He retrasado la publicación de este blog para no quitar el give me five publicado por Marta de la primera posición. Una forma como otra cualquiera de chocarle cinco este lunes.
**********************
Una mañana, en el telesilla de una pista de esquí:
—¡A los niños hay que enseñarles a esquiar como si fuera un juego!— decía una mujer sabia, sentada a mi lado, colgada del aire, mientras miraba a un grupo de niños que seguía a un monitor.
Nunca lo había pensado. El aprendizaje de los niños (y de los adultos) sería mucho más productivo si lo planteáramos como un juego.
Aprender no puede ser una obligación. ¿Tiene sentido obligar a jugar?
Para poder inventar un juego, primero hay que haber jugado a otros juegos (lo mismo se puede decir de cualquier forma de entretenimiento, y de arte). Y para poder jugar a los juegos que ya existen, hay que aprender de otra persona cómo se juega. Puede ser que el niño le pida a un adulto que se le enseñe a jugar (¡quiero jugar al golf!), que los otros niños le enseñen (escondida, fútbol), que él lo busque en internet (Maggie Simpson jugando al póquer : ), o que el padre le intente enseñar a su hijo «a la fuerza» un juego de su infancia que ahora está en desuso (balero, bolitas).
En Uruguay, los niños que entran en el «baby fútbol» suelen ser presionados por sus padres y el entrenador para competir. Muchos terminan jugando al fútbol para ganar, no para divertirse. Así me cuentan algunos conocidos que están en el tema. Tal vez, la mujer sabia se refería una situación similar en el esquí.
Naburu, imagino que la mujer sabia sabía de qué hablaba sí.
Me da la espina que lo difícil es aprender a jugar. Y luego aprender para jugar.
Yo no estoy de acuerdo con eso.
Hace tiempo, en una reunión familiar, un padre le dijo a otro: estás malcriando a tus niños, porque les das todo lo que te piden. El otro contestó: sí, les doy todo lo que me piden porque ya se encargará la vida de quitárselo y hacérselo pasar mal. ¿Para qué voy a hacerles sufrir yo también?
Yo no estoy de acuerdo con estas posturas. Creo que en los primeros años de vida, la cantidad de cariño, alegría, apoyo e interés que recibe un niño tendrán una enorme influencia en su carácter como hombre. Pero creo también que hay que enseñarles que la vida tiene un lado oscuro, que consiste en pelear por las cosas, y que eso no es agradable, pero no queda más remedio.
Enseñar jugando es una muy buena forma de enseñar. En el caso concreto, enseñar a esquiar es en cierto modo enseñar a jugar. Pero yo soy incapaz de entender cómo aprender matemáticas jugando, o lengua o incluso historia. Cosa distinta es tomarse ese esfuerzo con una actitud u otra, y proyectarla sobre el niño cuando se le enseña. Uno puede acabar disfrutando mucho con las matemáticas, y hasta convertirlas en un juego. Pero eso vendrá después de haberse esforzado memorizando y comprendiendo fórmulas y teoremas.
Enseñar jugando está muy bien. Pero creo que enseñar jugando es posible solo en la misma proporción en la que lo es vivir jugando. Supongo que cada uno tendrá la suya, pero creo que coincidirán conmigo en que el porcentaje, por desgracia, no suele ser muy elevado.
J.
Bien J.
Ésa es la cuestión que pretendía plantear. Voy a intentar que se me ocurra un juego para contestarla. Si consigo que se me ocurra, contestaré mejor. Como no se me ocurrirá, contestaré peor.
Yo creo que es posible vivir jugando si uno acepta que jugar no implica ganar siempre. Especialmente, si uno acepta jugar en todas las amplísimas acepciones que acepta nuestra RAE (Al final del texto va el enlace). El problema no son los niños que aprenden jugando, el problema son los padres que siempre dejan ganar a sus hijos para compensar vaya ud. a saber qué derrotas propias o ajenas.
Creo que se puede convertir en juego el aprendizaje de casi cualquier materia y, de hecho, memorizar no es obstáculo para jugar. Casi todos los juegos implican memorizar reglas y normas y lo hacemos encantados. Pero cuando se enseña jugando hay que enseñar a ganar y a perder. Si no, luego nos pasamos la vida buscando en la cajita de Prozac lo que no nos da la «jugada». Y claro, eso es hacer trampas…
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=jugar
Gracias por el enlace Jaime.
Empiezo por decir que para mí las discusiones son un juego. Discutir es un juego porque no tengo muy claro qué significa tener razón y mucho menos la importancia de tenerla o no. ¿Qué más da que yo esté en lo cierto o que esté equivocado? Eso puede tener importancia (relativa) si estoy al borde de un precipicio y yo estoy convencido de que no. ¿Pero en una discusión o un debate? Ninguna importancia. El debate me sirve para aprender, para pensar mejor, para jugar. no me importa ni tener razón ni no tenerla. Lo que me jode es pensar mal, no ver las aristas a las que agarrarse, deducir mal, perderme detalles. El debate ayuda a que eso suceda menos.
Sigo por decir que para mí la vida es un juego. Considero que el origen de la vida es casual y por tanto intrascendente. Podía no haber empezado, como no ha empezado en tantos otros sitios. En la tierra sí ha empezado. ¿Y qué?
En esta vida casual, hay cosas muy fastidiadas. Para mí tres: pasar hambre, pasar frío y que nadie me quiera.
¿Qué tiene que ver el aprendizaje con todo esto? Pues eso es lo que yo me pregunto. Utilizar el aprendizaje (de las ciencias y de las letras) para no pasar hambre, no pasar frío y conseguir que nos quieran es errar el tiro. No pasar hambre y no pasar frío está (casi) resuelto en el mundo occidental. (Lo de que nos quieran lo dejo aparte porque no sé cómo se hace)
De lo que yo hablo no es de malcriar a los niños. Los juegos tiene reglas y a los niños me imagino que habrá que marcárselas (quien decida tenerlos que vea lo que hace). Lo que yo planteo es que de pequeños nos enseñan que el aprendizaje es la herramienta para dejar de pasar frío y hambre. Y yo creo que es un error de concepto (de conceto que decía Arriortúa).
El aprendizaje no debe ser la herramienta para dejar de pasar hambre y frío, no tiene sentido utilizarlo como un arma de yo sé más y vivo mejor, no debe ser una exigencia porque si no estudias «qué serás de mayor».
Sé que me lío. Sé que para encontrar la forma de que toda la humanidad deje de pasar hambre y frío es necesario mucho conocimiento. Sin embargo, en occidente, no pasar ni hambre ni frío es relativamente sencillo.
Planteamos el estudio como un castigo o algo parecido. Si no estudias no serás nadie de mayor. Si no pasas por la tierra no llegarás al cielo. Tergiversamos la realidad y basamos la felicidad futura en el rendimiento escolar, en el puesto de trabajo bien remunerado y en no sé qué gaitas más.
Aprender raíces cuadradas, por ejemplo, sólo puede ser un juego. Y aprender a derivar sólo puede ser un juego para mayores. No tiene ningún sentido aprender a derivar a los 15 años, como aprendí yo, o a integrar con 16. Porque uno no puede entender lo que hace (ni yo ni nadie de mi clase, al menos) se te escapan los conceptos por las costuras, es imposible disfrutar haciéndolo y uno se pierde.
El conocimiento y el aprendizaje no tienen nada que ver con el Curriculum Vitae laboral.
En fin, que me parece que lo tenemos mal planteado. Yo estoy de acuerdo con que el esfuerzo es la sal de la vida, no estoy hablando de vaguear, porque eso no es jugar. Para disfrutar con el juego uno se esfuerza mucho. Sin esfuerzo no hay diversión (entiendo yo). A veces el esfuerzo se convierte en sufrimiento, pero no castigo.
No tiene sentido convertir el aprendizaje en cuestión de amenaza bíblica, de calidad de futuro. No estoy de acuerdo en que se viva mejor como presidente de un gran banco que como barrendero. Ese es un concepto disparatado. Yo creo que como barrendero se puede vivir mucho mejor que como presidente de un banco y el aprendizaje necesario para ser barrendero es pequeño. (En mi opinión, para ser presidente de un banco también, pero no sé cuánto de pequeño)
«Aprender raíces cuadradas, por ejemplo, sólo puede ser un juego. Y aprender a derivar sólo puede ser un juego para mayores. No tiene ningún sentido aprender a derivar a los 15 años, como aprendí yo, o a integrar con 16. Porque uno no puede entender lo que hace (ni yo ni nadie de mi clase, al menos) se te escapan los conceptos por las costuras, es imposible disfrutar haciéndolo y uno se pierde.»
Ahora se deriva con 16 y se integra con 17, pero bueno, sólo es una puntualización. Lo que quiero decir es que está muy bien esa idea del juego, pero para ello hay que aprenderse primero las reglas de cómo se juega, y eso es lo de derivar a los 16 e integrar a los 17 teniendo únicamente una idea de para qué sirve, para que con 19 ó 20 podamos jugar con las derivadas y las integrales utilizando las reglas que aprendimos en el instituto.
Javier, en parte te de doy la razón, y no sabes cuanto. Alguien me dijo: «lo simple es la clave de lo complicado». Si uno lleva ese conceto en la cabeza, la vida es más sencilla. Quizá te sorprenda si te digo que, justo antes de que tú publicaras este post, yo estaba pensando profundamente sobre esto, y tú me viniste a la cabeza como alguien que podría decir mucho sobre cómo hacer o no hacer para tomarse la vida como un juego. Para ser una persona sonriente. Pero voy al grano.
Creo que la sociedad está cambiando en ese aspecto, y que ahora somos menos «materialistas». Pero también es verdad que la sociedad ha evolucionado, y que las «clases medias» dan hoy cabida a muchos sectores que antes quedaban excluidos social y económicamente. Ser barrendero, por seguir con el ejemplo, era algo que hace treinta años era casi un desprestigio, y que iba asociado a un sueldo bajo y una larga jornada. Hoy los barrenderos de las grandes ciudades pasan una oposición a la que se presenta una cantidad de gente impresionante, tienen condiciones dignas y no son despreciados.
Yo sería feliz siendo barrendero, lo he pensando más de una vez. Abrigarme bien, barrer tranquilo y escuchar la radio. Pensar, disfrutar del cielo y del aire y de las gentes que caminan, aunque me manchen la acera otra vez. También podría ser feliz como conductor de autobús, que es más o menos lo que hago.
Donde no puedo coincidir contigo es en que estudiar se convierte para los niños en una amenza, y que si un joven no estudia, no será nada en la vida. Me explico:
¿Qué es ser «nada» en la vida? Para mi es más importante ser un buen padre, el día que lo tenga ser, que un buen profesional. Creo que es mucho más difícil y más importante. También conozco a gente que ha «llegado a ser algo», sin haber estudiado mucho en el colegio. Si la amenaza fuera cierta, y en esto llevas razón, el resultado de la vida profesional de cada uno sería directamente proporcional a las notas que sacaba en el cole. Y yo no sé en tu caso, pero en el mío de momento no se ha cumplido.
Pero solo coincido contigo hasta aquí. Porque creo que estudiar es para un niño tan importante como comer, o como jugar. Creo que el verdadero desarrollo intelectual solo se alcanza estudiando, y que la plenitud de un ser humano depende en buena parte de su desarrollo intelectual. Para que una persona pueda entenderse a si misma y lo que le rodea, y se pueda relacionar con los demás de una forma relativamente satisfactoria, necesita estudiar. Saber qué es lo que pasó, y por qué pasa lo que pasa, para saber dónde se encuentra él en ese escenario, y podre prever qué es lo que va a pasar. Y entenderlo. ¿Se puede ser feliz en países donde no hay acceso a la escuela? Seguramente, pero menos. O al menos de otra forma.
Cuando se hace estudiar a un niño, no es solo para que llegue a ganar dinero en el despacho de un banco, sino para que su desarrollo intelectual le permita comprender, con el tiempo, que «la clave es lo simple de lo complicado», y que se puede ser muy feliz siendo barrendero.
Gracias por hacerme pensar.
J.
«Planteamos el estudio como un castigo o algo parecido. Si no estudias no serás nadie de mayor. Si no pasas por la tierra no llegarás al cielo. Tergiversamos la realidad y basamos la felicidad futura en el rendimiento escolar, en el puesto de trabajo bien remunerado y en no sé qué gaitas más.»
J., Javier piensa igual que vos, que es falso lo de «que estudiar se convierte para los niños en una amenaza, y si un joven no estudia, no será nada en la vida». Javier quiso plantear en la cita de arriba lo que ocurre hoy, no su ideal.
La gracia de un juego es que se puede ganar o perder. Si aprendemos a jugar bien, aprenderemos a ganar y a perder. Si aprendemos a declararnos ganadores pase lo que pase, a hacer trampa o a obligar al otro a dejarse perder, estamos regalados.
Llegar a dirigir un banco no es instantáneo ni automático. Se logra mediante cierto tipo de conocimiento, aunque no lo cataloguemos como estudiable.
Varias cosas que nos enseñan en la escuela y el liceo son «inútiles» salvo para unos pocos. Pero también sirven para aprender de lo complejo que es el mundo, y para aprender a aprender. Claro que suena más lógico aprender a aprender aprendiendo cosas útiles 🙂 Pero un día en el que nos tropecemos con esa piedra, el conocimiento previo puede ayudarnos a superar la situación.
En las zonas donde no hay escuelas, la gente aprende de otras maneras. Los padres suelen ser los principales educadores de los niños, por ejemplo. Claro que es más práctico que los niños también aprendan de gente especializada en enseñar. El problema llega cuando los educadores no lo son en verdad, cuando no tienen los recursos que precisan, o cuando educan lo que no deben.