Sonia_Monroy

 

 

Señoras y señores,

 

¿Cómo están ustedes? Espero que en plena o al menos mejor que un servidor después de verme las tres horas y pico de ceremonia de los Oscar… en diferido.

 

Ya no estoy yo para ir trasnochando para ver según qué. Me dicen mis amigachos que el evento ha sido un auténtico coñazo y que Neil Patrick Harris no ha estado todo lo chisposo que se esperaba. No es ninguna novedad que estas ceremonias acostumbran ser larguísimas auto-felaciones en las que todos se dicen en voz alta y con cámaras de por testigo, cuánto se aman y lo encantados que están de haberse conocido.

 

Repasada la ceremonia (y utilizando el fast-forward para saltarme los momentos más embarazosos, todo hay qué decirlo) afirmar que han sido uno de los Oscar(s) más aburridos de la historia. Nada ha roto el rigor reinante, no ha habido ningún momento especial, ni especialmente emocionante y el público parecía más aburrido que los presentadores.

 

Lo más sorprendente ha sido la falta de energía de Neil Patrick Harris, un actor la copa de un pino y un tipo al que he visto en Broadway darlo todo sobre el escenario. No logro entender la desgana y aún menos ese truco de magia final (rozando el mentalismo) que parecía escrito por Los Morancos.

 

De los premios y los modelitos (incluyendo el modelo de Sonia Monroy, que hizo la pre-ceremonia de los Oscar del día anterior y no las del día del evento) ya se lo han dicho todo: nadie logra ponerse de acuerdo en qué mola y qué no, y y el otro y blablablá.

 

Es sorprendente lo mucho qué importan todos estos artilugios en las grandes ceremonias de premios. Al final parece que a todo el mundo le importan un pito los premios y lo único que es realmente relevante es el color del vestido de la actriz de turno.

 

De los premiados ya lo saben todo: Whiplash (mi favorita) se llevó tres premios (uno y dos técnicos: mejor actor; mejor montaje y edición de sonido) pero se quedo sin el guión adaptado que ganó The imitation game. Mal.

 

Tampoco ha sido novedad lo de Birdman, una película que me encanta a pesar de su director: un señor insoportable que lleva de lo del egolatrismo a extremos insondables. Sin embargo, el Oscar que la película se merecía con más merecimiento (olé yo y mi elección de palabras) se quedó en otras manos: Eddie Redmayne le arrebató la estatuilla a un sensacional Michael Keaton. Mal.

 

Por último, no hubo sorpresas con las actrices: los maravillosos de Patricia Arquette y Julianne Moore se alzaron con el premio. Las dos llegaban con trabajos impecable (Boyhood y Still Alice, respectivamente) y pasó lo que tenía que pasar.

 

Y hasta aquí mi análisis a una de esas ceremonias endogámicas que se celebran en todos los países con distintos rostros pero que en el caso que nos ocupa tiene un calado descomunal porque en Unidos, amigo, viven los tipos y tipas que nos hacen soñar cada años unas cuantas veces.

 

El que lo quiera ver lo ve y el que no pues no.

 

A veces me expreso tan que me doy rabia.

 

Abrazos/as,

T.G.