No puedo dormir. Leo The Economist.
Leo Hating what you do y me pongo a trabajar, a pensar. Qué remedio.
Gestionar una empresa es una tarea demasiado difícil para mí. Llevo muchos años (¿demasiados?) con responsabilidades de jefe. De diferentes tipos de personas. Hace unos años una de mis frases favoritas era «Soy buen jefe de los buenos trabajadores y muy malo de los malos trabajadores». Ahora lo digo menos.
Siempre había alguien que me decía. «Eso es muy fácil». Es posible que lo sea. A mí me cuesta. Porque un buen trabajador no significa un trabajador fácil.
Soy mal jefe de los malos trabajadores porque me niego a ser policía. Cada minuto que se invierte en una empresa para controlar el trabajo de alguien es una ruina para todos. Ante la duda de si alguien hace bien o no su trabajo, hay que buscar soluciones diferentes al control. Al controlar ya no hay duda, sino certeza, de que se pierde el tiempo.
¿Cómo se consigue gestionar sin controlar? No tengo ni idea de cómo puede hacerse en grandes corporaciones, pero quien consiga hacerlo tendrá una empresa más competitiva.
El reparto de responsabilidades es imprescindible. El principio de de subsidiariedad aplicado a la empresa. Quitar el ojo vigilante de cada proceso.
Convertir a las personas en máquinas es el mayor disparate energético de la humanidad. Es el proceso más ineficiente. La peor conversión posible entre energía potencial y cinética. Una barbaridad. El «a ti no te pagamos para pensar», que todos los procesos estén pautados y que los operarios se conviertan en robots no puede ser una solución. Es un desaprovechamiento de energía insostenible.
Necesitamos obtener todo el rendimiento de cada cabeza para cada proceso y estimular a cada uno a que mejore cada tarea de su labor. «El demonio está en los detalles» me decía un amigo y no se me olvida. Cada cabeza tiene que estar pendiente de su detalle.
Vamos a pensar en el futuro, en la futura empresa ideal, en la que todos queramos trabajar, en la que sea más competitiva. Porque esa es la empresa que hay que organizar. La idea brilante no está en encontrar tal o cual línea de negocio, sino en definir la organización ideal para cada tarea.
«Un buen trabajador no significa un trabajador fácil»
Discrepo. La calidad individual no sirve de nada si el trabajador en cuestión es incapaz de funcionar armoniosamente con su equipo y con sus supervisores. Para mí, un trabajador difícil es, por definición, un mal trabajador.
Yo prefiero trabajar con alguien con quien puedo hablar. Alguien sin problemas de autoestima. Alguien capaz de distinguir entre sus opiniones y su amor propio. Alguien capaz de escuchar y de recapacitar. Alguien capaz de ver cuándo tiene razón y de imponer su criterio por las buenas, dando motivos. Una buena persona, en definitiva. Ésa es para mi la clave de un equipo que funciona. Ésas son cualidades que no se enseñan fácilmente, que no se pueden fomentar. Lo demás, salvo en casos extremos, se aprende.
Es posible que entre los buenos «team-players» haya algún incompetente, pero en mi experiencia, alguien que entiende la importancia de llevarse bien con el equipo y que es capaz de poner riendas a su individualidad en beneficio del objetivo común es, casi siempre, una persona competente.
Mi solución para la empresa del futuro: el proceso de selección debería basarse más en las competencias sociales y menos en las técnicas.
«Un buen trabajador no significa un trabajador fácil»
Discrepo. La calidad individual no sirve de nada si el trabajador en cuestión es incapaz de funcionar armoniosamente con su equipo y con sus supervisores. Para mí, un trabajador difícil es, por definición, un mal trabajador.
Yo prefiero trabajar con alguien con quien puedo hablar. Alguien sin problemas de autoestima. Alguien capaz de distinguir entre sus opiniones y su amor propio. Alguien capaz de escuchar y de recapacitar. Alguien capaz de ver cuándo tiene razón y de imponer su criterio por las buenas, dando motivos. Una buena persona, en definitiva. (Continúa…)
(Segunda parte…)
Ésa es para mi la clave de un equipo que funciona. Ésas son cualidades que no se enseñan fácilmente, que no se pueden fomentar. Lo demás, salvo en casos extremos, se aprende.
Es posible que entre los buenos «team-players» haya algún incompetente, pero en mi experiencia, alguien que entiende la importancia de llevarse bien con el equipo y que es capaz de poner riendas a su individualidad en beneficio del objetivo común es, casi siempre, una persona competente.
Mi solución para la empresa del futuro: el proceso de selección debería basarse más en las competencias sociales y menos en las técnicas.
Hola pgonzalezs,
Estoy de acuerdo con lo que dice. Puede haber excepciones, pero raramente.
No me refería a fácil de carácter, como característica del trabajador, sino fácil de gestionar para la empresa.
Un buen trabajador requiere un trabajo que no le aburra, que sea acorde con su capacidad, que lo estimule. Los buenos trabajadores también se aburren si la organización no encuentra fórmulas para que pueda ejercitar sus capacidades. Si un trabajador se acomoda es malo para la empresa y si se aburre también.
Una organización tiene que estar pendiente para que los trabajadores se sientan útiles, con tareas y encargos acordes a su capacidad. Ésa es una de las labores más difíciles con las que me enfrento.
Yo me considero un buen trabajador. En muchos trabajos me he aburrido. Inmediatamente he dejado la empresa para buscar tareas que me satisficieran más. Me preocupa que les ocurra lo mismo a los buenos trabajadores que estén en la misma empresa que yo.
Yo estoy hasta las pestañas de tanto rollo de entendimiento, de tanto teamwork, de tanta igualdad aparente y de tanta felicidad super ñoña.
Yo quiero tíos y tías buenos, bien formados, competentes y baratos que hagan bien su trabajo, cobren lo justo y sean dóciles y obedientes, tanta tontería con el buenrollismo y el jefe dulce, participativo y justo, qué coñazo de sociedad blandista, por dios, qué empalago.
Con gente como Mauricio Palicio tenemos el mundo que nos merecemos.
Qué gentuza, dios mio.
Mauricio es el tipo de gente que odio hasta la saciedad.
Mauricio Palicio, el jefe «suplicio», el eterno cliente de las E.T.T. o de las colas del INEM, el que se cree ombligo del mundo, y por ende, de su empresa…
La empresa no es sólo un jefe, ni sólo los empleados, sino una maquinaria compleja formada por todos, como engranajes que deben trabajar en conjunto para que la máquina, la empresa, funcione.
La definición que usted hace de trabajador es más parecida a esclavo que a empleado. Un trabajador contento y satisfecho dará rendimiento, un trabajador puteado o ninguneado hará que la maquinaria no sea todo lo eficiente que debe.
Y no es sociedad blandista, es sentido común: ni tanto sindicato ni tanta esclavitud.
Lo que ocurre es que a veces es difícil tomar decisiones de jefe si eres el «buen-rollista».
Por lo que hablan, son ustedes curritos. Los curritos se llenan la boca de cosas como la equidad, la justicia, la riqueza razonable, el derecho al ocio y tantas cosas que, claro, no pagan ellos.
El dia que sean alguien, verán ustedes cómo les cambia el cuento, entre tanto, sigan pensando que el mundo les debe la felicidad.
Por si alguno me sale diciendo que es un jefecillo de un negociete pequeño, o que tiene a su cargo la friolera de dos secretarias y un becario o un mando intermedio de alguna cosa media o media-grande: también son curritos, ¿eh?, antes de que se las den de justos, razonables, buenos pero dioses de los negocios: curritos.
Mauricio, no se el exito que tendra Vd en su(s) empresa(s), pero como persona es Vd un impresentable. Al menos, como tal ha querido mostrarse en sus comentarios, y a fe que lo ha conseguido.
Mauricio Palicio = negrero
Mauricio Palicio = nuevo rico
Menudo personaje. No quiero molestarme ni perder un solo minuto en contestarle. No merece la pena.
Lo de «currito», como vulgarmente comenta, serán suposiciones suyas, porque yo no le he dicho en ningún momento si soy currito, empresario o a lo que me dedico en la vida.
Qué asco da tener que compartir el aire con gentuza como usted.
Negrero, nuevo rico, gentuza… esa es la radiografía de este país. La envidia es un un buen motor; ustedes ven a quien está más arriba y es bueno que lo envidien para tratar de llegar a estar más arriba.
Pero en España la envidia se yuxtapone con el resentimiento social, así que envidian a la persona de éxito pero en lugar de tratar de llegar a su nivel lo que quieren es sacarlo de ahí a pedradas. Así, una persona de éxito es un explotador, un negrero, un nuevo rico, un idiota, odioso…. No quieren llegar arriba, lo que quieren es que quien esté arriba se hunda. Esa es la justicia social de este país y por qué la envidia se transforma en algo que corroe las entrañas del mediocre
Alguien a quien le duele el triunfo ajeno queda definido como un mediocre, un tonto, un impotente, un resentido y un amargado.
Y mientras son lo que son, visten su fracaso de valores new age, y se quedan tan anchos.
Odiadme, que me encanta.
Joé con Mauricio.
JM
Me encanta el mundo así de sencillo, Mauricio. Como lo ve usted. Los demás somos «curritos» y «currito», naturalmente, es algo malo. Está «hasta las pestañas» del buen rollo y el entendimiento y, lógicamente, todo lo que decimos de usted, lo decimos movidos por la envidia cochina porque -claro está- usted sabe quiénes somos todos y cada uno de nosotros. ¿Verdad? Y nos daría mucho gustito -en las pestañas, se entiende- ser como usted y ver el mundo como usted lo ve y, lo que es más importante, desde donde usted lo ve. Y si no lo vemos así es, simplemente, porque no tenemos su dinero, su poder y su fina capacidad de análisis.
En serio, Mauricio, qué envidia me da su sabiduría y conocimiento. Escriba un libro y cuéntele al mundo todo eso. Seguro que inaugura una nueva filosofía reconocida, sobre todo, por su utilidad a la hora de construir empresas que funcionen, trabajadores productivos y obtener rentabilidades sorprendentes de su capital humano y financiero.
Ah, y le recomiendo el título que, consciente o inconscientemente, JM le ha recomendado: «Joé con Mauricio». Será un best-seller.
Me hace un poco de gracia algunos comentarios de este post. Hay que tomárselo todo con buen humor. Supongo que todo tiene la misma lectura, educación. Y como no me apetece decir explícitamente «coincido con …» Voy a desarrollar mi propia argumentación, aunque quizás caiga en el abismo de la demagogia.
¿Somos realmente conscientes de nuestras obligaciones como trabajadores? ¿Hemos sido educados para conocer estas obligaciones? ¿Comó educamos a nuestros compañeros, subordinados o simplemente a nuestros hijos? ¿Cúltura del esfurzo o cultura de colaboración?
Es curioso como esfurzo y auxilio están recogidos como antónimos en el RAE, yo no suelo utilizar la palabra esfuerzo, tampoco otras locuciones como triunfo individual. Creo que el problema tiene la misma raíz, el de la competitividad mal entendida. Por que en un equipo, empresa o país no se sustenta en individualidades, sino en como somos capaces de interactuar juntos, como podemos combinar nuestras habilidades, actitudes y capacidades dentro de un grupo.
No me voy a extender mucho más, pues la verdad todas estas perogrulladas ya las debíamos conocer y además a veces es preferible formular preguntas que responder abiertamente.
Un saludo.
Me parece que la forma de expresarse de Mauricio es poco afortunada, pero en el fondo comparto muchos de sus pensamientos.
Estamos en la cultura del mínimo esfuerzo. Lo sé bien. Y muchas veces es difícil ser «el majo» porque te toman por el pito del sereno. ¿La alternativa? Ser el malo. Los demás trabajan algo a disgusto, pero acatan las órdenes. ¿Que sería más bonito si el jefe fuese «el rey del buen rollo» y todos cumpliesen con su labor sin rechistar y encima a gusto? Pues claro, pero ese es el mundo de las piruletas.
No voy a seguir mucho tiempo por aquí porque me enfrento a niños, inmaduros, imberbes mentales. A los niños no se les puede decir no, no se les puede educar, no se les puede llevar la contraria porque se frustran y hay que permitirles todo, todo es poco, tienen todos los derechos, obligaciones no, pobrecillos. Y esos niños llegan a trabajar.
Y cuando trabajan no quieren trabajar, quieren tener puentes, quieren que el trabajo les de la felicidad, el jefe será bueno si les paga los cafés, les cuenta chistes y si trabajan poco, jefes sociales, emocionales, que sean como los profesores castrados, que no les digan que no, y que les digan que son estupendísimos y super creativos.
A trabajar, coño, que el trabajo dignifica, que es algo bueno, que la responsabilidad está por encima del disfrute y los hombres adultos deben de hacer todo lo que puedan por trabajar mucho y bien. Sólo así serán reconocidos, sólo así crecerán, humana y profesionalmente. Que ganen lo que merezcan; mucho o poco.
Hombres, adultos, personas.
Ya está bien de los niñatos que quieren continuar el colegio en la edad adulta.
Estoy harto de tratar con niños inmaduros y llorones de más de 30 años.
Así nos va, claro.
Sr. Mauricio Palicio, no espere usted que un trabajador que probablemente:
– Sea mileurista y eso le de para pagar el piso y poco más
– Sepa a qué hora entra pero no a qué hora sale (y ni hablar de pagar las horas extras)
– A la vista de sus jefes son simples subordinados
– Tienen un trabajo puramente repetitivo y monótono que no explota sus capacidades
– No se le integra en una política de la empresa de mejora y promoción
– Etc
Vaya a preocuparse por la empresa en la que trabaja mucho más allá de cumplir con unos mínimos aceptables. ¿Por qué? Porque probablemente no se siente parte de esa empresa. Se la suda si la empresa va bien o va mal, a él le van a seguir pagando sus míseros mil euros. Y si un día le echan a la calle porque la empresa quiebra, habrá otras empresas donde siga ganando esos 1.000 euros. Para él su empresa es una «cárnica» que se aprovecha de su trabajo y que le «explota».
Yo veo muy importante que el trabajador se sienta una pieza importante de la empresa para la que trabaja, sea cual sea su posición en la jerarquía empresarial. No se si usted se da cuenta de que sin esos «curritos», su puesto de directivo y su gran empresa no valen una mierda. Tan importante es el jefe de proyecto que tiene que planificarlo, como el analista que tiene que diseñarlo, como el programador que finalmente tira las líneas de código y realiza las pruebas del sistema. Si los programadores «curritos» la cagan, el cliente se cabrea y lo mismo el próximo proyecto se lo lleva la competencia.
Creo sinceramente que un buen punto de partida para una empresa con sus trabajadores es enseñarles las cuentas de un proyecto o producto. Es decir, hacerles ver cuánto renta su trabajo para el proyecto. Si la empresa está cobrando 60€ al cliente por una hora de mano de obra de taller, y al mecánico currito le estás pagando 5€ la hora, es normal que éste se sienta explotado y piense que hay alguien por encima que se está llevando ese dinero. A lo mejor si le explicas que esos 55€ de diferencia se van para pagar el alquiler del edificio, que los gastos de contratación son éstos, éstos y éstos otros, el mecánico lo entienda y no se sienta explotado. Siempre y cuando claro, la jerarquía de la empresa esté optimizada y no haya en los estratos medios y superiores personal que esté chupando del bote. Aquí o jugamos todos o pinchamos el balón.
Conectado con lo anterior, otra enseñanza que creo que hay que transmitir a las nuevas generaciones es que para llegar arriba hay que empezar por abajo. Aquellos que pretendan hacerse ricos de la noche a la mañana tienen muchas probabilidades de fracasar. Parece que todo el mundo quiere hacer ahora su Google, su Facebook, su Twitter o su Skype para dar el pelotazo y forrarse. Estamos en una cultura del pelotazo, donde todos quieren ser ricos con el mínimo esfuerzo. Los recién licenciados tienen que entender que para ser un jefe de proyecto que gane 40.000 euros brutos al año, primero hay que ser un programador de 18.000 y después un analista de 26.000. Y que llegar a ese punto te llevará unos 10 o 15 años. Si durante ese tiempo vas formando a tus empleados, vas consiguiendo que se sientan parte de la empresa (aunque ganen 1.000 euros) y vas optimizando los procesos, probablemente obtendrás beneficios en el medio y largo plazo.
Yo creo que el buen rollo, la estrecha realación entre los miembros del equipo (tanto verticalmente como horizontalmente), son buenos para que el trabajador venga un poco más contento a trabajar. Claro está, a cambio hay que exigirle una serie de obligaciones y responsabilidades, ya que para ello se les está pagando un sueldo acorde con ellas. Hay que separar el buen rollo y la buena comunicación del ocio y de la pérdida de tiempo. Si un «currito» no puede llegar a su analista y decirle «oye, creo que esto está mal, por esto, por esto y por esto otro» porque no hay la suficiente confianza, o porque simplemente por estar por debajo automáticamente no tiene la razón, la empresa estará desperdiciando las capacidades y aptitudes de su trabajador.
Ya se que las ideas que planteo en este comentario es difícil alcanzarlas, que alcanzar el ansiado «término medio» en las relaciones sociales y empresariales es muy complicado, pero no por ello pienso que una empresa debe dejar de intentarlo. Me parece que en cualquier caso es mucha mejor opción que quemar a tus «curritos». Haciendo eso, estarás quitando del medio a muchos que simplemente no valían, pero también te estarás quedando sin los que tenían algo importante que aportar a la empresa.
He puesto un comentario larguísimo y no ha salido, me imagino que a lo mejor debe estar pendiente de aprobación. Por favor Javier, cuando puedas échale un ojo.
«No voy a seguir mucho tiempo por aquí porque me enfrento a niños, inmaduros, imberbes mentales». Creo que en una empresa todos tienen que escuchar a todos. El que lleva muchos años tiene que transmitir a los nuevos su poca o mucha experiencia, para intentar que en el futuro no se vuelvan a repetir los errores del pasado. Y los nuevos, tendrán que transmitir su ilusión y sus ideas «felices» a los de arriba, antes de que se quemen. Tanto el que llega nuevo como el que lleva 20 años en la empresa, tiene que estar dispuesto a aprender del resto de sus compañeros. Y para que haya esa transmisión de conocimientos, tiene que haber comunicación bidireccional. Si el jefe es el ser supremo, que trata de imberbes mentales e inmaduros a sus nuevos trabajadores, estará dificultando enormemente la ocasión de formarles. Todos sabemos que con las ostias que se va dando uno por la vida va aprendiendo. Pero si alguien es capaz de formarte y enseñarte evitando tener que darte una o que te la des tú solito, creo que es mucho mejor para todos.
D. Mauricio, usted está harto de tratar con inmaduros llorones de 30 años. ¡Qué mala suerte tiene que le tocan todos a usted! Porque yo conozco personas trabajadoras con 20 años que son maduras, responsables y eficientes, y tampoco generalizo.
En su primer comentario no me gustó lo de trabajador barato y obediente, a falta de entonación suena a tráfico de empleados sumisos a los que se puede despedir sin más, sin argumento ni indemnización.
En los siguientes, en los que se defiende basando los comentarios ajenos en su éxito y la envidia ajena, pues mire, ¿qué quiere que le diga? Que si realmente es quien es y piensa lo que dice, yo no siento envidia por usted, sino que le compadezco.
Tenga usted un buen día, si es que sabe como son los días buenos.
Obediente sí, barato no, Jose GL. Que cobren «lo justo», dije; lo justo en relación a lo que producen, lo justo en relación a lo que aporten, «lo justo» en relación a su trabajo. Igual a usted le parece mal, no lo sé, ni me importa ni me aporta.
Y obedientes, sí. Que acepten órdenes, no como en muchos sitios en los que el jefe tiene que persuadirles con mano izquierda para que hagan un trabajo.
Y no. Tengo gente preparada, buena y la pago bien. Más de lo que marca el convenio colectivo. En algunos casos mucho más. Y trabajan como leones, y yo también. Porque quiero que sigan a mi lado, porque valoro el trabajo que hacen. Pero no les hago la pelota, ni ellos me la hacen a mí. Cuando viene un niño grande, lo largo. Pero cada vez hay más niños y menos hombres en este país.
Si al final no somos tan distantes en opinión. Usted mismo reconoce que paga lo que cree justo en relación al trabajo. Eso implica que algunos de sus empleados cobre más que lo dice el convenio colectivo, porque lo merece, porque produce. También dice que valora su trabajo sin hacerles la pelota, y eso también tiene mérito.
En su primera intervención (#4), usted escribió «Yo quiero tíos y tías buenos, bien formados, competentes y baratos que hagan bien su trabajo, cobren lo justo y sean dóciles y obedientes«. Las palabras remarcadas son las que yo -seguramente- malinterpreté, de ahí mi reacción posterior.
Yo en mi trabajo también me gusta que me valoren y reconozcan mi esfuerzo, dedicación y eficacia, y eso no implica peloteo, ni de un lado ni del otro. Y soy de los que le da la opinión al jefe, con educación, aunque no le guste o no sea lo que quiera oír.
Para terminar, respecto a lo de cada vez más niños y menos hombres, quizás tenga parte de razón, es la sociedad del ¿bienestar? y el consumismo que nos ha tocado vivir, y que en mayor o menor grado nos convierte en unos quejicas, que todo lo queremos sin apenas esforzarnos.
A ver es hora empezar a decir las cosas por su nombre. Un trabajo por mucho que te guste es un trabajo, no un hobby que por eso le pagan a uno. Como es un trabajo a diferencia de un hobby tienes de acabarlo cuande se te manda. Si sale mal o la cagas, que aunque le pongas muchas ganas te puede pasar y no siempre es una negligencia, te puede caer el pelo o que te peguen una bronca desproporcionada. Señores si trabajar fuese bueno los ricos lo guardarian para ellos solos! Los empresarios querrían en general la extensión de la esclavitud a todo a quel que no fuese empresario. Quieren y es imposible que ningun trabajador puedad sentir que la empresa es suya. Principalmente por qué no lo es. Y la nómina tampoco, por muy justificada que este en los beneficios. El dinero todo lo quema.
El rollo del la cooperacion, la gestión de ideas, el coaching y de la formación es una memez de la que me estoy descojonando señores! Como jefe he tenido de mandar hacer cosas duras, desagradables y a toda prisa a mis subordinados por culpa de jefes incompetentes y otros trabajadores negligentes que no han echo su trabajo correctamente. A veces incluso por mi culpa. Y señores me he sentido fatal en todas las ocasiones siendo culpa mía o no por necesidades de producción justificables. Pensaran que soy un vago o un sinverguenza yo creo soy sincero. Ponganse más en la piel del subordinado e intententen pensar que esa persona no esta ahí por gusto sino por qué tiene una hipoteca, una familia que mantener, un coche que pagar, alguna querida (un poco de broma!), y algún que otro prestamo al consumo que no hubiese tenido que haber firmado. Seamos justos y no tan hipocritas.
Oiga, Mauricio, es usted un provocador. No sólo se posee la verdad absoluta sino que, además, detenta el derecho a cambiar esa verdad absoluta cuando se le antoja.
En #4 escribía usted que le gustaban los trabajadores «baratos, obedientes y dóciles». Luego, en #24, dice usted que sus trabajadores están «bien formados» y «bien pagados, por encima del convenio». Luego de baratos, nada.
Yo no creo en el buenrollismo universal. Ni en contar chistes y tomar cafés como forma de «ganarse» a los empleados. A los empleados se les gana con decisiones justas y bien razonadas. A veces, se razonan de forma más extensa y a veces menos. A veces, esas decisiones se argumentan con un café en la mano. Otras, con mucha prisa y mediante un breve e-mail. Creo que el café o el e-mail no hacen ni deshacen al «buen jefe». De lo que sí estoy seguro es que una descalificación jamás forma parte de una buena argumentación. Por definición. Y usted ha recurrido a las descalificaciones con una facilidad pasmosa en todo su argumentario. Según quién y qué se le responda, los demás son «niños, inmaduros, imberbes mentales». O «envidiosos». O «new age». (Confieso que este último insulto es el que más me puede doler de todos). Es cierto que también ha habido quién ha recurrido al insulto para rebatirle a usted. Mal hecho. Pero yo que usted no me hubiese rebajado a ese nivel. Es una de las cosas que un jefe del nivel que dice usted ser debería saber.
Y sí, los trabajadores tienen tantas obligaciones como derechos pero en este país llevamos 30 años metidos en una espiral en la que los trabajadores se otorgan el derecho a no cumplir con sus obligaciones porque los empresarios no cumplen con las suyas y viceversa. Mientras tanto, vemos la productividad y el desarrollo pasar por delante de nuestra puerta. Y así nos va.
Por último, me gustaría mucho que me respondiese a una pregunta: si realmente las opiniones de los demás «No le importan, ni le aportan» (#24) ¿Qué hace aquí?. Me muero de curiosidad.
Pues si tengo que explicar por qué la mano de obra directa y no cualificada no debe ser artificiosamente cara para que la producción no busque otros lugares, poco debate queda, si alguno había más que insultarme.
A tu pregunta, pues pensé que era obvio: ¿qué hago aquí?. Pues dar mi opinión, ¿pensaste que hacía otra cosa distinta?.
Que os vaya bien
Hola a todos.
Esto se está llenando de trolls.
Ahora que alguno se estaba tranquilizando, y por fin aportaba comentarios constructivos y dejaba de tocar las narices, aparece el Mauricio éste que no ha visto una empresa en su vida.
Por mi propia experiencia le diré, Javier, que los soldados esconden más potencial del que aparentan; el truco para aprovecharlo es saber encontrarle a cada uno su sitio en el engranaje de la empresa sin enterrar sus cinco minutos de notoriedad, sin que se diluya su individualidad en el grupo de trabajo. Hasta los peones tienen su función en las partidas de ajedrez si se utilizan en el momento oportuno.
Se lo dije cuando discutíamos sobre el despido gratuíto: no existe el mal trabajador, sino el jefe que no sabe aprovechar convenientemente / estimular las aptitudes de áquel.
Saludos desde Zgz.
«aparece el Mauricio éste que no ha visto una empresa en su vida.»
Aquí, la risa floja.
Y lo demás, con lo de los soldados que esconden potencial oculto (yo quiero ver un potencial de esos en alguien que descargue palets, por ejemplo, a ver si lo hace como Fred Astaire o qué), lo del enterramiento de los cinco minutos de notoriedad, ni idea de qué es pero suena lúgubre y la dilución de la individualidad en el grupo de trabajo le suena super bien, si supiéramos qué significa, igual opinábamos.
Y no existe el mal trabajador, no claro. Los que se agarran a la baja, los absentistas, los que dicen que la informática no les llama, los que gritan a los clientes, los que tocan el culo a las compañeras de trabajo, los que con veinte años de antigüedad se mean en las esquinas para ver si les despides, los jefecillos y mandos intermedios que andan machacando a los que tienen por abajo…
Esto no da mas de si. Que pena.
Ahi se quedan con sus mundos de Yupi.
La lástima de este post es que no haya entrado más gente a alinearse con Mauricio por el bien del debate, que ha quedado un poco «inmolación y sacrificio de Mauricio Palicio» (*) .
La verdad sea dicha, le doy la razón en bastantes de las cosas que dice, pero convendrá conmigo, Sr. Palicio, en que es usted a la sutileza lo que una lavadora a la lujuria.
JM
(*) Pido disculpas por la rima, no he podido evitarlo; al menos no he usado «orificio». :p
Hola a todos.
Don Mauricio:
– Un operario de carretilla probablemente le podría organizar el almacén y la ruta de servicio a la línea de montaje de su empresa más eficientemente que el titular especialista en logística. También probablemente podría hacerle algunas indicaciones sobre la forma de embalar sus mercancías para ahorrar tiempo en el proceso carga/descarga.
No creo ni que le entre en la cabeza el saber que en Michelín Francia los ingenieros pasan seis meses mínimo con carácter rotativo en puestos no cualificados antes de pasar a ser M.O.I. (y en muchas más empresas).
A lo mejor sí que sabe que Ron Dennis empezó siendo un simple soldado, perdón quise decir mecánico, antes de llegar a lo que ha sido.
No desprecie nunca a ningún trabajador, por insignificante que sea su rango. Aunque usted no lo aproveche, muchas empresas (Toyota, BMW, etc …) toman en consideración todas las propuestas de mejora vengan de donde vengan. Una idea absurda puede dar lugar a otra más rentable. En Opel Figueruelas un operario propuso apagar las luces durante las pausas de producción, fíjese que absurdo, pero fíjese qué ahorro al cabo del año. Otro propuso instalar paneles solares en el techo para autoabastecerse como mínimo, y la cosa prospera.
– La notoriedad y la individualidad vienen a decir que a cada uno en particular hay que reconocerle su esfuerzo -aunque sea con una palmadita en la espalda, no hacen falta invitaciones a café ni colegueo para dar sensación de proximidad, estoy de acuerdo- cuando se ha trabajado en equipo y se han conseguido los objetivos. Me alegro de que le suene bien.
– Tema «malos trabajadores» (en realidad algunos son sinvergüenzas):
«Los que se agarran a la baja»: Actualmente dudo mucho que se pueda uno agarrar a las bajas porque las gestionan las mutuas, y porque los médicos de familia no se juegan su puesto por una baja por enfermedad común; están expuestos a juicios y demandas de las mutuas.
«Los anti-informática y los gritones»: cambielos de puesto. No tenga a una persona mayor que probablemente no sabe mandar un SMS con un móvil en un terminal ni a una persona sin don de gentes de cara al público.
«Los absentistas y los que buscan el despido»: despídalos o no se lamente tanto, coñe, que muchas veces la culpa la tienen los empresarios por firmar según qué convenios, y por dar privilegios a sindicalistas y otros, para tenerlos de su parte.
Los irrespetuosos con los compañer@s: sancione, denuncie y/o despida, que la ley está de su lado. No sacrifique la paz social en la empresa por tapar abusos o delitos.
«Los jefecillos y mandos intermedios»: esto me toca a mí de cerca. Son los paganos, los que tienen que partirse la cara con los trabajadores y con la jefatura a la vez, los que hacen el trabajo sucio por encargo del responsable de departamento de turno que no quiere mancharse las manos ni quiere quedar mal con la plantilla. Son los que machacan a los de abajo porque desde la tribuna les piden sangre, pero al mismo tiempo quieren que no se altere el buen ambiente entre trabajadores y dirección, que luchen en la arena con espadas de corcho o pistolas de bolas de color. Son los incomprendidos, los que a veces la empresa les da la espalda.
No se queje de ellos, que los tienen como tontos útiles …
En fin, perdón por el tocho. Espero que ahora se entienda todo.
Saludos desde Zgz.