Acaba de celebrarse (26/7 Mayo) la IX edición del ALD EcoMotion Tour, que el año pasado me perdí (me llamó una marca faltando tan sólo unos pocos días, y me fue imposible encontrar el hueco), después de haber participado en las tres ediciones anteriores (5ª, 6ª y 7ª). En esta ocasión, las cosas se hicieron con algo más de margen, aunque no tanto como para poder opinar respecto a la elección del modelo más adecuado; aunque esto último requiere unas dotes proféticas que luego no siempre se plasman en la realidad. Pero la cuestión es que este año he ido con Opel, y que las posibilidades que en dicha marca se habían elegido se centraban en dos modelos de gasolina: un Astra Sports Tourer (o sea, familiar) con motor 1.6T de 200 CV en acabado Dynamic, y un Insignia también Sports Tourer, pero nada menos que OPC 3.0 V6 de 325 CV (lo que ya implica obligatoriamente tracción integral AWD) y, por si fuese poco, con cambio automático.
No es que en Opel se hubiesen vuelto locos, ni mucho menos. Para este año, ya estaba meridianamente claro que el dato de homologación contra el que se contrastaría el consumo conseguido en la prueba iba a ser el mixto o combinado. Y como en esta cifra pesa, aportando tres octavos del total, el consumo urbano, interesa un coche que tenga un dato urbano lo más alto posible; los otros cinco octavos corresponden al extra-urbano, que es de suponer está en relación más directa con lo que consiga el coche en la prueba, ya que ésta se desarrolla por carretera en su práctica totalidad. Luego el factor desestabilizante lo representa el consumo urbano.
Y prueba de que las marcas traían la lección aprendida es que, entre los 24 vehículos participantes en la competición (22 de ellos turismos), no había más que uno con menos de 100 CV (un Ibiza 1.0 Eco de 95 CV). Por el contrario, con más de 200 CV estaban un Passat 2.0-TDI de 240 CV (tracción 4M y cambio DSG-7), un BMW X-4 3.0d de 258 CV (tracción 4WD), un Audi Q7 3.0-TDI V6 de 272 CV (automático y tracción quattro), un Jaguar XF 3.0 TDV6 de 300 CV (caja automática) y un BMW M-2 Coupé 3.0 Biturbo de 370 CV (caja manual). Cuatro diesel frente a un gasolina (esto ya indica una tendencia).
Así que, de todos modos, la opción del Insignia OPC no iba tan descaminada: su homologación de 11,0 l/100 km en combinado (gracias a una de 16,1 en urbano) era todavía más favorable –en gasolina y aparentemente- que la de 8,5 del M-2; entre los turbodiesel, la más alta era la del Audi Q7, con 6,10. Pero no hubo oportunidad de probar lo acertado de utilizar el Insignia OPC, puesto que finalmente dicha unidad no estuvo disponible; así que tuvimos que participar con el Astra 1.6T de 200 CV, que por potencia estaba justo en la frontera entre la mayoría (15 turismos y 2 comerciales) que disponía de 105 a 190 CV, y los cinco “cachalotes” antes reseñados.
Finalmente, el plantel de participantes quedó compuesto del siguiente modo: 24 vehículos, repartidos entre 18 de gasóleo (tres de ellos del tipo furgón/comercial) y 6 de gasolina (dos eran híbridos). Y por carrocerías, los tres citados comerciales más tres monovolúmenes, cuatro SUV, otros tantos familiares, y diez turismos entre los de dos y tres volúmenes. A partir de ahora vamos a referirnos exclusivamente a lo que hicieron los diez primeros clasificados; por la sencilla razón de que son aquellos de los cuales nos ha facilitado datos la organización, cuyo caritativo -y comprensible- planteamiento era el de no facilitar los datos de quienes habían marrado el tiro por diferencias que rondaron lo sideral; téngase en cuenta que el 10º clasificado ya superó el consumo combinado en un 29,7%.
Claro que, en algunos casos, este “desparrame” de resultados lo propició la propia organización, al establecer premios paralelos para las más diversas actividades al margen de la fundamental, que era conseguir el menor consumo posible, procurando no penalizar en tiempo. Porque había premio para la mejor fotografía conseguida durante el Tour (y no siempre en los momentos de salida, llegada y parada intermedia); lo cual suponía parar, perder tiempo y volver a arrancar; premio para la frase más ingeniosa en un panel facilitado al efecto para cada coche participante; premio para el “selfie” más creativo; premio para el “tweet” más gracioso, y cosas por el estilo.
Es lo que tiene esta cultura de las redes sociales en la que, para bien o para mal, vamos estando cada vez más inmersos. El resultado es que varios equipos (de muy buen nivel técnico en algunos casos), y quizás en cuanto penalizaron más de la cuenta en la primera sección, me parece que se desentendieron del consumo y se dedicaron a hacer turismo, a lo de las fotos y demás aspectos colaterales del Tour. Más relajado y más confortable (porque ya puestos, se podía conectar el climatizador); y al espíritu del buen Barón de Coubertin, que le diesen dos duros, por ingenuo. Admitamos que esto sería comprensible en el caso de los híbridos, que con su baja homologación (¡1,8 l/100 km en el caso del Passat GTE!) no tenían nada que hacer de cara a la clasificación general. Después de estos prolegómenos, y ya en antecedentes, vamos a nuestra particular odisea, que por supuesto se engarza con el reglamento, itinerario y posterior desarrollo del Tour.
Afinando mucho el horario, conseguí disponer de la unidad Astra Sports Tourer con la que íbamos a participar, para cogerla un poco por la mano y verificar su comportamiento. Fueron menos de 24 horas, desde que el coche retornó del Salón de Madrid, hasta entregarlo en la campa de ALD en Las Rozas para que la gente de Michelin le pusiese las ruedas adecuadas: unas 225/40-18, que es la medida correspondiente a nuestra homologación, en la calidad Pilot Sport, que se agarraban al asfalto como lapas, aunque también frenaban al coche en la misma proporción. Pero en estas medidas ya no hay Energy Saver que valga; ¡ah, y por cierto!, el coche tenía 700 km justos cuando lo cogí, lo cual no era la mejor recomendación, en cuanto a rodaje, para una prueba de consumo. Pero es lo que había, así que adelante.
Juzgando por la experiencia de tres Tour previos, consideré que hacer mi recorrido habitual, pero al ritmo adecuado, era un aceptable ensayo para ver por donde iban a ir los tiros, así que decidí utilizar unos cruceros de 90 km/h en autovía (unos 200 km), y de 80 km/h en carretera (unos 300 km). De este modo, salía un crucero promediado de 84 km/h, muy próximo a la marcha ideal (entre 85 y 90 km/h) para optimizar promedio y consumo, ya que ahí es donde se cruzan las resistencias mecánicas y de rodadura (lineales) y la aerodinámica (cuadrática). Naturalmente, elegí mi horario tempranero, tanto por verificar lo que el coche era capaz de de dar de sí, sin demasiadas interferencias debidas al tráfico, como por la imperiosa necesidad de retornar a Madrid a tiempo para entregar el coche en ALD.
Tras de dos meticulosos repostajes (entran 14 litros desde que la manguera corta por primera vez hasta el llenado completo), salió un consumo de exactamente 5,54 l/100 km (lo siento, “Slayer”), rebajando el homologado (que era de 6,20) en un 10,65% (vuelvo a sentirlo; pero es que en el Tour, lo mismo que en mis pruebas, también se trabaja a la centésima). En cuanto al promedio, y sin descontar un par de cortas paradas (para que todo fuese lo más próximo a lo que pudiese ocurrir en el Tour), obtuve 76,4 km/h. Algo más alto de lo que suele exigirse en los Tour (entre 67 y 70 km/h, según mi experiencia); por lo que haber rebajado en más de un 10% el homologado, superando también en más de un 10% el promedio que era de esperar se exigiese en el Tour, no era un mal principio.
No obstante, se cernía una nube negra: ¿no sería demasiado corto un desarrollo de 40,9 km/h en 6ª, para un motor de 200 CV? Porque hace un par de semanas se publicaba en este blog la prueba de otro Astra, en este caso con un motor de inferior potencia (el más moderno 1.4T de 150 CV), que tira de una 6ª de 48 km/h. Está claro que en Opel pretenden darle al de 200 CV un perfil claramente prestacional (y la verdad es que empujaba de forma impresionante), pero también está claro que no parecía la mejor opción para asistir al Tour; si bien su homologación de 6,2 en ciclo combinado podía permitir albergar ciertas esperanzas. El Sports Tourer con el 1.4 de 150 CV tiene una homologación de 5,1; luego disponíamos de un colchón de 1,1 litros a cambio del desarrollo mucho más corto y de un motor más antiguo (por más que ambos son de inyección directa). Como dato comparativo en gasolina, al margen del muy peculiar BMW M-2 y sus 8,5 litros, teníamos el de un Audi A4 Avant con el 2.0-TFSI de 190 CV, que está homologado para 5,3 l/100 km; así que, respecto a éste, teníamos una ventaja de 0,9 litros.
Pero todo esto es hablar por hablar; había que jugar la partida con las cartas que teníamos. Y lo primero, como siempre, es leerse “de pe a pa” el Reglamento, por si hay alguna cosa rara, o algún detalle al que agarrarse para optimizar la realización de la prueba. El Reglamento se ha ido afinando año tras año, y el de esta IX edición se podía considerar perfecto, y estaba todo bastante claro; incluyendo la prohibición de coger “rebufo” de otros vehículos (amigos, enemigos o neutrales) y la de poner “punto muerto” en las bajadas. Claro que el control de ambas cosas por parte de la organización me parecía de lo más aleatorio, porque en el primer caso, con un par de coches o tres de la organización para controlar a 24 participantes repartidos a lo largo de casi 60 km (salida cada dos minutos, a un ritmo de unos 80 km/h), no parece que hubiese muchas posibilidades de un control muy exhaustivo. Pero son cosas que hay que poner en el Reglamento, aunque no sea más que “por principio”.
En cuanto a lo del “punto muerto” me permitió poner en un pequeño aprieto a los responsables técnicos de la prueba. Puesto que a los coches les iban a instalar el dispositivo ProFleet-2, que se utiliza para controlar la utilización de los coches de flotas, en el Reglamento se advertía que allí aparecería tal maniobra, de llevarse a cabo. No lo dudo; pero lo que sí dudo es que tuviesen tiempo para analizar los datos de 24 vehículos en un recorrido de más de 500 km, y con menos de tres horas de margen entre el repostaje final y el reparto de premios.
No obstante, el punto que sometí a la consideración de los técnicos es que había un coche participante que iba a quedar excluido por ir en punto muerto en cantidad de ocasiones, ya que el VW Passat 4M 2.0-TDI de 240 CV con cambio DSG-7 es de los que pasan a “ir a vela” en cuanto se levanta el pie del acelerador, creo que en las dos marchas más largas. No lo habían tenido en cuenta (si es que conocían tal característica), y la única salida fue decir que aquello era propio del coche, y no maniobra del conductor. Naturalmente, retruqué que la única e hipotética razón para no ir en punto muerto es la seguridad; y que si en el Passat era seguro, igualmente lo podía ser en mi Astra.
Por supuesto, todo ello no pasó de ser una broma; y en el fondo, cabe la duda de que en estos recorridos, y a estas velocidades, sea más rentable ir en punto muerto pero consumiendo al ralentí, que en retención y a consumo cero, con la inyección cortada. En nuestro caso, con un coche de 1.475 kilos de peso (el ST mide 4,70 metros de longitud), y un motor de sólo 1,6 litros, la retención no debe producir mucha deceleración (y no lo hacía, ciertamente) a pesar del desarrollo corto de la 6ª, pues apenas si el motor giraría nunca por encima de 2.500 rpm. Pero el problema sirvió para animar un poco el tiempo de espera previo al briefing inicial.
Ese tiempo de espera también sirvió para verificar que los recorridos por autovía eran muy cortos; posteriormente, ya con el Libro de Ruta en mano, comprobé que eran sólo 36 km de los 505 que conformaban la prueba. Y una vez ya inmersos en ella, pudimos ver que las carreteras que suponían el grueso del recorrido eran no sólo de segundo orden, sino en mucha parte del recorrido de tercer orden, por lo estrecho, tortuoso y mal estado del pavimento. Y en este tiempo, de menos de una hora, tuvimos también ocasión de conocer el listado completo de participantes, incluyendo la homologación de cada uno de ellos. Naturalmente, ni era el momento ni había medios para verificar la exactitud de los datos; pero después de acabar el Tour, y durante los días siguientes y a ratos perdidos, fui comprobándolos, encontrando un par de curiosas anomalías.
Una de ellas era que al comunicar los datos, al Mégane 1.6-dCi-130 lo habían inscrito con un consumo homologado de 4,7 litros; pero la organización se había percatado de que tal cifra correspondía al consumo urbano, y lo redujeron a la cifra correcta, que era 4,0 exactos. En justa correspondencia, este coche es el que tuvo (penalizaciones al margen) el consumo absoluto más bajo de todo el Tour: 4,29 l/100 km. Pero había otro coche con el que se había intentado la misma astucia, y en este caso sí que coló. Se trataba del Kia Sportage 1.7-CRDi de 116 CV, para el que se habían declarado 5,4 litros (que era un consumo urbano, pero de otra versión un poco más “gastona”). La organización también detectó esto último, rebajando la cifra a 5,3; pero de lo que no se percataron es que el combinado era simplemente de 4,6. Y gracias a ello consiguió clasificarse en 5º lugar, pese a una penalización de 9 minutos (cada minuto subía el consumo en 0,1 l/100 km). Está claro que la fértil inventiva hispánica no deja de trabajar ni siquiera cuando el Reglamento, como era el caso de este año, dejaba muy claro que el consumo homologado contra el que se luchaba era el combinado; pero como el urbano es todavía más alto, hubo quienes decidieron hacerse los despistados, poniendo el urbano; y si cuela, cuela.
Y pasamos ya a la realización del Tour, tras del oportuno “briefing” previo a la salida. El recorrido de 504,56 km estaba dividido en dos rutas: la 1 en la tarde del 26 y la 2 en la mañana del 27. A su vez, cada Ruta constaba de dos secciones, con un punto de parada más o menos intermedio en Santo Tomé del Puerto, para descansar un poco (un cuarto de hora) y cambiar de conductor. Ida y vuelta eran por el mismo itinerario, y cada conductor debía conducir ambos tramos, haciendo el recorrido completo: yo hice la Sección 1 de la Ruta 1 y también la 3 (1ª de la Ruta 2, que era (pero en sentido inverso) la Sección 2 del primer día. Mi copiloto –ya que el planteamiento del Tour estipula equipos mixtos, con un miembro de la propia marca del coche, y un periodista- era Yanina Herrmann, del Departamento de Flotas de Opel, que rapidísimamente se acopló a dos disciplinas que nunca había practicado antes: interpretar los iconos e indicaciones de un Libro de Ruta -como en un rallye, ni más ni menos-, y conducir en plan ultraeconómico: bastante despacio, en la marcha más larga posible, y procurando no utilizar el freno más que en casos de absoluta necesidad.
La primera Sección, que incluía el Puerto de Navacerrada –bajando por las Siete Revueltas hacia La Granja de San Ildefonso- tenía 148,64 km de recorrido a cubrir en un tiempo máximo de 2h 06m, a una media de 70,8 km/h. Yo le había insistido mucho a Yanina que lo primero era no penalizar, porque cada minuto de más añadía 0,1 l/100 km al consumo; y lo cumplimos, llegando con un margen de por lo menos tres minutos. Pero parece ser (y luego se comprobó, como veremos) que no todo el mundo fue tan precavido; puesto que en la parada nos avisaron que a la Sección 2, de 111,19 km, que estaba programada para 1h 42m (a unos 65 km/h media), se le añadían diez minutos, bajando el promedio a 59,6 km/h. Y el problema se confirmó, puesto que en la cena se comunicó que sólo cinco coches (entre ellos el nuestro) estaban sin penalización; si todos en la primera Sección o no, no se supo.
Para prevenir una hecatombe, ya que al tener que ir bastante rápido para no penalizar, daría como resultado no rebajar el consumo homologado (que es lo que se busca, como demostración de que una conducción tranquila permite lograrlo) se mantuvieron los diez minutos de regalo para la Sección 3 de 111,55 km (promedio a 59,8 km), haciéndolos además extensivos a la Sección 4 de 133,18 km (se paraba para repostar un poco antes, recortando en 15 km el recorrido de la Sección 1). De este modo, su promedio caía a 62,9 km/h, claramente más accesible que el de casi 71 km/h de la salida.
De nuevo llegamos al punto intermedio del segundo día con varios minutos de margen; recordando que la parte más difícil estaba ahora al final, fui ganando discretamente tiempo en los primero 80 km, y pude hacer con desahogo la zona difícil (Hoces del Duratón y colindantes) sin forzar la conducción ni el consumo. Por el contrario y en ese tramo final, varios colegas que habían salido delante nuestro y a los cuales habíamos ido adelantando poco a poco, nos adelantaron a su vez a toda máquina al darse cuenta de que no llegaban a tiempo. No sé si alguno más de los que todavía quedábamos sin penalizar cayó allí; pero en cualquier caso, al consumo le dieron un buen empujón hacia arriba.
Yanina se aprestó a atacar la Sección final, con la subida de Navacerrada como plato fuerte. No nos molestó demasiado el tráfico, y como la bajada es bastante rápida, pudimos conseguir un buen colchón de tiempo, por si acaso al aproximarnos a Madrid (era viernes a mediodía) el tráfico se ponía difícil. Así las cosas, al llegar a Villalba ya teníamos unos ocho minutos de margen, y empezamos a suavizar la marcha, de modo que después de coger en Torrelodones el carril lateral de servicio de la autovía, nuestro margen era todavía superior a cinco minutos, más que sobrado para gestionar los 11 km que nos quedaban cuando ocurrió la desgracia.
Porque hay un principio que se cumple en casi todos los rutómetros, similar al de la tostada con mermelada, que siempre cae en la alfombra por el lado de la confitura. Y el principio es que en todo rutómetro hay un error en los kilómetros finales, de preferencia cuando faltan menos de 20 km para llegar a destino, y queda menos tiempo para enmendar el posible despiste. Ya habíamos encontrado un pequeño error en el Libro de Ruta a la ida, pero no había sido problemático, ya que señalaba un cruce “en T” a 2,21 km del icono anterior, cuando en realidad estaba a 0,21 km. Pero el propio diseño del cruce impedía pasarse el giro, el kilometraje total era correcto, y el icono también indicaba el giro correcto; todo esto, a 15 km del final de la Sección 1.
Pero cuando faltaban 11 km para rematar la última Sección, la 4, y en el mencionado carril de servicio, nos aparece un icono con un poste de gasolina (en efecto, había una estación de servicio), y el trazo grueso del itinerario a seguir con un ángulo casi recto (unos 80º) hacia la derecha; y en efecto, allí salía una carretera secundaria, en cuesta abajo. Pero en realidad deberíamos haber seguido recto, hasta la siguiente viñeta (1,87 km más adelante), que es donde, en una rotonda, se giraba realmente hacia la derecha. A los pocos cientos de metros ya se notaba que algo había fallado, pues nos encontramos varios cruces sin indicación alguna en el Libro de Ruta: pérdida del ritmo de marcha, paradas, giros a uno y otro lado, por fin preguntar a unos peatones por la dirección de La Navata, y finalmente retorno hacia la estación de servicio, para tomar hacia la derecha por donde debimos haberlo hecho en un principio. Pero no sólo nosotros; creo que, en ese momento, éramos cinco los coches que estábamos dando vueltas, perdidos en aquella zona. Y quizás algunos otros también cayeron en la trampa antes o después, y no les vimos.
Sólo habíamos recorrido 2,2 km suplementarios, pero habíamos perdido unos diez minutos hasta corregir el entuerto. Procuramos aligerar el paso, pero ya conscientes de que no llegábamos a tiempo; y en efecto, entramos en la estación de servicio para el repostaje con tres minutos de penalización. ¿Reclamar, para qué? Hubiese sido imposible dictaminar cuanto tiempo había perdido cada uno; y en todo caso, el Tour no pasa de ser una especie de juego. La diferencia entre unos y otros es que nosotros éramos uno de los cinco que al acabar el primer día no habían penalizado; y que tal vez al acabar la Sección 3 (y por lo que investigué) ya se habían reducido a tres o, como mucho, cuatro. El caso es que al final sólo entraron “a cero” los clasificados 1º y 3º (Ford S-Max y Volvo XC-90); y también lo hubiésemos hecho nosotros, pero no me consta que ninguno más. Al BMW M-2 no lo vi perdido, al menos en el grupo en el que estábamos nosotros.
Total, que volvió a ganar, por tercer año consecutivo, un Ford pilotado por Victor Piccione, con un consumo de 4,54 frente a un homologado de 5,00 (el único que consiguió rebajarlo, y en un -9,15%). Era un S-Max 2.0-TDCi de 180 CV y cambio manual; sin duda, una elección muy acertada de modelo, y una conducción perfecta tanto por consumo como por cronómetro y navegación. Segundo quedó el BMWM-2, otra buena elección: homologación de 8,5, que consiguió rebajar a 7,79 de consumo real (una mejora del -8,35%, un poco peor que la del Ford). Pero una penalización de 12 minutos hizo que su porcentaje corregido subiese a +5,78%; sin duda condujeron con pie de terciopelo, temiendo despertar los 370 CV, y acabaron tardando demasiado. O sea, que un turbodiesel y un turbogasolina en los primeros puestos, si bien con una diferencia enorme entre ellos en cuanto al índice final.
Tercero fue un Volvo XC-90 D4 2.0 de 190 CV, pilotado por los habituales Diego (Volvo y madridista) y JuanMa (periodista de profesión y bromista cachondo por afición), que entraron a 0, pero consumieron 5,57 l/100 frente a un homologado 5,2, lo que les supuso un índice de +7,29%. Y cuarto fue nuestro Astra Sports Tourer, que se bebió a razón de 6,54 l/100 km frente a un 6,2 oficial, por lo que el consumo sólo superó el homologado en un +5,48% (que normalmente hubiese sido nuestro índice), pero que la trampa del rutómetro nos lo hizo ascender a +10,36%.
A continuación entró el “astuto” Kia Sportage, que en justo castigo penalizó 9 minutos; pero que en vez de 5º debió haber sido 11º, pues frente a su homologación real debió tener un índice de +29,86%. El Passat que bajaba las cuestas “a vela” superó, pese a ello, su homologación en un 9,47%, y con tres minutos de penalización, tuvo un índice de +14,93%. El económico Mégane superó su dato oficial en un 7,17%, pero los 4 minutos de clavo le supusieron un +17,17%. El pequeño Ibiza 1.0 de gasolina luchaba contra una homologación muy baja (4,3), por lo que acabó con un +20,75%. Una centésima mejor que el +20,76% del BMW X-4, que en diesel consiguieron el segundo mejor consumo relativo (un incremento de sólo un 4,97% sobre el homologado), pero al que sus nueve minutos de penalización le relegaron al 9º puesto. Y cerró, ya muy descolgado, el A-4 TFSI de 190 CV (nuestro hipotético más directo rival en gasolina, por la similitud de carrocería y potencia), que penalizó lo mismo que nosotros (3 minutos); y aunque su consumo en litros fue muy poco superior al nuestro (33,18 frente a 33,01 litros), como su homologación era de 5,30, acabó con un índice de +29,74%.
Conclusiones de todo ello: asombrosa la diferencia en cuanto a consumo puro de los dos primeros respecto al resto, y cada uno con un combustible distinto: rebajaron su homologación en el entorno de casi un 9%, cuando los mejores del resto (también con ambos tipos de combustible) no conseguimos bajar de la zona de un 5% por encima de la nuestra. Y por detrás, hay un grupo de cinco coches muy agrupados entre un +7% y un +11%; es decir, que tenemos siete coches que lo hicieron más que aceptablemente bien, con un resultado muy agrupado, pero entre un 15 y un 29% por encima de los dos destacados. Me queda el “come-come” de lo que hubiese podido hacer el Insignia OPC frente a sus 11,0 de homologación combinada. Sin duda sus ruedas “gordas”, su cambio automático clásico y su tracción AWD hubiesen supuesto un incremento de consumo importante; pero el más alto en gasolina era el del M-2 (todavía más potente, aunque bastante más ligero, ciertamente), que le concedía 2,5 litros de ventaja en homologación.
Y la última conclusión, de mayor interés general: el también asombroso influjo del tipo de carretera y del tráfico, cuando pasan a ser realmente muy mala, y no simplemente tortuosa, en el primer caso, y no casi inexistente, sino con bastantes travesías, algún que otro tractor y más camiones de los que uno hubiese querido encontrarse, en el segundo. Porque en el ensayo que yo hice previamente, de madrugada y por mi recorrido habitual, el consumo fue de 5,54 l/100 km y el promedio de 76,4 km/h. Y rodando a cruceros muy similares, en el Tour el consumo fue de exactamente un litro más (6,54) y el promedio 13 km/h más lento (63,5).
Y es que cuando se pasa por carreteras como las que aparecen en un par de fotos de las que ilustran esta entrada, estamos volviendo a las décadas de los 50s y 60s del siglo pasado, y cualquier parecido con lo que es un viaje normal, incluso por carreteras convencionales actuales, es pura entelequia. Ahora bien, por un poco más, ni un solo coche consigue rebajar el consumo homologado combinado, y eso habiendo aumentado en diez minutos el tiempo impartido en tres de las cuatro secciones de las que se componía el Tour. Con los promedios originales, a saber lo que hubiese ocurrido. Pero lo realmente importante es que estuvo muy entretenido, como siempre; y es de esperar que la próxima edición, al ser ya la décima, consiga superar a las anteriores en diversión, emoción y competición hasta el último minuto y el último centímetro cúbico.
Interesante reportaje.
Los pies de foto del Megane y el Ibiza están cambiados.
Interesante..; no me acabo de aclarar con el porque de la eleccion de algunos de los coches pero bueno..
Y ya que alguna vez lo ha comentado en la prueba de algun turbo gasolina ( el Corsa OPC sin ir mas lejos), seria intereante que nos contara algo mas sobre la tecnica que empleo en la conduccion del Astra..
Cómo se nota que disfruta!
Gracias por contarlo
@2 sisu:
Respecto a la elección de coches, depende del enfoque de la marca. Algunas siguen rígidamente un planteamiento acorde con el espíritu del Tour, presentando coches que tienen un interés relevante para flotas de empresa: coches de los segmentos C y D, y básicamente turbodiesel. Puede ser el caso del propio Ford S-Max que ha resultado vencedor.
Y en otros casos -como puede ser el del segundo clasificado, el potentísimo BMW M2- presentan el coche que creen tiene la mejor relación entre el consumo combinado homologado y el que esperan conseguir en el Tour. Y al final, resulta que no hay mayor diferencia, de cara a la clasificación, entre un enfoque u otro, como acabamos de ver, al menos en esta edición. Lo que cuenta es el segundo de los dos planteamiento, pero pueden ser perfectamente coincidentes.
Respecto a técnicas o tácticas de conducción, y más en estos coches con arranque y parada por botón y no llave de contacto, y más aún con la advertencia de que el ProFleet2 detecta el «punto muerto», poco se podía hacer que no fuese lo clásico y elemental: marchas largas, suavidad con el pedal del acelerador, y anticipar la conducción para no tener que frenar más que lo imprescindible. Casi tiene más importancia, o al menos la tenía este año (y algunos de los anteriores en los que he participado) saber echar los cálculos, en función del mapa del recorrido, para ir adaptando el ritmo de marcha a la orografía y perfil del recorrido, y manejar el promedio que se va obteniendo para estar seguro de llegar con cierto margen y no penalizar. Llegar con margen, pero poco; aunque lo más importante es no penalizar. Por eso me fastidió tanto que, al final, tras llevar un «colchón» de unos pocos pero sobrados minutos, un error del Libro de Ruta nos fastidiase el casi seguro segundo puesto de la prueba.
Adelanto aquí que ya tengo programados tres de los cuatro primeros coches clasificados para probarlos por separado, y comparar sus resultados con los obtenidos en el Tour.
Es curioso el tema de las homologaciones. El Audi A4 TFSI homologa 5,3 litros gracias a unos desarrollos larguísimos de 65, contra los 6,2 de homologación del astra y su sexta de 41. Eso en los rodillos está muy bien, pero luego en el mundo real, parecido consumo (ojo porque el Audi para su motor y peso ha hecho un gran consumo). En base a esto, tengo ganas de ver la prueba del Astra 1.6 Turbo en comparación con el Astra 1.4 Turbo. Vamos a ver si aquí también se cambian las tornas y la carretera pone las cosas en su sitio. En cuánto a este tipo de pruebas, quizá me sorprenda que utilicen carreteras tan extremas. Una cosa son las comarcales y otra las carreteras locales dónde apenas coge un vehículo. El hecho de tener que parar para cruzarte con otros vehículos, desvirtúa un poco el resultado.
Si en el ensayo previo por el recorrido habitual de A. de A., el consumo del Astra ST 1.6t 200CV (170 w/o overboost), fue de 5,54 l/100 km a 76,4 km/h de promedio, y en el Tour subió a 6,54 l/100 km, con un promedio 63,5 km/h, me da la sensación que hay suficiente margen, como para que en el trazado y a los promedios «económicos» e «interesante» de A. de A., las cifras de este 1.6t diferirán poco de las obtenidas por el 1.4t 150 CV (6,31 l/100 km a 98,2 km/h, 7,12 l/100 km a 106,1 km/h, 7,85 l/100 a 112,8 km/h), a pesar de disponer de unas relaciones de cambio más cortas (6ª de 41 km/h a 1000 rpm en el 1.6t, frente a los 47 km/h de la 6ª del 1.4t). ¿Mejorará el 1.6t alguna de las cifras del 1.4t?
La misma duda tengo respecto al A4 2.0t 190 CV, ya que las cifras homologadas mejoran las del A4 1.4t 150 CV, pero ¿serán igual de buenas en la práctica?
@5, 6 A velocidades de límite de puntos/2 puntos es donde el Audi sacará a relucir la ventaja de los desarrollos ultra largos y la afinada aerodinámica.
Para mi supondría bajar de 3130rpm a 2615rpm en crucero estabilizado actualmente. Y la verdad es que se agradece.
@7. En nuestro caso particular (creo que a ambos nos gusta ir rozando el límite de perdida de puntos en autovía) si nos puede interesar un desarrollo más largo, pero para el nuevo recorrido de A. de A. o para los que circulan a velocidad legal, no creo que sea ventajoso.
Dos cosillas quería comentar.
Una, que como en casi todas las disciplinas, se impone el entender bien el reglamento y sus consecuencias, más cuando se mezclan dos cosas a tener en cuenta (consumo y media). Situación que en el hecho que nos ocupa lleva a seleccionar vehículos «raros» para una prueba ECO, y a valorar cuál de los dos aspectos es más importante si es que lo hay, para primarlo respecto al otro.
Dos, el tema de los errores en las indicaciones del rutómetro… en general difíciles de erradicar porque aunque haya una persona ajena que revise el recorrido no es difícil pasar por alto ciertos errores (sobre todo si te conoces la zona). En los rallyes de regularidad por aquí, en los que se utilizan este tipo de rutómetros, muchas veces en cada viñeta se indica también la vía por la que se circula, o al menos si hay un cambio (e.i. x Local significa que dejamos una vía más principal para meternos a una local; x BI464 significa que nos incorporamos a la carretera con dicha numeración). Esta información no evita per sé un error en una viñeta, pero puede facilitar mucho al copiloto el identificar el error, bien en la propia viñeta, bien al relacionarla con las siguientes. Mínimo, si genera dudas, permite saberlo de antemano y correr hasta la siguiente viñeta para comprobar si hemos acertado, para perder el mínimo de tiempo si el caso es que nos hemos equivocado.
Está claro que si se quieren tener más opciones de victoria hay que buscar un coche en que el consumo en ciclo urbano sea elevado comparado con el interurbano, bien por el elevado peso, porque no tenga START-STOP o por lo que sea. El Insignia OPC parece una opción excelente, el consumo en ciclo urbano es más del doble que en interurbano (16.1 frente a 8.0) con un mixto de 11.0. Para ganar habría que bajar de 10.0 litros en el recorrido sin penalizar.
Según esta lógica, es sorprendente que haya ganado el Ford S-Max ya que su consumo en ciclo urbano sólo es un 21,74% más alto que el interurbano y conseguir un consumo de poco más de 4.5 L/100 km con ese peso, aerodinámica (y 180 cv) no parece sencillo. Y todavía me sorprende más que en Ford no hayan optado por la versión de 120 CV del S-Max que tiene exactamente el mismo consumo homologado. ¿Gastará más que la de 180 de la prueba?
No me resulta raro que el Astra haya gastado más a 63 km/h de media que a 76 km/h, la velocidad que minimiza el consumo de combustible ha ido subiendo en las últimas dos décadas y no creo que sea inferior a 80-90 km/h (dependiendo del modelo). Respecto al VW Passat y su sistema poner punto muerto automáticamente cuando se deja de acelerar pues es algo que hace también el BMW 218d Gran Tourer automático que conduzco habitualmente (sólo en el modo ECO PRO) y supongo que compensa en términos de consumo ya que si no no lo harían, no? Por lo que puedo deducir, estos coches gastan muy poco combustible en esa situación, menos que el que tendrían que inyectar para compensar la pérdida de velocidad por retención de la caja de cambios.
Gracias Arturo por la acalaracion; me imagino que este tipo de pruebas, en las que no se busca un promedio concreto como en las pruebas del blog, no se acusa tanto el «problema» de los turbo gasolina, que pese a que en baja y en largas empujan mucho, no acaban de agradecerlo consumiendo menos, como si suele pasar con los turbo diesel, aunque me imagino que en cada nueva generacion de motores, los fabricantes intentan dar un paso mas para que si lo sean.
Y como dice Basauri, a mi tambien me da la impresion que segun que carreteras se podrian evitar; aunque permitan unas bonitas fotos ( y por lo que dice,eso tambien se premiaba), para afinar el consumo quiza no sean las mejores.
@7, 8.- En parte estoy deacuerdo con vds., a esa velocidad un desarrollo largo puede arañar algunas décimas, pero incluso así no estoy seguro de que el ahorro efectivo sea significativo. Por una razón muy sencilla: es muy raro tirarse mas de 10 kms a velocidad constante circulando a 149, cuando no es otro coche adelantando es un 100 o un 80 de esos traicioneros y no dudo de que ese Audi será capaz de recuperar desde 1800 vueltas en su marcha mas larga pero si dudo que lo haga con la rapidez que pretende obtener quien paga por un coche de casi 200cv. Al final la norma es reducir (si es automático ni se lo piensa) y la diferencia se reduce aún más.
Otra cosa sería una hipotética autobahn desierta circulando muy rápido, ahí si que le veo todo el sentido a estos desarrollos monstruosos.
Gracias por compartir la experiencia, me encantan estas pruebas y me muero de ganas por participar en alguna. Animense don Arturo/km77 y montenos una prueba de este tipo a los seguidores de blogs, km77… Con el marketing adecuado seguro que es un éxito años alante.
En cuanto al tema de alargar desarrollos, es un tema de optimizar la ecuación g/kwh intentando sustituir la técnica del punto muerto y las bajas cargas todo lo posible. El problema es que aumenta la carga máxima y en ningún sitio explican los inconvenientes
Leyendo las vicisitudes de esta retorcida prueba de regularidad-consumo no puedo dejar de pensar en esas pruebas donde de verdad se puntua la regularidad-consumo. esto es sin tener en cuenta la relacion con las homologaciones. En estas si que se utilizan los coches mas optimizados energéticamente y por ende aquellos que tienen mas interes con vistas al usuario. No como aqui donde se eligen algunos que son de mínima penetracion en el mercado.
No se si en españa se celebra alguna asi, pero recuerdo de hace años la mobil economic run( o algo asi) donde si se podian ver maravillas del bajo consumo
@13 carlo abarth
En España, aparte de otras pruebas «satélite» como la que ha narrado A.de A., existe incluso un Campeonato Nacional, el de los comúnmente llamados Ecorallyes.
Es una competición que nace con el objetivo de concienciar sobre los hábitos de conducción, orientándolos a un estilo más eficiente, compitiendo por tanto en formato Regularidad (en lugar de Velocidad) y utilizando para ello, en principio, vehículos que consuman energías alternativas. Se rige por el Reglamento correspondiente establecido por RFEdA de la Copa De España de Rallyes de Energías Alternativas (y en las pruebas que corresponda, por el reglamento de la FIA).
En dicha competición, existen 4 categorías de vehículos:
IIIA: Eléctricos
VII: Híbridos Eléctricos
VIII: Otros vehículos de energías alternativas
EF: Energía Fósil (con límite de emisiones establecido)
¿En qué se basa la competición?
La competición como tal mide única y exclusivamente la regularidad, dividida en dos categorías: Cat IIIA y Cat VII-VIII (para empezar y por su diferente autonomía, los recorridos para ambas categorías pueden ser diferentes), y puntuables para Copa de España.
La categoría EF (Diésel, gasolina…) de regularidad, tiene una clasificación propia, pero no es puntuable para la Copa Española.
Finalmente, y a criterio del Organizador, se completa también una clasificación en base al consumo. A nadie se le escapa que para empezar, esta clasificación debe ser compleja de realizar, cuando estamos mezclando vehículos eléctricos con híbridos, con biocombustibles, con energías fósiles, etc. Es por ello que se realiza en base a un consumo de «energía» que se calcula utilizando fórmulas y parámetros más o menos sencillos, más o menos complejos, y que miden el Índice de Consumo de Energía, expresado en kWh por 100 Km por tonelada de peso. Esta clasificación, no tiene ningún reflejo en ninguna Copa de España. Peeeeero, puede resultar muy interesante para un equipo o marca concreta, el poder decir que «su vehículo ha vencido en la clasificación de consumo en tal Eco Rally», aunque estrictamente no podría decir que «ha ganado el rally».
En resumen, podría decirse que un Eco Rally es una prueba de regularidad puntuable para la Copa de España con dos categorías de participantes (IIIA y VII-VIII); en la que se permite además participar a vehículos EF (con su particular clasificación de regularidad), y en la que a criterio del Organizador puede establecerse una clasificación en base a Índice de Consumo para las 3 categorías.
Más info: https://www.rfeda.es/energias-alternativas-info-general
Gracias por la info 😉
Gracias, tenia noticias de ello. pero lo que queria recalcar es la utilidad para el usuario de puebras de regularidad con el mínimo consumo utilizando coches de serie, de gran serie diria yo. Como los que podemos comprar a diario en los concesionarios.esto si serviria para separar el grano de la paja.
No sé si conoce el principio de Gestión Empresarial que establece que «obtendrás lo que midas».
En este caso, y una vez establecidas las «reglas de juego» de los eco rallies, es decir, lo que vamos a mediar, por pura lógica se establecen ciertas «normas no escritas»:
– La participación de vehículos «normales», gasolina o diésel, en general tienen poca cabida en los ecorallies. Para empezar no tienen campeonato propio, y para seguir, en teoría serían una opción únicamente para marcas que no tengan otra tipología de vehículos (sería un poco raro hacer competir a vehículos de la misma marca, uno híbrido y otro de combustible fósil puro, ¿no?).
– La prueba se basa en competir en regularidad. La medición del consumo es en teoría algo secundario, que cuenta con clasificación a criterio del organizador. Por ello, los participantes pueden estar preocupándose por el consumo… o no. El Rally lo gana el más regular, no el más frugal.
– Para acabar, la medición del consumo, como ya he comentado, va ligado a algo llamado Índice de Consumo, que utiliza una fórmula más o menos compleja, y uno de cuyos parámetros más importantes es el peso del vehículo. De manera que un motor puede ser muy frugal, e ir montado en un tanque, y/o viceversa. Se trata de medir el rendimiento del motor, no del vehículo. Por eso por ejemplo hay un Mitsu Outlander híbrido compitiendo este año.
Estas consideraciones hacen que eso que usted ha llamado «coches de gran serie», no sé si aplica del todo.
Finalmente, y aunque todo encajase a la perfección… tampoco estos eventos se libran de lo que ha descrito como «retorcida prueba de regularidad», en lo que a la manida pillería ibérica se refiere:.
Desde aumentar el peso oficial del vehículo en ficha (recuerden, Índice de Consumo), hasta aligerar el coche lo máximo posible para el día de la prueba, pasando por darle unos buenos martillazos al tanque de gasolina (para limitar su capacidad, y por tanto la medición de llenado final)… y otros más que no me quiero ni imaginar… opciones hay.
Eso dejando de lado el hecho de que en general la manera de conducir en estas pruebas no se parece demasiado a una conducción normal.
Al final el dato obtenido puede no ser tan útil para el público.