Sábado 6 de junio
Me despierto en España. El olor de la cafetería, el tipo de suelo, el cobertizo metálico que le da sombra al coche, las limitaciones de velocidad, los parches del asfalto. Lo de siempre.
Pero el viaje me lleva por la autovía A-44.
Hace muchos años, alrededor de 25, recorrí este valle estrecho, todavía por carretera. Era el amanecer de una mañana de invierno, en un Land Rover del ejército. Cuando lo atravesamos una nube, iluminada a franjas horizontales por el sol, estaba posada en paralelo a la carretera, en la falda de la montaña. Recuerdo que al salir de una curva el teniente y yo nos quedamos mudos (antes íbamos sin hablar). La belleza de aquella luz de invierno no se olvida, vista incluso a través del pequeño parabrisas cuadrado del Land Rover, con el ruido del pedal a fondo.
La autovía conserva hoy parte de la magia de aquella carretera.
Al llegar a Despeñaperros, encuentro un puente en construcción. Como en Marruecos. Sí, el progreso ayuda a desplazarse, a reducir la inflación, a mejorar la competitividad. Despeñaperros era un embudo intransitable y ahora lo vamos a mejorar. Dinero bien invertido, supongo. Tendré que volver a Marruecos, que las obras van despacio.
La lluvia entretiene los últimos kilómetros antes de llegar a Madrid. Ya estoy en casa.
(El coche se va el lunes a Valencia a la revisión (lunes 8 de junio). Tiene más de 32.000 kilómetros y la revisión había que pasarla a los 30.000. Cada vez que doy el contacto aparece una pantalla de aviso durante un buen rato. Con el coche revisado, después de un viaje rápido a Estocolmo (en avión, rápido de verdad), saldré hacia el Círculo Polar Ártico dentro de una semana. Seguiré contando a partir del lunes 15 de junio). El domingo 14 publicaré artículos sobre el coche durante el viaje a Marruecos y sobre la conducción en Marruecos.)