Señores y señoras,
He vuelto y no he tardado mucho. Señal de que cuando me propongo algo puedo lograrlo. Por ejemplo, esta mañana me he propuesto desayunar y lo he hecho. Ayer por la noche me propuse cenar y también lo conseguí. Por fin estoy progresando en la vida, sólo me falta ganar dinero, un penthouse en Manhattan, un bar gallego debajo de casa, una botella de Pingus y un harén de mujeres asiáticas extremadamente complacientes y a las que les guste el cine en versión original.
De momento creo que seguiré con las tres comidas diarias y algún donut de tanto en tanto.
Por cierto, ¿ya han borrado ustedes todos sus tuits comprometidos? Ya saben que ahora pueden decir en público (o por la tele) lo que les salga de los huevos pero como lo escriban en un tuit se les cae el pelo. El twitter es como el ebola, pero por lo menos con el ébola sabes que estás enfermo cuando empiezas a sangrar como un cerdo pero con el twitter nada. ¿Por qué esta bonita red social no incluye una especie de aviso tipo ‘ojo, alguien está revisando tus tuits de 2012, cuando te dedicabas a meterte con los chinos y los pakis del barrio porque nunca tenían tus marcas favoritas de conservas”? Nadie nos avisa y un día PAM, ya te la han metido (metafóricamente). Y tienes que ir con tu pinta de judío de Brooklyn a decir que no eres antisemita y que si hace falta abrazarías a uno para demostrarlo.
Si es que así no se puede vivir, amigos y amigas, ya no se puede ni tuitear tranquilamente.
Bueno, acabo de ver eso de San Andreas. Ya saben que es una falla descomunal que si algún día se desprende abrirá un boquete del tamaño de la cabeza de Paco Marhuenda en San Francisco y probablemente se llevará la mitad de California por delante.
No es necesario que les explique mucho del tema: orgía de destrucción, tsunamis, edificios cayendo por todas partes, gente muriendo a carretadas y en medio de todo ese infierno una bonita historia humana para que el espectador no se vea obligado a identificarse con un Prius o un casco de moto. En este caso la pareja formada por Dwayne ‘La roca’ Johnson y la siempre guapísima Carla Gugino deciden viajar desde Los Ángeles a San Francisco para tratar de salvar a su hijo y ya de paso su matrimonio.
¿Qué les voy a decir? Claro, es como pedirle un adicto a la cocaína si le apetece una rayita. “Pues venga hombre, echa ahí”. Servidor es muy fan de esas películas de destrucción desmedida porque no pienso en los inocentes que mueren sino en la cantidad de hijoputas de las que nos libraríamos. Ya, ya sé, creen ustedes que la mayoría de la humanidad está formada por buenas personas y demás, pero les aseguro que un porcentaje alto de sus conocidos pisaría la cara de su madre por un billete de 20 euros o un pasaje a la salvación en un helicóptero para salvarse de una ola gigante. «Lo siento mamá, entiéndelo, tú ya has vivido lo tuyo».
Así que sí, me gusta ver como todo se desploma y la palma hasta el apuntador, como se consuma la venganza de la naturaleza y de repente ya no hay que reciclar nada más porque te acaban de reciclar a ti.
Huelga decir que los efectos especiales de impresión, el 3D es bastante potente y las interpretaciones rozan el ridículo. Por lo menos (eso sí) uno sabe que no hay final feliz… bueno sí, porque ya sabemos que alguien se salva y aunque la hayan palmado todos sus amigos lo importante es sobrevivir. Como decía Ving Rhames en aquella obra maestra llamada El amanecer de los muertos: “Mejor ellos que yo”.
“Mejor ellos que yo”.
¿No es bonito, amigos y amigas?
Tres hurras por la raza humana.
Abrazos/as,
T.G.
Si pudiera usted recomendarnos alguna otra, quizás una cutrecilla pero que le haya gustado. Porque ahora mismo veo la cartelera y sinceramente prefiero ir al bingo.
#1 Lea Ud. libros. Tienen más letras que las carteleras. 😉
Por cierto, mi cine de referencia (que lo es solo porque está entre la oficina en que curro y el restaurante en que como) ha cambiado su mercadotecnia de una forma asombrosa.
Antes la gran cristalera estaba llena de carteles de un tamaño suficiente si pasabas por la puerta. Un cartel por cada película proyectada. Lo cual era, además de un formato clásico, un método eficaz de informar al público (sector viandante) de su oferta comercial.
Pero hace unos meses inició una serie de reformas, al final de las cuales lo que se ve afuera en la cristalera principal son dos o tres, creo que ni cuatro, especies de murales de las correspondientes películas.
Y acabo de consultar la cartelera en su peich y tiene 13 títulos. Y el que podría ser más interesante (para mí) no recuerdo que estuviera el viernes. (Ahora vaya Ud. a saber, porque estoy de vacaciones).
Si supera la destrucción y el grado de imbecilidad de 2012 pues igual voy y la veo, pagando me refiero.