiemos «piloto de carreras» por «jugador de videojuegos», que también hay mundiales de esto. Dejaríais que vuestro hijo dedicara toda su vida (no en tiempo, sino en intensidad) a ello?
Por cierto, lo de que los niños cada vez empiezan a fumar antes y tal… ¿Que pasa, que vuestros padres y abuelos no fumaban y bebían vinazo antes de los catorce?
@Balmhö.
1.- Los pilotos son de extracción social diversa, conozco buen número cuyas economías familiares están bastante tiesas, no saquemos ideas raras acuñadas en tópicos infundados.
2.- La mayoría de los pilotos jóvenes que conozco y he conocido además de su oficio como pilotos, estudian y muchos consiguen un título universitario por si les falla su devoción, que suele ser lo habitual, por lo que tienen el doble de trabajo a su edad que los devotos de la PlayStation y el nihilismo ociocéntrico.
JM
¿Me podría alguien explicar como poner en negrita el texto en los comentarios?.
Yo podría hacer eso y mucho más, EJ25MT5.
JM
(jijijiji)
Es usted un cursi……vo.
Jaja.
¿Cuantos sobres de Alka Seltzer lleva esta mañana?
En todo lo demás no me meto, porque no tengo ni idea, como de costumbre.
Pero, # 9, Don, dice ud: «… la sociedad no le gusta afrontar que vivir enferma y mata…»; etc.
Le hago reverencias, me pongo de rodillas y le alabo sin reservas. Qué gran problema, sí señor.
Hasta luego.
#24. No digo que todos sean hijos de banqueros, empresarios, etc… pero el hijo de un camarero, albañil, administrativo, etc… lo tiene chungo, por que costearle la universidad ya es un sacrificio grande, y es mucho mas barato que competir en cualquier disciplina de motor.
Tampoco quiero generalizar cuando digo que se juegan el futuro a una carta, pero fomentar la competición al mas alto nivel favorece eso. En gimnasia rítmica lleva pasando eso muchos años, y muchas de las gimnastas cuando dejan la competición son infelices.
«muchas de las gimnastas cuando dejan la competición son infelices»
Nos ha odío.
Y miles de opositores a notarías que no «consuman».
Y miles de Ingenieros de caminos que se quedan por el camino.
Podría poner muchos mas ejemplos, pero a pesar de lo que hoy en dia les dicen (y les hacen creer) a los niños sobre que todos (o casi) aprueban la selectividad, la verdad es que la vida siempre ha sido una carrera despiadada por alcanzar los puestos altos.
Exactamente igual que un gran premio.
Querer olvidarlo es un error, mucho mas dañino que empezar a competir pronto (respecto a lo de disparar, me reservo)
Me gusta lo escrito por JM.
Me pregunto porqué razón queremos dar a un funcionario, un político, etc. el derecho a decirnos cómo criar a nuestros hijos, qué es lo que pueden hacer, para qué son maduros, y para qué no lo son.
¿por qué no se puede dejar a los padres que decidan estas cosas?
31 –> Debería ser cuestión de consenso. Digo debería, entre padres/madres y poderes públicos, en la línea de evitar consensuadamente, procedimientos perjudiciales hacia el niño, como darle un cigarrillo a los 5 años, etc. No creo adecuado que un padre pueda tener la libertad para hacer algo de ese tipo (es un ejemplo extremista, sí) por mucho padre que sea
Aún siendo padre, en lo demás no me meto, como JuanAntonio 🙂
Por mi profesión, trabajo con niños con poca menos edad que estos chiquillos que ya compiten en campeonatos del mundo de ciclismo. Salvo algunos casos extraños de tener una madurez excepcional, una persona a esa edad es, mentalmente, un niño, con el cuerpo algo crecidito, eso sí. Es difícil que tengan el conocimiento de la vida necesario para decidir por sí mismos si firmar o no contratos millonarios que les obliguen a llevar cierto tipo de vida y sacrificios, y ni siquiera en muchos casos estarán preparados para estar lejos de sus padres y hermanos durante semanas, con lo cual deben llevar a su familia con ellos. No se trata de que con decisiones de este tipo le faltemos al respeto a los niños, sólo que no se debe vivir tan deprisa, y seguro que no es bueno eso. Si fuese lógico lo que está pasando ahora, la parrilla de Moto GP estaría formada por 60 pilotos, dadas las ganas que tienen todos por pilotar motos grandes cuanto antes, luego algo falla si la realidad es otra. Igual que hay padres insensatos que crían a sus hijos en ambientes poco recomendables incluso para mayores, y desgraciadamente ya veo yo los resultados en algunos críos ya desde pequeños, creo que a los patrocinadores y multinacionales del motor lo que les interesa es que haya espectáculo y la gente vea las carreras por la tele para que les salga rentable estar ahí, y les importa un rábano si ese frenético ritmo de vida está dando tiempo a que los casi infantiles pilotos se eduquen como personas, y no como autómatas capaces de llevar las motos a sus límites físicos, sin que piensen en muchos casos en el altísimo riesgo para la vida humana -no nos engañemos- que el pilotaje de motos y coches conlleva.