Creo que no subía al Metro de Madrid desde que era niño, y no tengo remembranzas de pantalón corto porque no creo que viajar en Metro sea una de esas cosas en la vida que te deja una huella permanente, indeleble, de esas cosas que cuentas tipo,
Mamá, mamá, hoy he viajado en Metro.
¿Tustástonto, o qué?
Aunque ayer lo hice,
Mamá, mamá, hoy he viajado en Metro
¿Cápasao?
Y no había pasado nada, es que en Navidad, esa fecha ternurista, empalagosa como empacho de tocinos de cielo, con el arrullo insoportable de los niños malditos de la lotería y sus vocecillas estridentes miiiiiiil eeeeurooooooos, mal rayo les parta, se pone todo hasta arriba de gente azucarada con una necesidad incomprensible de transportarse de un lado para otro y opté por tanto por subirme en el transporte público entre Plaza Castilla y Sol, ya que tenía que ir a la tienda Apple porque se me había suicidado el móvil, el muy capullo.
Sentada a mi lado una chica, no más de veinte. Su rostro grasoso con un acné que vino para quedarse, estaba iluminado por la pantalla de un móvil de hace unos dos años. Ella estaba absorta tecleando con Edu (sí, miraba de reojo, me parecía fascinante ese baño de reality) que debía ser su novio.
Algunos “gordas, caris, mi potorrín” mediante, él confiesa que no puede estar tanto tiempo separado de ella. Al parecer, él se ha ido a pasar las fiestas al pueblo –ignoro cuál- y la distancia, la lleva mal. Ella cierra los ojos por instante de un par de segundos, imborrable momento hondo a la altura de la estación de Alvarado, vuelve a abrirlos, mira al infinito, y uno imagina un crescendo musical a tope de cuerdas. La emocionada madmoiselle sebácea vuelve a abrirlos. “Y yo, cari, y yo” y a renglón seguido le cae una imagen de Edu, “mira cómo me pones, gorda” y ella recibe una imagen de Edu blandiendo un pene escandaloso, descomunal, que cabría en la pantalla de un iPhone 6 Plus, pero no en la de su viejo terminal.
Jesús. Me dije. Como no veo bien de cerca, yo habría tenido, de tener el interés, que separar mi vista de la pantalla para contemplar el miembro amatorio de Edu, pero ella, la lozana moza de carne desprendida, se ruboriza, se acerca la pantalla –debe ser que ve bien de cerca la jodía- y sujetando el móvil con la mano izquierda, se lleva la suya derecha a la fuente de la vida.
Que lo que da de sí el Whatsapp.
Llegado a Sol y con ganas de haberme quedado a ver qué seguía pasando, entro para que me resuelvan el problema y me afirman que en dos horas lo tendrían resuelto. Siendo que era la hora de comer, ya había quedado con un amigo para zamparnos un cocido por ahí y luego recoger el terminal.
Pero cuando fui a recogerlo, no estaba porque “no podía apresurarse la máquina, que es muy precisa”. Que no sé que tendría que ver la precisión con la impuntualidad y la imprevisión, pero el caso es que me renovaron el plazo de otras dos horas y yo no pude quedarme. Monté un pollo, que no sirve para nada pero te rebaja el cortisol y les quita esa cara complaciente de que te están vendiendo el grial de la felicidad para tu insoportable existencia, y abandoné el establecimiento sin mi móvil.
Veinticuatro horas de ausencia digital, de incomunicación.
¿Que se han dado cuenta de la cantidad de tiempo que estamos mirando una pantallita retroiluminada y lo que sucede dentro de ella, un vídeo gracioso de quince segundos, un chistecito, un debate tonto, y doscientas líneas de “jajajajas”?
¿El tiempo que pasamos reenviando las chorradas que nos llegan como si expandir nuestra presencia digital mandando cosas fuese lo mismo que hablar con nuestros amigos?.
¿La cantidad de horas que podíamos haber estado hablando por teléfono con algún amigo, o tomando unos consomés con él, en lugar de haberle mandado quince mamarrachadas, sí, graciosas, pero tan anónimas y prescindibles que apenas sí te alegran por un segundo en vez de lo que te alegra pasar tiempo con alguien a quien aprecias?.
¿Lo que a algunos les importa introducir sus vidas en una red social, exponerlas –o peor aún- falsearlas para dar la sensación a terceros de que se lleva la vida que ellos querrían llevar para que los terceros crean engañados, que la tienes “jó qué envidia”?. ¿Qué nos importa el comentario de un tercero al que no vemos?. ¿Y por qué no buscamos la conversación de quien sí podríamos ver?.
Hay una vida fuera de las pantallas pequeñas de un terminal móvil. La vida se refresca constantemente sin necesidad de actualizar el navegador.
Han sido veinticuatro horas felices que, entre otras cosas, me ha servido para recordar que están ustedes ahí, que siempre han estado, que les he desatendido, que les quiero como Edu quiere a su pringosa musa onanista y que debo de volver a casa, aunque el testimonio de mi aprecio no se materialice en la foto de un miembro colosal en las pantallas de sus móviles.
Feliz Navidad a todos.
JM
Me alegra saber que sigue ud. motivado con los vehiculos electricos, ¡Ya viaja en metro! ¿Que sera lo próximo? ¿una prueba de un caballo trotón?.
Feliz Navidad, esperamos ansiosos (o por lo menos, yo si) sus pruebas al margen.
¿Y el coche? Ah no, que es un cuento de navidad …
PS. Que felices fiestas también, Don. Se le echa en falta, mucho.
¡Ya, ya, ya!… Nos rescata de este desierto con el “pajarito” del novio de una “choni“ dentro de un móvil… que por supuesto no es de Apple… dentro de un vehículo eléctrico ¡Claro!, ahora lo entendemos, nos quiere pero le tenemos hasta la p*** … ¡Pedazo de mensaje subliminal! 🙂 🙂 🙂
¡Felices Fiestas!
Saludos
Nunca me habían felicitado la Navidad con una lectura falocentrica, pero en Vd. como que no resulta tan extraño.
Yo seré más convencional y le deseo -así sin más – que coma y beba, bien y mucho con su familia, que arrulle a quienes quiere especialmente y que le meta el dedo en el ojo a aquél familiar -que siempre hay alguno- que sea un auténtico capullo.
Lógicamente hago extensible la felicitación a todos los pobladores de estos digitales lares.
Feliz Navidad a tos y tas.
Óigame, ¿usted y el del blog del cine son el mismo verdad? Cualquier día de esos se intercambian los blogs y ni nos damos cuenta.
¡Felices fiestas a todo el mundo!
1º, Feliz Navidad a todos, los que leen y los que escriben.
@4 EJ25MT5, le odio, desde el cariño. Hace unos meses escribimos un poco sobre la bici de montaña, escribimos como veteranos de lo vivido y de la evolución de ese aparato infernal.
Pues bien, ya me picaba comprar una bici nueva, pero tras la conversación, cerré los ojos. En 2 minutos decidí. Compré una bici nueva.
Tras ajustar el bicho, (porque para mi es un bicho) hice mi primera salida. Vivo en el monte, a 50 metros de un antiguo camino que lleva a la montaña, le dije a mi «Santa» por donde iba y donde me debía recoger. Sufrí para arriba, eché pie a tierra en las trialeras, hasta llegar al «todo para abajo» y tan para abajo, en una zona rota por el agua, con roderas de tractor, restos de poda y piedras (muchas piedras) campanee, salí por las orejas de la bici. Iba despacio y aterricé sobre un fantástico nido de piedras. Me duele todo, mi rodilla derecha está hinchada y el Negrón luce de varios colores. Me duele todo, las manos de frenar el impacto, los hombros de lo mismo. Me duelen las costillas del aterrizaje forzoso, me duele donde la espalda pierde su nombre y en otros sitios desconocidos hasta ahora.
Antes de levantarme ya estaba acordándome de Vd. de Mí y de todos los Santos (perdón) y de la pasta gastada. y mientras recogía mi orgullo arrastrado ya estaba preparando la estrategia para contar en casa.
Me duele, y me duele mas no poder quejarme, Coño! que uno ya es mayor!.
Hala, ya lo he dicho.
Feliz año 2015 a todos y que por aquí nos encontremos.
HOLA VICTOR COMO VA ??????
Como va el viaje de vuelta chico ?????????
Por cierto se me olvido darte mi carta para Papa Noel, por si te lo cruzaras por el camino, gran fallo
muchos besotes y hasta pronto
Chelo y Pere
Oiga, Chelo, que creo que se ha equivocado.
Los que se han ido al quinto pino son los del blog de al lado.
Deseando que Papa Noel le traiga lo que le corresponda, atentamente,
El del blog de aquí.
Ha venido Papá Noel!!! ;P
Desde la paz y el sosiego que me aporta ver que sigue entero y lúcido aunque bastante cotilla, felices fiestas a todos. A los de aquí y a los de allí.
Feliz Navidad, hombre.
(Eso le pasa por tener la manzanita, he dicho).
Feliz 201a todos.
Mr. JotaeMe, para el nuevo año, o por reyes, regálenos la prueba de otra buganeta. La Merche megamolona de la
portada estaría bien.
Saludos
Rafa
El metro…
Una de las 100 últimas veces que «viajé» en metro fui en compañía de dos señores que ocupaban dos asientos, pese a que uno de ellos iba de pie. Por sus conversaciones, deduje que no hacía mucho que habían salido de la cárcel. No eran Bárcenas ni Díaz Ferrán ni Conde ni Barrionuevo ni Boyer ni Camacho ni Juan March ni Jesús, hijo de José. (No a Felipe González solo le detuvo un policía mal informado y luego el régimen de Franco le puso escolta policial para que no le volviera a molestar ningún otro agente indocumentado).
Otra de las 100 últimas veces que «me desplacé» en metro me sorprendí al ver a la gente correr de un extremo a otro, hacia la máquina de cabeza. Huían de un tipo con navaja. En la siguiente estación bajamos todos. El conductor dijo tener comunicación con el centro de control de tráfico, pero no con seguridad. (¿Y los de Control no podían llamar a Seguridad?) Al final tres tíos acoquinaron al individuo contra la pared y le cachearon tan profesionalmente que daban la impresión de ser policías de paisano. (No, la Secreta no. [Abucheos] Porque la Secreta también somos nosotros. [Aplausos y vivas] Pregunte la diferencia a don cinecuatroruedas).
En otra ocasión, hace mucho más de 100 viajes, se les quemó algo, nos quedamos tirados en medio del túnel oliendo a chamusquina y cuerno quemado. Y nos terminaron llevando «de a poquito» hasta la siguiente estación donde metieron solo el «morro» del primer vagón al que fuimos pasando todos para salir por la puerta de la cabina del conductor.
Por aquellas fechas vi cómo una niña quedó atrapada al meter las manos entre la puerta y el vagón. Era de aquellas puertas que entraban y salían de la propia pared del vagón, como los billetes negros en los sobres. Nada que ver con las actuales. El caso es que la niña no paraba de chillar y el conductor solo abría las puertas, en lugar de cerrarlas, porque aquel viejo tren no tenía interfonos y el conductor no podía ver que la puerta no estaba cerrada.
Pese a todas esas anécdotas, lo que más miedo me da es que usted use un tPhone ¡¡¡ de seis pulgadas !!!
¿No ve que con esos inventos lo único que podemos ganar son dioptrías? Hace años que un representante de las modelos del más alto nivel se dio cuenta: Se le estaban todas quedando cejijuntas de tanto escrutar las pantallas birriosas de sus móviles.
Lo que tiene usted que hacer es instalarse un biopuerto y dejarse de cutreces y antiguallas.
No, hombre. No se me ha olvidado. Pero es que se me hace raro felicitarle por la Navidad. Que falta casi un año.
Y del nuevo año mejor ni hablar. Todos vamos a pasarlo esperando a que llegue el 20 de Noviembre.
Yo, para conmemorar la muerte de…
Sí, claro, de don Buenaventura Durruti. Que con don Juan Prim y don Luis Carrero Blanco, forman una terna de asesinatos políticos de más que difícil resolución. Lo de JFK en comparación es las tres en raya.
Quieranos un poquito menos y escríbanos un poquito más, que a este paso va estar ad infinitum felicitándonos la navidad y no es plan.
«se me había suicidado el móvil» jajajaj buenísima!