Jueves 18 de junio.
Llueve desde que me levanto. Llueve mientras trabajo en la habitación y llueve cuando me subo al coche. Es la una del mediodía, llevo 3.400 kilómetros desde que salí de Madrid y la temperatura es de doce grados.
Me alegra que llueva porque los neumáticos ya empiezan a estar muy baqueteados y con el agua se desgastan menos. Todavía me quedan muchos kilómetros hasta llegar a Madrid. El asfalto del Sahara, tan abrasivo, ha dejado huella. Llevamos 37.226 kilómetros con ellos. Están bien de dibujo todavía, pero prefiero conservarlo. Calculo que no llegaré a Madrid antes de hacerle casi 7.000 km más al coche. Hoy el agua me ayuda. S no cuido los neumáticos puedo tener algún problema.
Antes de salir de Lillehammer, una matrícula española. La primera que veo en muchos kilómetros. Levanta mucha agua.
Todavía estoy asustado de conducir en Noruega. No me suelto. Aquí parece darse por sentado que no se adelanta. No veo adelantamientos. Todos los coches se ponen en fila, a una distancia similar, y nadie pasa a nadie. Utilizo el mismo método y voy tan despacio como ellos.
La baja velocidad me permite contemplar el paisaje a un lado y al otro.
Mucho paisaje y los kilómetros no pasan.
Cada vez hay menos coches. Se van quedando en los diferentes pueblos. La carretera está mojada pero no encharcada. El agarre es muy bueno y uniforme. Lo disfruto.
Ahora que hay menos coches me animo a adelantar a uno. Cuando acabo la maniobra me da luces. No sé por qué. Pronto advierto que en la carretera hay dos tipos de líneas discontinuas. Unas más largas y juntas y otras más cortas y separadas. Hasta ahora no me había fijado.
El cartel de la derecha me tiene intrigado. Siempre aparecen fotos de personas en posturas muy amorosas. Parejas, padres e hijos, lo que sea. No sé si es publicidad o un recordatorio del tipo «Papá, no corras» que antes se ponía con una estampita en el salpicadero de los coches. no hay muchos, pero sí con la suficiente frecuencia como para intrigar.
Por cómo están dibujadas deduzco que la discontinua larga hace las veces de línea continua.
Sin embargo, la continua larga está en muchas rectas con perfecta visibilidad. En este tramo no hay señales verticales de adelantamiento, por lo que muchas veces es casi imposible de saber dónde acaba la discontinua corta y empieza la larga. Yo creo que este es el motivo por el que los noruegos no adelantan. No saben dónde se puede adelantar y dónde no.
De pronto me topo con un cartel en el que anuncian un lugar para que los vehículos pesados pongan cadenas. Me asusto. No he traído cadenas ni neumáticos de invierno. Nunca se me pasó por la cabeza esa eventual necesidad.
Intuyo que se avecina un puerto de montaña. al fondo se ve nieve.
La primera rampa impresiona. El doble guardaraíl debe ser para frenar los descensos descontrolados de los que bajan sobre la nieve.
Arriba del puerto la temperatura desciende con claridad. En casi dos horas y media he recorrido 170 km.
con un consumo de 5,9 l/100 km.
Arriba del puerto el asfalto mejora momentáneamente. El tráfico ha desaparecido. Aunque sé que el velocímetro tiene error, ni siquiera he utilizado ese margen. Ahora, sin tráfico, voy a utilizar el margen del velocímetro, para acercarme al límite real que marcan las señales.
En la bajada me vuelvo loco. Es tan bonita que no puedo dejar de apretar el disparador de la cámara. Voy a publicar muchas fotos de la bajada. Todas de carretera. Todas de la bajada. Me gusta conducir.