Miércoles 16-12-2009
Al salir del restaurante en Torrecaballeros, llueve con intensidad. La temperatura, alrededor de cuatro grados. Belén y Mario, que viven en la zona, me dicen que la carretera más bonita para regresar a Madrid es el Puerto de Navafría. «Con esta temperatura no habrá nieve».
Les dejo en su casa y pocos kilómetros después giro en la N-110 hacia el Puerto de Navafría. Una carretera deliciosa, con un bosque negro de troncos marrones que se cierne sobre la carretera en los primeros kilómetros. Salgo de una curva y el coche patina mucho. No he visto cambio en el asfalto, pero algo hay en el suelo que lo hace patinar. El coche no se sale de la carretera porque voy despacio. El aviso ha sido con una plaquita de hielo corta, que se acaba antes que el asfalto. Con el coche recto de nuevo freno para probar la adherencia. Patina. En el suelo hay un tipo de hielo o escarcha que apenas se diferencia del asfalto.
Continúo por las rampas de subida con más cuidado y cuando el bosque clarea aparece nieve sobre el asfalto. Corono el puerto y hago una foto en el punto que comienza la bajada. Me avisan de que hay animales sueltos y me recomiendan que vaya a 50.
Inicio la bajada con tiento. Al salir de la ssegunda curva, no muy lenta pero sin visibilidad, aparece un enorme quitanieves. Ocupa todo el ancho de la carretera. ¿Todo el ancho? No. Un pequeño rinconcito a la derecha del asfalto está irreductiblemente libre. Freno, entra el ABS sólo rozar el pedal, y el coche no hace ninguna intención de parar. A la izquierda tengo el quitanieves. A la derecha un escalón entre el asfalto y la cuneta y un palo para medir el grosor de la nieve. Si me salgo por la derecha seguro que golpeo contra el palo y estropeo el lateral. Tengo claro que prefiero irme a la cuneta que al bulto, que se acerca aunque ya está parado. Cada vez tengo menos espacio. El Golf no se para. Supero la pala del quitanieves, lo que más miedo da inicialmente. Vista de cerca es muy grande. La rueda derecha está al borde del escalón, relativamente profundo, con palo vertical clavado. Si me caigo a la cuneta quizá golpee la suspensión, pero además tendré dificultades para sacar el coche. Voy muy despacio. El coche no se para. Intento actuar sobre el pedal del freno para que el ABS deje de actuar. Levanto el pie y vuelo a pisar con suavidad. Buff. Parece que se para. Se para. Tengo la caja del camión a tres centímetros del retrovisor y la rueda casi colgando sobre la cuneta.
El conductor del quitanieves debe considerar que si sigue avanzando es muy posible que me roce el coche. Levanta la pala y da marcha atrás. Reacciono tarde, pero finalmente le hago una foto a toda prisa. La maquinita enfoca el parabrisas. Aun así, se aprecia claramente el poco hueco que queda entre el alce de hierro y la cuneta.
Mientras el quitanieves da marcha atrás me acuerdo del alce que apareció del bosque en Noruega. Recuerdo cómo salió disparado por donde venía, como si hubiera visto al diablo rojo. Recuerdo que el ABS fue mágico en aquel momento. El quitanieves, en cambio, ni se ha inmutado. Cuando paso por su lado de nuevo, después de apartarse, le hago otra foto, en primer plano. El aparato da miedo, pero el conductor fue muy amable sin mediar palabra. (Gracias por apartarse)
El quitanieves esparcía sal o eso me pareció fugazmente durante nuestro acercamiento. Pero el tramo de de bajada, por la cara sur, está peor que el lado norte. La temperatura desciende a la vez que la carretera y el hielo es cada vez más duro, exactamente del mismo color que el asfalto…
(Continuará)