Renault Laguna 2.2 dCi (2001) | Impresiones de conducción
Partiendo sobre la base de que el Laguna 2.2 dCi tiene un motor que desarrolla unas excelentes prestaciones y un buen compromiso entre estabilidad y confort, es obvio decir que éste es un coche recomendable. Sin embargo no me ha sorprendido especialmente en ningún aspecto comparado con otros modelos similares, más bien todo lo contrario.
Recientemente he tenido ocasión de conducir el Ford Mondeo 2.0 TDCi 130 CV y me ha parecido que tiene un mayor aplomo en curva que el Laguna 2.2 dCi y unas prestaciones similares (al menos es la sensación subjetiva que me ha transmitido). El motor TDCi de Ford me ha parecido más elástico, tira más enérgicamente desde un régimen más bajo, hace menos ruido y la sensación de aceleración es tan buena como en el Laguna. Al ralentí apenas tiene inercia, sube y baja de vueltas como un buen motor de gasolina (debe tener un equipo motor ligero y reducidas fuerzas de rozamiento). Es más que probable que el motor Ford 2.0 TDCi tenga más caballos que los declarados.
El motor del Laguna 2.2 dCi sigue sonando mucho a «Diesel» al ralentí, pero suaviza su rumorosidad en marcha. Los árboles de equilibrado no han conseguido eliminar completamente las vibraciones, si bien tampoco parecen molestas. Su turbocompresor de geometría variable comienza a empujar con más fuerza a partir de 1.600 rpm, pero no se aprecia su verdadero tirón hasta que no llega a 2.200 rpm. A partir de este punto parece un motor enérgico y tira con fuerza hasta 4.600 rpm. Desde aquí hasta la zona roja del cuentavueltas (4.800 rpm) no merece la pena exprimir la mecánica, porque no hay ya fuerza. El empuje del motor no parece comprometer la motricidad.
En carretera, a elevada velocidad, se aprecian más unos molestos «silbidos» aerodinámicos que el propio sonido del motor. En dichas condiciones no me ha parecido tan silencioso como el propio Ford Mondeo 2.0 TDCi o el Citroën C5 2.2 HDI.
En cuanto a la estabilidad, he apreciado cierto balanceo de la carrocería que es mejorable (tanto en la versión de cinco puertas como en la familiar que he conducido). Parto sobre la base de que su nivel de estabilidad en muy elevado, pero se aprecia más que en otros modelos la transferencia de masas en los cambios pronunciados de apoyo. de hecho, guardo mejores impresiones al volante del Laguna 1.9 dCi de 120 CV, que me parece más preciso en el guiado que el 2.2 dCi. El modelo más potente parece también más perezoso a la hora de inscribirse en las curvas; uno de los motivos puede ser que pesa 85 kg más que el Laguna 1.9 dCi y la mayor parte de este sobrepeso debe estar en el motor, concentrado sobre el eje delantero. El control de estabilidad (ESP) del Laguna 2.2 dCi corrige eficazmente cualquier deslizamiento del eje posterior, pero en una conducción exigente tiene que entrar más en funcionamiento que en otras berlinas Diesel similares.
La frenada tiene buen mordiente y parece potente, pero en frenazos de emergencia me ha parecido algo inestable y la carrocería se mueve ligeramente. Como el ABS trabaja eficazmente, esta situación no plantea ningún problema de seguridad y es fácilmente controlable, pero también me parece mejorable. Para incrementar su resistencia al sobrecalentamiento, los Laguna 2.2 dCi llevan delante unos discos ventilados de mayor tamaño (308 mm de diámetro), los mismos que utiliza el Laguna 3.0 V6 de 207 CV de potencia. A lo largo de mi toma de contacto no he tenido ocasión de comprobar su resistencia.
Como en el resto de los Laguna, el puesto de conducción me ha parecido ergonómico y bien planteado, pero los asientos siguen siendo demasiado blandos y la columna vertebral acusa la fatiga con el paso de los kilómetros. El mando manual para regular el apoyo lumbar está también en una posición mejorable (entre el lateral derecho del asiento del conductor y el reposabrazos delantero central) y obliga a meter los dedos de forma algo incómoda.